El pintor asturiano debuta en la sede neoyorquina de la galería Marlborough con «Nowhere Island», que recoge en 12 obras su último año de labor pictórica
11 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Durante un mes, uno de los dos espacios expositivos de la galería Marlborough en Nueva York se abrirá a una docena de peculiares lugares, a la vez pictóricos y más allá de la pintura, cargados de presencia y misterio. Doce Islas de Ninguna Parte invocadas a lo largo del último año por el pintor asturiano Hugo Fontela desde el poso de su experiencia, sus viajes, sus reflexiones y sobre todo su propio ejercicio de la pintura entendida a la vez como experiencia, viaje y reflexión. Ese título -Nowhere Island- envuelve esta serie con la que el artista moscón debuta a sus 31 años en la sede neoyorquina de la galería con la que ya expuso en Madrid o Barcelona, donde exhibió su última monográfica, Norte. Compartiendo fechas con uno de los artistas más interesantes del momento -el desaparecido Zao Wu-Ki, Fontela inaugurará el día 15 de marzo una muestra que dará a conocer durante un mes la quintaesencia de su pintura al público de la ciudad donde reside
-Hábleme de este archipiélago en ninguna parte.
-Todas las piezas tienen un denominador común: el llamaría un misterio, un elemento central común que surge del agua en forma de roca, de isla, de criatura o de artefacto, de objeto a la deriva o incluso de naufragio, pero siempre desde la ambigüedad y desde el misterio de la pintura. En unas aguas en unos casos quietas, nocturnas, de azul intenso, y en otros diurnas, blancas, brillantes, emerge un elemento que transmite esa sensación de misterio. Una roca, un islote donde uno puede caminar, una cabeza, un trozo de un barco, una boya desgastada por el paso del tiempo… Pero siempre con la naturaleza en su parte más misteriosa y más ambigua construyendo las obras y dando forma a estas islas de ninguna parte. Uno desde luego sabe que está en el mar, y que ahí pueden suceder muchas cosas: estar en la isla, intentar alcanzarla, ser testigo de un naufragio. Esta exposición puede remitir mucho a La isla del tesoro o Robinson Crusoe, a la estética o algunos de los pasajes de esos libros. En todo caso, dan cuenta del último año trabajado.
-¿Es la línea directa que viene del lado más simbólico de su última exposición, Norte?
Sin duda. Aquí los cuadros adquieren un simbolismo muchísimo mayor. Son obras más ensimimadas, más rotundas, más puras, menos descriptivas y más poéticas.
-Muestra el mar como una superficie donde suceden cosas ambiguas, difíciles de precisar, con presencias extrañas que quizá emergen o quizá se estén hundiendo, quizá se estén generando o quizá extinguiendo. ¿Una superficie como la pintura misma?
-Todas esas ideas quieren estar en esta serie, invitar a indagar en un discurso distinto, pero en todo caso siempre con el punto misterioso que quiero enfatizar. Luego hay una preocupación clara, constante en todo mi trabajo, por la preocupación pictórica, la plasticidad, la apuesta por la pintura como medio para expresar mis inquietudes. Pero en lo conceptual, para mí esta serie significa rescatar una idea, una imagen, una impresión de haber estado en ese lugar y de haber percibido eso. Es algo que tiene que ver con lo que he vivido en los viajes, sin duda, y lo evocador que puede llegar a resultar un mar sin referencia, un mar para ser habitado, un paisaje o un escenario, el cuadro, que está para ser habitado incluso cuando lo que ves no te invite exactamente, te transmita una sensación de peligro, de dureza, de hostilidad. Todas esas cosas están reconcentradas en la pintura, y espero que el que la vea entre por alguna de esas vetas a la comprensión final de la obra.
-¿Un lugar cada vez menos físico o geográfico, más mental? ¿Un lugar en la pintura?
-Completamente. Mental y pictórico. Creo en esa realidad en la pintura, y por y para la pintura, que al final no deja de ser la idea enriquecida, manipulada, alterada de algo que yo he visto o es afín a mí: los viajes a islas, hace poco Puerto Rico, los islotes que uno puede ver desde la costa asturiana… Todas esas cosas se van incorporando. Y luego también la necesidad de traducir a un lenguaje pictórico una determinada imagen. Al final, todos esos impactos visuales de pintura que igual no tiene nada que ver con la mía pero que me interesan profundamente los manipulo, los doblego para ayudarme a crear, a través de esas sensaciones, el cuadro. Hay elementos en cuadros de otra gente que me interesan y pienso o discurro cómo poder aprender de eso, incorporarlo a mi trabajo. En este caso, me he permitido ser un pintor profundamente abstracto, pero sin renunciar a otros elementos de la pintura expresionista, informalista, y con un resultado, sin ninguna pretensión, figurativo. De hecho se aleja más de los figurativo en aquellas obras más ambiguas, que son las que más me interesan. Hay otras que son más figurativas y que cumplen un propósito dentro de la serie: que el que sea más ajeno a mi pintura pueda entrar en las obras y recorrer las siguientes gracias a la mano que tienden esas más figurativas.
-Viendo sus exposiciones anteriores uno podía pensar en distintos enclaves en un mismo mundo. Ahora también da la sensación de que son tiempos distintos del mismo mundo. Un mundo más erosionado, más desgastado e informe... Pero seguimos en un mismo mundo, permanece la sensación de unidad entre las series.
-Siempre ha sido una de mis preocupaciones. Al final en estas obras vuelve a estar el elemento frente a la naturaleza. Como en aquellas palmeras varadas de la costa de México, los muelles de Nueva York, el detritus acumulado de las pinturas matéricas, algunos patios traseros, y el reencuentro con el origen de todo: el agua, el mar, el viaje, aquellas primeras pinturas del puerto, de escenarios entre urbanos y acuáticos, aquellos primeros cuadros industriales… Al final, una de las preocupaciones en el contemporáneo, el hecho de que las series no estuvieran hiladas, era también una de mis preocupaciones de artista: que mis cuadros y mis series dialogasen entre sí y encontrasen una entidad propia.
-Una y otra vez la idea de la pintura como lugar, como sitio donde estar, como forma de estar, como estado.
-Totalmente. Entiendo la pintura como un espacio paralelo en el que uno puede entrar a través del ejercicio de la propia pintura, como es mi caso, pero también en el ejercicio de la contemplación. Ahí el valor pictórico es fundamental. Estamos haciendo pintura. El concepto enriquece esa pintura, pero no podemos perder de vista que el arte nace con una vocación muy determinada y con un medio acotado. En mi caso, lo conceptual tiene que enriquecer a lo pictórico, y lo pictórico a lo conceptual. Ambas cosas por separado en mi caso no tienen mucho sentido. Para mí la pintura es una forma de comprensión, de ver el mundo a través de ella. Tanto a la hora de pintar como a la de ver otras cosas. Incluso a través de la pintura uno puede leer, comprender la lectura a través de las imágenes pictóricas que uno atesora. Mi interés es completamente claro por la pintura. Y de la pintura al objeto pictórico, como hacen Cy Twombly o David Nash, pintores que traspasan la pintura al objeto, a lo tridimensional, escogiendo aquello tridimensional que les atrae, pero con una carga pictórica importantísima. Me encuentro completamente cómodo con esa forma de pensar y de entender la actividad artística, aunque luego me interesen también otras cosas.
-¿Y técnicamente, que ha sucedido este año? ¿Sigue poniéndose retos, escollos como los que aparecen en estos cuadros, prohibiéndose la facilidad excesiva?
-Todas estas pinturas no van a lo evidente, sino que se han impuesto a sí mismas o les he impuesto yo dificultades, de tal forma que cada cuadro cuenta una experiencia completamente distinta en el plano pictórico. Por otro lado, hay una cosa que se va volviendo cada vez más importante: la piel del cuadro. Cada vez más dura, más profunda, con más trasfondo, más compleja, y eso hace que el cuadro cree curiosidad más allá de la imagen del objeto.
-Una curiosidad que invita a preguntarse «¿qué ha pasado aquí?», «¿cómo ha pasado?», «¿cómo se ha pintado esto...?»
-Exacto. Qué ha ocurrido aquí, cómo se ha hecho, qué ha pasado. Algo que cause una extrañeza y una curiosidad tan grande que te invite a estar a un palmo de la obra y disfrutar de esa distancia corta. Luego, cuando te vas alejando, construyes la imagen, pero desde esa euforia, desde esa curiosidad. Conseguir la imagen es fácil; cualquier pintor con uno recursos determinados puede conseguirlo. Pero crear la imagen con esa piel debajo, con ese trasfondo, una profundidad que haga que el cuadro sea un objeto atractivo más allá de lo que esté contando, es algo que me interesa mucho. Y hacerlo desde la pintura, no desde otros intentos. En esa chispa, en ese choque de trenes es donde ocurre el milagro, circunstancia, objeto, cuadro. De ahí se puede extraer una crítica hacia cierto arte contemporáneo, en el que encuentras artistas o líneas de trabajo que, teniendo muy buena veta, no trascienden a esto de lo que hablamos.
-Encara una exposición muy especial: por la ubicación, por ser su primera individual en la Marborough neoyorquina, un escaparate envidiable. ¿Cómo lo está viviendo?
-Siempre he dicho que las galerías son altavoces. Hay algunas que tienen más capacidad de hacerse oír, de llegar a más sitios. En este caso, se une algo especial: un escenario que para mí es natural, como la ciudad de Nueva York, y la primera exposición comercial que hago en la ciudad, después de tantos años allí. Y luego también el entusiasmo o la defensa evidente que ha hecho la galería decidiendo presentar mi trabajo allí. Todo eso hace que acometa esto con especial ilusión. Es además un reto. Creo que los artistas, más allá de la creación y de lo que ocurre de puertas hacia adentro, que es lo que genera todo lo otro, tienen luego el reto de lograr que la obra se divulgue, se conozca, trascienda al mayor número de personas posible. En este caso, para mí la exposición significa todo eso. De las tres que he hecho en Marlborough desde que trabajo con ellos, es la más pequeña, pero es la que habla más de mi trabajo, de Hugo Fontela como pintor. Uno trabaja, trabaja y trabaja, y pasado el tiempo te das cuenta de que has hecho unas cosas mejor y otras peor, pero realmente creo que va a ser positivo, al menos, en el plano personal, que esta exposición en un escenario tan importante para el arte contemporáneo como Nueva York, sea la mejor de las tres. Está muy seleccionada, con piezas muy vividas, muy pintadas, muy contundentes… y espero que para el que no me conozca sea una oportunidad de hacerlo y cree una relación en el tiempo, y para el que me conozca, que entienda que aquí hay una reflexión profunda que enlaza con todas las series anteriores.
-También es la ocasión de tener contacto directo con un mercado más vivo y agitado, más retador que el español. ¿Qué espera de ello?
-Sin duda es un mercado más vivo. Uno coge las revistas especializadas y pone las noticias de arte, y realmente ve que es donde está el asunto. Pero al final por una cuestión económica, claro: al final el arte tiene que vivir en el lugar donde hay una economía que lo consume. Como el mundo no lo puedo cambiar, intento encontrar mi hueco en él. Nueva York es una ciudad maravillosa, fantástica, pero no el mejor sitio donde un artista puede crear y crear bien. Hay muchísimas otras ciudades y espacios que me interesan. Pero sí es cierto que para exponer y divulgar tu obra, por la intensidad de la ciudad, por la cantidad y la calidad del público que tiene, es un sitio interesantísimo para poner tu trabajo en conocimiento. Y mejor en una galería asentadísima en el circuito neoyorquino y americano. Para mí es una gran oportunidad. Últimamente me lo tomo con más calma, pero es verdad que quieres hacer, quieres avanzar… y yo tengo 31 años.Mi escenario artístico lo he encontrado a través del Marlborouhg. Ahora toca pintar lo mejor posible, que es lo que genera todo lo otro. Pero exponer en esta galería con mi edad y con el entusiasmo que veo por su parte me hace estar muy contento, y más consciente aún de que lo que tengo que hacer es pintar, y pintar lo que me sale de los pinceles, como dice un amigo.