Fito Cabrales: «Verme sin gorra sería como ver a Angus Young con pantalones largos»

CARLOS CRESPO REDACCIÓN

CULTURA

FITO Y LOS FITIPALDIS
FITO Y LOS FITIPALDIS SANDRA ALONSO

Conmemora los 20 años de Fitipaldis con una gira por 20 ciudades con casi todo vendido. Éxito de venta de entradas para sus dos conciertos en Asturias

16 mar 2018 . Actualizado a las 11:16 h.

La historia de cómo un granuja de barrio, curtido en el puticlub de su padre, acaba por convertirse en el músico de rock español que más público congrega da para un fantástico guion. Recrearla con su protagonista, el incontenible Fito Cabrales (Bilbao, 1966) resulta apasionante. El músico no elude ninguna de sus aristas, no evita sus miedos ni esquiva sus contradicciones. Hoy es dios pero nunca le ha temido al diablo. «¿No ves que no puedo arder?», se burla.

A sus 51 años, aprovechando la conmemoración del vigésimo aniversario de Fitipaldis, Fito ha hecho un alto en el camino para sentarse y hacer resumen. El resultado de esa introspección ha quedado plasmado en una fitografía en la que el músico bilbaíno dice verse bien. «Es que de como tú te veas depende mucho cómo te van a ver los demás». 

La pasada semana arrancó en Santander una apoteósica gira -20 años, 20 ciudades- que, con casi todo vendido desde hace meses, hará escala en Gijón el viernes 16 y el sábado 17 de marzo. Para su primera actuación todavía queda alguna entrada a la venta. Para la segunda se agotaron hace meses.

-¿Qué va a encontrar el público en esta gira que no haya visto en un concierto anterior de Fito & Fitipaldis?

-Va a ser un poco una vuelta al pasado. He querido recuperar aquel sonido más sencillo y guitarrero de nuestros primeros discos.

-¿Y qué ha encontrado Fito al detenerse y echar la vista atrás?

-Pues mira, me ha hecho ser consciente de que ha pasado todo ese tiempo porque yo no tenía esa sensación. Sé que han pasado 20 años porque me fío [se ríe]. Es muy interesante ver las cosas con esa perspectiva. Si me preguntases por las canciones que estoy haciendo ahora no tendría ninguna certeza, me asaltarían las dudas. Pero lo que he encontrado en mi pasado sí que me ha gustado.

-«Con el paso de los años nada es como yo soñé», decías en el 2001 en «Cerca de las vías». ¿Ha cambiado eso? ¿Se acerca ya la realidad a tus sueños?

-No, sigue siendo así. Pero no quiero que se entienda como algo negativo. Me han pasado cosas más increíbles de lo que yo pudiera haber imaginado en cualquier sueño. Cuando yo empecé en esto ni siquiera existía una mínima posibilidad de soñar algo así. Nada ha sido como soñé, no. Ni para lo bueno ni en los momentos peores, que también los ha habido.

-Musicalmente creciste con y entre el «rock radikal» vasco. ¿Qué fue lo que te llevó a no participar de aquel efervescente e intenso fenómeno?

-No participé en cuanto a la creación musical pero sí que compartía escenarios con ellos y tuve la suerte de aprovechar todo lo que se generó en Euskadi en aquellos años. Pero es cierto que con Platero y Tú yo estaba en otra onda. Ellos se fijaban mucho en Inglaterra y en el punk y a mí siempre interesó más la música negra.

-«Perdido entre dos mares sin viento, sin bandera», cantas en el tema que abre «Fitografía». ¿Nunca te han gustado las banderas?

-Pues no. Tampoco es que les tenga fobia pero a lo largo de la historia las banderas nos han generado bastantes problemas.

-Para este disco has recuperado solo un tema de Platero y Tú, «Entre dos mares», que es de lo más comprometido que has escrito nunca. ¿Por qué elegiste esta canción?

-Tenía claro que en este recopilatorio quería meter una canción de Platero para decir «sí, Fitipaldis está bien pero yo vengo de aquí». Y la elección de este tema tiene que ver en gran parte con su letra. La veía muy actual, lo cual, por desgracia, significa que hemos dado un paso atrás.

-Te vuelvo a parafrasear. ¿«El triunfo del poder siempre es una derrota»?

-Eso es algo que llevo pensando toda mi vida. Es que solo la palabra poder ya suena mal, ¿verdad? Cuando el poder tiene todo el control siempre es para usarlo mal. Así que sí, el triunfo del poder siempre es una derrota... para todos los que no están en el poder.

-En los últimos meses varios músicos han sido condenados a penas de cárcel por sus letras. Aunque tú nunca te has significado por ser especialmente reivindicativo en tus canciones, ¿cómo estás viviendo esta involución en cuanto a la libertad de expresión en la música?

-Es vergonzoso. La libertad de expresión o existe o no existe. Si la aceptas no puedes decir «solo hasta aquí». Si estoy en contra de la pena de muerte no puedo decir «pero para este sí». Pues con la libertad de expresión pasa lo mismo. Lo que está pasando es algo absolutamente anormal. Claro que el arte a veces molesta, ofende y duele. Pero debe aceptarse así. Una cosa son amenazas reales y directas y otra el guion de un cómic o de una película o la letra de una canción.

-En alguna ocasión has dicho que tus recaídas con las drogas han tenido que ver con cuando intentas trabajar y no te sale nada. ¿Qué te han dado y qué te han quitado las drogas?

-Me han dado muy buenos momentos y me han dado concentración, porque a los que somos hiperactivos las anfetaminas nos centran y nos permiten estar trabajando muchísimo tiempo. Pero quien mucho te da siempre te cobra un precio. Y llega un momento en el que las drogas ya no te ofrecen nada, ni esa concentración ni esa claridad de ideas tan mágica, pero tampoco puedes dejarlas. Y esa es la gran putada. Te hacen ser lo que no quieres ser. Te hacen sentirte muy miserable.

-«El colegio poco me enseñó», dices en «La casa por el tejado». ¿Dónde aprendiste más, en el instituto o de camarero en la barra del puticlub?

-Fifty fifty (se ríe). Pero es que yo viví una educación que estaba a años luz de la que, por ejemplo, ahora tienen mis hijos. Yo formaba para entrar a clase, nos pegaban, nos castigaban... No, no tengo buen recuerdo del colegio.

-¿Y de la etapa en el puticlub?

-Sí, de eso sí. Fue toda una experiencia. Yo tenía 20 años, todas las chicas eran mayores que yo y se preocupaban muchísimo de mí. Me trataban genial. Pero aquello no tenía nada que ver con las películas. No era un ambiente nada canalla. Al revés. Era un sitio supercaro y yo estaba allí, con mi corbata y todo tieso.

-Para haber empezado la casa por el tejado no te ha ido tan mal.

-Lo importante es que cada uno empiece la casa por donde puede. Y siempre teniendo claro que a lo largo de la vida no vas a poder acertar en todas las decisiones que tomas.

-Nunca te has prodigado en festivales. ¿No te gusta ese formato?

-Los festivales son ya un acto social. Es como ir a Disneylandia y por eso entiendo que atraigan mucho. Nosotros hemos estado en alguno y sí, está muy bien pero yo prefiero un concierto con mi grupo. Además suelen ser en verano y a mí hace tiempo que no me gusta girar en verano porque tengo tres críos y es cuando puedo estar con ellos.

-Y como público, ¿vas a alguno?

-Me gusta ir al Azkena o al festival de blues de Getxo. Pero no me pasaría un fin de semana ahí, empachado de grupos. Prefiero ver a los que me interesen uno a uno.

-¿Qué opinión te merecen los grupos tributo?

-Los que hay de los Fitipaldis me flipan. Que un músico decida hacer una banda porque de entre las millones de canciones que hay en el mundo las mías le parezcan buenísimas me parece maravilloso. No sé cómo a alguien le puede molestar que canten sus canciones.

La primera que vez que tuve realmente la consciencia de ser famoso fue cuando en unas fiestas escuché a un grupo de verbena haciendo una versión de Platero y Tú. Ahí dije, lo he conseguido.

-Estás en el camerino a punto de empezar un concierto y no encuentras tu gorra, ¿qué haces?

-Pues tendríamos un gran problema, la verdad. Es que llevo 30 años saliendo a tocar con gorra. Aunque también la llevo cuando voy a la calle, la asociación entre escenario y gorra es total. Salir a tocar sin gorra sería como ponerle unos pantalones largos a Angus Young [se ríe]. No sé, salir habría que salir pero apañaría algo con la tela de algún cojín del camerino, seguro.