El Oviedo de «Nosotros, los Rivero» revive en las imágenes de Rebeca Menéndez

J. C. GEA

CULTURA

La artista avilesina funde su mundo con el de Dolores Medio en las ilustraciones para la novela que ganó el Nadal 1956, reeditada por primera vez sin los cortes de la censura por Ángeles Caso

02 ene 2018 . Actualizado a las 16:25 h.

Para quienes vivieron en Asturias durante los años de la República, la Revolución de 1934, la Guerra Civil o la posguerra -incluso para quienes convivieron después con el testimonio directo de aquellas experiencias en el relato de sus familiares y allegados- el mundo que Dolores Medio narró en Nosotros, los Rivero, y aquel Oviedo en particular, se traduce sin duda en imágenes muy concretas. Para quienes, más jóvenes, tienen ahora la ocasión de enfrentarse por primera vez a una de las obras capitales de la narrativa asturiana, Rebeca Menéndez (Avilés, 1976) ha tendido un puente de imágenes que interpreta, ensancha y complementa el complejo y detallado retablo urdido por la ganadora del Premio Nadal 1956. El contacto entre esos dos mundos, el de la escritora ovetense y el de la artista e ilustradora avilesina y aporta un atractivo añadido a la recién aparecida reedición de Nosotros, los Rivero en Libros de la Letra Azul: un empeño personal de Ángeles Caso que da a conocer por vez primera que el texto íntegro de una novela que hasta ahora solo conocíamos con las amputaciones que le impuso la censura franquista.

«Al final, lo que empezó como un encargo que me llegó en el momento profesional más adecuado se ha convertido en algo mucho más personal: un homenaje a Dolores, algo muy emocionante para mí y el privilegio de que mi trabajo quede vinculado a una figura que yo no conocía, y que me ha hecho pasar de la admiración a la veneración», explica Rebeca. A principios del pasado año recibió de la editorial la invitación a presentar un proyecto para ilustrar la novela; fue seleccionada y empezó a trabajar en febrero. Desde entonces hasta el remate del trabajo, muy cerca ya de fin de año, ha vivido prácticamente sumergida en la novela y en todo aquello que podía contribuir a documentar y dar cuerpo visual a las palabras de Dolores Medio. En un principio, para Rebeca era el trabajo oportuno para salir de un impás creativo que necesitaba romper con el acicate de «toda la libertad creativa de estilo y concepto» que Ángeles Caso le concedió.

Reto y fascinación

«Yo no conocía la obra de Dolores, y al empezar a leer me di cuenta de que me había metido en un reto muy grande. Por una parte, porque me fascinó la misma historia y la identidad del personaje; por otra, porque, vi que tenía que hacer un trabajo pensando tanto en la gente que recuerda perfectamente esa época o la identifica por lo que le contaron sus padres y abuelos, pero también que tenía que pensar en un público más joven que no tiene esas imágenes y que está más habituado al lenguaje de la ilustración actual o de la novela ilustrada», recuerda Rebeca Menéndez. Necesitaba plasmar «una época concreta, una historia muy precisa, personajes con mucha carga de identidad...». «No sabía dónde me estaba metiendo: me vi desbordada», confiesa, recordando ahora las «muchísimas horas» que pasó empapándose de la imaginería de aquel Oviedo y aquella España para dar consistencia a un estilo que quería «realista, pero también con algo vaporoso, mágico, lleno de la poesía muy sutil que tiene un texto que no se queda tampoco en el puro realismo». 

Por otra parte, estaba la eterna cuestión del respeto a la autoría del texto y el margen de autoría propia, máxime cuando la avilesina es ante todo una artista con un estilo, un lenguaje y un universo marcadamente propios. Y siempre, por añadidura, «esquivando lo literal» y la redundancia: desplegando ante el lector «algo que no sea lo que él ya está visualizando, sino imágenes que en este caso son las generadas e interpretadas por mí a partir del texto».

«Trabajas con alguien que ya ha creado imágenes, aunque sea a través de la palabra, y tienes que ajustarte al concepto; y por otra parte», aclara Menéndez, «vi también desde el principio que había mucho en esas imágenes que formaba parte de mi propia identidad, de mi propia memoria y de algo que va muy ligado a la sangre, a lo que me habían contado las mujeres de mi familia. De hecho, algo que he aprendido con este trabajo es hasta qué punto estoy impregnada por la memoria de las mujeres de mi vida y de qué forma todas esas historias y objetos forman parte de mi infancia, de mi memoria». De modo que inevitablemente, las compuertas se alzaron, las aguas se mezclaron, se estableció una especie de cooperación a través del tiempo entre las dos mujeres y las ilustraciones para Nosotros, los Rivero se convirtieron en algo muy personal para Rebeca Menéndez

Un gran bodegón

El resultado es algo que la autora describe como «un gran bodegón», ejecutado primero a lápiz y luego coloreado con técnicas digitales, en el que, en efecto, los personajes, los objetos reales y los símbolos se yuxtaponen en las imágenes como los elementos de un bodegón sobre la mesa de un espacio y un tiempo históricos, reales y muy reconocibles. Rebeca Menéndez trata los personajes y sus emociones -caracterizados a partir fotografías, como suele hacerlo también en su obra artística-  con la misma minuciosidad con la que trata los ambientes y sobre todo unos objetos que «también están cargados de memoria, para darles de alguna manera un poco más de duración, para hacerlos algo menos perecederos». Desde una puntilla hasta la decoración de un plato de cerámica de San Claudio que «quizá alguien podría llegar a reconocer».

Las 28 ilustraciones salidas de todo ese largo proceso componen algo como «un álbum familiar de fotos de la novela envuelto en cierto misterio pero también concentran una narratividad casi cinematográfica y una fuerza simbólica en no pocas ocasiones cobran vida propia más allá de su relación con unos pasajes que «costó muchísimo escoger». Como costó escoger la impactante imagen final de la portada que identifica a partir de ahora esta importante restitución de toda su valía (y su valentía) literaria a una de las grandes escritoras españolas de la posguerra.