Muere la aclamada escritora Ursula K. Le Guin, maestra del género fantástico

Héctor J. Porto WASHINGTON

CULTURA

ROBIN MARCHANT | AFP

Creadora de mundos de ciencia ficción y de numerosos «best sellers», tenía 88 años

25 ene 2018 . Actualizado a las 00:19 h.

Stanislaw Lem demostró que la ciencia ficción no tenía por que ser un fin en sí misma, al introducir en sus narraciones un giro hacia aspectos filosóficos. Es más, para el gran narrador polaco la ciencia ficción era una herramienta, a la que en un inicio recurrió por la censura comunista. Sin la misma motivación ni intenciones, pero con similar actitud, trabajó la escritora estadounidense Ursula K. Le Guin (Berkeley, California, 1929). Sus libros incorporaron con naturalidad dragones, magos y naves espaciales, pero solo para tratar problemas del planeta, políticos, sociales, raciales, de la mujer -su posición feminista no era puro maquillaje- y de clase. Su labor fue una nueva demostración de que la ciencia ficción no tiene por qué ser un género menor, alimento para frikis.

Fue así una de las más populares, premiadas -recibió varias veces galardones tan importantes como el Hugo o el Nébula-, aclamadas y queridas autoras del género fantástico. Su fama comenzó hacia finales de la década de los años sesenta -mucho antes de la aparición en junio de 1997 de Harry Potter y su escuela de magia- con la publicación del primer volumen del ciclo sobre Terramar, en que el aprendiz de brujo Gavilán combate los poderes del mal y que suele ser comparado con la saga épica de El señor de los anillos, obra mayor de J.R.R. Tolkien y hoy un clásico universal (máxime tras su exitosa adaptación al cine por el realizador neozelandés Peter Jackson).

La publicación de Le Guin en castellano llegó de la mano de Francisco Porrúa, que la incluyó en el catálogo de Minotauro -sello creado en 1955 en Buenos Aires por el editor gallego-, como hizo también con Tolkien, Ray Bradbury, J. G. Ballard o Philip K. Dick, nombres todos imprescindibles del orbe de la ciencia ficción.

Neil Gaiman, Stephen King, China Miéville y Margaret Atwood se han declarado rendidos admiradores de la obra de Le Guin. Atwood la despedía ayer en el diario The Guardian calificándola como una de las más grandes figuras de la literatura del siglo XX, recordando que formó parte de la «generación de mujeres estadounidenses que alimentó gran parte del feminismo de la segunda ola, en los años 60 y 70», y que fue la explosión de este movimiento «un momento de gran energía para la escritora».

Ursula K. Le Guin escribió decenas de novelas y un centenar de relatos (también poemarios e historias para niños) que vendieron millones de libros a lo largo de todo el mundo, muy a pesar de que siempre se mostró contraria a la mercantilización de la literatura y al papel de estrella mediática que la industria editorial le quería adjudicar.

«Contar es escuchar»

Muestra de su heterodoxia -su literatura se ensanchó más allá de los mundos fantásticos que le dieron inicialmente la fama, como el Ekumen de La mano izquierda de la oscuridad (1969)- es Contar es escuchar, que, coincidencias, llegó ayer a las librerías españolas gracias al sello independiente Círculo de Tiza y que agrupa un hatillo de textos en los que ella aborda asuntos como su condición de escritora, el rol de la mujer o la vejez.

Dos días antes, el lunes, con los 88 años ya cumplidos, Le Guin falleció en su casa de Portland (Oregón), según informó a última hora del martes su familia. La muerte, probablemente, se deba a un paro cardíaco. Su hijo Theo Downes-Le Guin confirmó que el estado de salud de su madre había empeorado en los últimos meses.