Jorge Fernández Díaz: «Francisco nunca soñó con ser el papa, pero sí con ser Perón»

beatriz pérez BARCELONA / E. LA VOZ

CULTURA

BENITO ORDOÑEZ

El autor argentino acaba de publicar «La herida», la segunda entrega del ambiguo agente secreto Remil

01 mar 2018 . Actualizado a las 08:14 h.

El escritor y periodista Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960) considera que la novela negra es la «gran novela sociológica» del presente. Cree que los buenos escritores del momento son aquellos que saben describir lo que él llama la «jungla de asfalto». «Seguramente los futuros historiadores tendrán que leer, por ejemplo, a Petros Márkaris para entender cómo es la Grecia de hoy». Fernández Díaz acaba de publicar La herida (Destino), la segunda entrega (la primera fue El puñal) del ambiguo agente secreto Remil. «Hijo de remil putas», le llaman sus compañeros de trabajo, y de ahí su apodo. Con La herida el escritor presenta un nuevo thriller político (ambientado en Nápoles, Roma y la Patagonia) que en Argentina ya supera en lectores a Dan Brown.

-«La herida» arranca con la desaparición de una monja. ¿No es raro introducir este personaje en una novela de intriga?

-Tiene varias explicaciones. Hoy en día existe un gran vínculo entre Argentina y el Vaticano por el papa. Tengo algunas críticas políticas sobre Bergoglio, pero lo que no puedo negar es que, sin duda, ha creado una red de curas villeros, en alusión a Villa Miseria, las favelas argentinas, barriadas pobrísimas. Curas que luchan contra el narco y por sacar de la miseria a la gente. Son héroes absolutos. La monja de La herida está hecha a imagen y semejanza de ellos. Y me pareció que su desaparición me podría servir para desplegar una intriga muy grande.

-Hablando del papa: ¿concuerda con que es un personaje bastante bien aceptado en general?

-La idea mundial que se tiene es muy buena. En Argentina su figura es más polémica porque nunca abandonó la posibilidad de meterse en la política interna. Yo siempre digo, en broma, que él nunca soñó con ser el papa, pero sí con ser Perón. Sigue metido y vinculado a la política, en todos los niveles. Se mete en un montón de cosas, introduce a la Iglesia como factor de poder. Está muy atento a lo que se lee y escribe en Argentina. Y eso resulta inquietante. Por otra parte, no dejo de reconocer que tiene cosas positivas e interesantes.

-¿«La herida» es también una novela de denuncia?

-Está entre el thriller político y la novela policía. Yo he sido durante 30 años un periodista de trinchera. He cubierto sucesos y política, y tengo la teoría de que los periodistas publicamos solo el 20 o 30 por ciento de lo que sabemos porque el resto no lo podemos probar. Y todo eso que no he podido probar ha quedado como un sedimento dentro de mí. Creo que justo donde el periodismo dice «hasta aquí llegaste» la literatura de ficción me permite seguir avanzando para contar, aunque no sea de manera literal, la trastienda de la política y del poder.

-Y las novelas de Remil muestran esa trastienda.

-Sí. Remil me ha dado esa oportunidad tanto en La herida, como en la primera novela, El puñal, donde hablo de la narcopolítica. Ya sabrás que Argentina es uno de los mayores exportadores de cocaína del continente. Alguna, por cierto, llega a Vigo. En El puñal se cuentan algunas operaciones parecidas a estas. Y en La herida se habla del narcotráfico, pero en otros niveles. En fin, ambas son novelas que me permiten contar lo que como periodista no puedo. Y Remil es un personaje verosímil y acorde con nuestros tiempos. Yo digo siempre escépticamente que los nuestros no son tiempos de héroes de corazón puro ni de buenos contra malos, sino de malos contra peores. El héroe del siglo XXI es muchas veces un canalla que se enfrenta con canallas superiores. Como Remil. Y, sin embargo, las mujeres terminan enamorándose de él y los hombres quisieran ir a tomarse una copa y tener su teléfono por si las cosas se ponen peligrosas.

«Todos tenemos una herida con la que luchamos toda la vida»

«Yo quería un héroe políticamente incorrecto, infame. Aun así -y esto es lo perturbador- yo le transfiero a este canalla una serie de problemas emocionales. En El puñal, la desesperación amorosa. En La herida, algo que me ha ocurrido a mí y que explica mi literatura y quién soy yo: el conflicto con mi padre». Así cuenta Jorge Fernández Díaz cómo nace el personaje de Remil.

-Explíqueme más.

-Mis padres son emigrantes asturianos. Mi madre aún vive y sigue en Buenos Aires, mientras que mi padre ya murió. Cuando yo tenía 15 años, él, que trabajaba de camarero en un bar, descubrió que yo quería ser escritor. Fue una defraudación absoluta porque él esperaba que yo fuera médico, ingeniero… Él creía que la literatura era una forma de vagancia. Se enojó mucho conmigo y nos distanciamos durante ocho años. Pero, cuando yo tenía 25 y era cronista de sucesos, comencé a publicar en el diario en el que trabajaba una especie de novela negra por entregas. En un capítulo a un periodista le robaban el dinero de un rescate que iba a pagar. Esa tarde sonó el teléfono en la redacción. Era mi padre. Llamaba para preguntarme si el periodista iba a recuperar el dinero. Le pregunté por qué quería saberlo y me dijo que todos los parroquianos estaban leyéndolo y querían que les anticipara qué iba a pasar. Le dije que sí, que el periodista recuperaría el dinero. Entonces colgó el teléfono y me fui al baño a llorar. La misma literatura que nos había distanciado nos volvió a unir después.

-¿Por qué fue tan significativo para usted?

-Creo que todos nosotros tenemos una herida fundamental. Una herida con la que luchamos fantasmalmente durante toda nuestra vida, ya sea de manera consciente o inconsciente. Es una herida formativa que a la vez nos tiene en ascuas. Mi herida fundamental es haber sido dado por perdido de mi padre. Una vez soñé que yo era un desocupado que caminaba junto a menesterosos por la calle. De repente me tocaban en el hombro y era mi padre, que me decía: «Te lo dije, Jorge, te lo dije pero no me hiciste caso». Yo transfiero este conflicto mío, tan íntimo y personal, a Cálgaris, el jefe y padre simbólico de Remil, y a Remil. Cálgaris se siente decepcionado por Remil y lo da por perdido. Y este tratará de encontrar a la monja hasta el final para demostrar a su padre y a sí mismo que no estaba perdido.

-Usted también es autor de «Mamá», un libro escrito hace 16 años que dedica a su madre.

-La entrevisté durante 50 horas y escribí esa novela sin ficción alguna. Mi madre, asturiana, siempre vivió con el desarraigo de haberse quedado atrapada del otro lado, con toda su familia en España. Se deprimió tanto, que fue a una psiquiatra.