Penderecki: «La música de cámara tiene que decir algo. Si no, solo son notas vacías»

Xesús Fraga
XESÚS FRAGA REDACCIÓN

CULTURA

MARCOS MÍGUEZ

Entrevista con el compositor Krzystof Penderecki, Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2001

11 ene 2018 . Actualizado a las 19:24 h.

El polaco Krzystof Penderecki (Debica, 1933), premio Príncipe de Asturias de las Artes de 2001, ha escrito parte de la música más innovadora e imaginativa de la segunda mitad del siglo XX. A sus 84 años, no ha perdido el entusiasmo por la composición ni por la dirección: este viernes vuelve a España en un programa con dos de sus obras más conocidas -Polymorphia, para 48 instrumentos de cuerda, y su Segunda sinfonía, Navidad- y un estreno en España, el Concierto para violonchelo número 2. «Es muy difícil describirlo», explicó ayer Penderecki. «Se trata de un concierto que escribí para Rostropóvich hace más de veinte años, un encargo de la Filarmónica de Berlín. Recuerdo que en su momento esta pieza se recibió con gran entusiasmo. Pero creo que a la gente joven de hoy también le gustará», añade.

-Sabiendo que lo escribió para Rostropóvich quizá el solista esté un poco nervioso...

-[Ríe]. No, no, no. Esto fue hace más de veinte años. Entonces era algo totalmente nuevo, pero ahora, después de todo este tiempo, ya es un concierto clásico.

-¿Qué supone para un compositor dirigir sus obras? ¿Y qué siente cuando ve a otros dirigirlas?

-¿Sabe?, por lo general los directores dirigen mi música de una forma muy profesional. Pueden hacer música clásica, pero también piezas modernas. Pero a veces, incluso ahora, hay orquestas que tienen problemas porque al principio no la entienden.

-Habrá directores que quizá revelen matices o aspectos de su música que a usted podrían haberle pasado inadvertidos.

-Por supuesto. Y también espero a que llegue alguien nuevo, fresco, que no haya interpretado mi música antes, para que pueda interpretarla de forma totalmente diferente. Si el resultado es bueno, estaré completamente de acuerdo.

-Ahora, por ejemplo, en viajes como este, ¿encuentra tiempo para componer?

-Antes sí lo hacía. Ahora, después de unos ensayos tan largos ya no puedo escribir música a la vez [sonríe]. No, no. Prefiero irme a casa y componer allí.

-¿Qué proceso sigue cuando compone? ¿Arranca de una idea, de una melodía?

-Puede ser muy diverso. Cada pieza puede tener un origen muy diferente. Un concierto puedes escribirlo para una persona en concreto a la que admires, como en este caso para Rostropóvich, que quizá fue el chelista más grande de todos los tiempos.

-Ha escrito una obra muy variada, pero creo que su preferida es la música de cámara, en la que, dice, cada nota cuenta.

-Es la música más grande. He aprendido, en su mayoría, de estudiar las partituras de los grandes maestros. Y para mí la música de cámara está al nivel más alto. Es muy difícil. No todo el mundo puede componerla, porque para ello tienes que decir algo. Si no, solo son notas vacías.

-¿La voz humana es el instrumento con mayor misterio?

-Para mí es el más importante, el más cercano a mis sentimientos. Para voz he escrito quizá el 70 % de todo lo que he compuesto durante mi vida. No solo voz sola, también coros, coros con orquesta o a capela. Me encanta la voz humana. Cada conjunto, cada coro, es distinto. Son personas distintas, no son idénticas. Un violín o un piano son el mismo instrumento, pero cada voz es única y distinta.

-Seguimos esperando por su «Novena sinfonía». ¿Cómo va?

-Por lo general, la novena sinfonía es la última. Así que estoy esperando. Pero quizá haya llegado el momento, sí.