«Jovellanos intentó hacer de su 'Pelayo' un modelo político, cívico y de buen gobierno»

J. C. G.

CULTURA

Elena de Lorenzo
Elena de Lorenzo

Elena de Lorenzo, filóloga y directora del Instituto Feijoo, presenta el jueves el manuscrito de la tragedia escrita por Jovino recientemente adquirido por el Museo Casa Natal del ilustrado

27 mar 2018 . Actualizado a las 11:40 h.

Las razones históricas y literarias por las cuales Jovellanos escribió su tragedia El Pelayo y su engarce en el contexto de la Ilustración española serán el tema de la conferencia que, mañana jueves ofrecerá a las 19 horas la filóloga y directora del Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII Elena de Lorenzo en la Casa Natal del ilustrado gijonés. El acto toma como eje el texto de la obra de 1769 cuyo manuscrito fue recientemente adquirido por el Museo Casa Natal de Jovellanos, representada en 1782 en su ciudad natal, y se enmarca en el Programa Centenarios de Asturias 2018.

Manuscrito de 'El Pelayo' de Gaspar Melchor de Jovellanos
Manuscrito de 'El Pelayo' de Gaspar Melchor de Jovellanos

-La obra ostenta doble título, según sus dos antagonistas. ¿El Pelayo o La muerte de Munuza?

-El Pelayo. Este doble título, El Pelayo o la muerte de Munuza, que es como tituló José Miguel Caso González la tragedia al editarla en 1984 en las Obras Completas de Jovellanos, en realidad nunca existió como tal: existe El Pelayo y existe Munuza. Jovellanos escribió El Pelayo en 1769 y lo corrigió entre 1771 y 1772, pensó publicarlo (no lo hizo), y lo representó en Gijón en 1782. Y otra versión, notablemente distinta, es el Munuza que se presenta en Madrid en 1792, y que se editó sin mención de autor ni pie de imprenta, pero que no es versión de Jovellanos.

-¿No?

-No. En 2002, René Andioc, gran especialista en teatro español del siglo XVIII, publicó un artículo sobre las razones: sobre todo, puso sobre la mesa un recibo en que el dramaturgo Luciano Comella cobraba 1.500 reales por la obra el día antes de la representación en Madrid. El cobro confirma la teoría de Ceán Bermúdez. Cuando Ceán ve el Munuza impreso en 1814, señala que no sabía nada de esta obra, que Jovellanos no estaba en Madrid cuando se representó, y que no creía que Jovellanos hubiera cambiado el título relegando de él a Pelayo, ni cambiado el nombre de Dosinda por el de Hormesinda; vamos, que no creía que Jovellanos tuviera nada que ver con el Munuza. Hay otros testimonios que arropan esta prueba, pero la demostración de que Comella cobró el día antes es concluyente para pensar que los cambios introducidos en la obra (el Munuza) no son de Jovellanos.

-Pero el manuscrito de la Casa Natal es de El Pelayo.

-Eso es: de ahí la importancia. Hasta que Andioc escribió su artículo en 2002 no se tenía noticia de dónde andaban los manuscritos de El Pelayo de Jovellanos. Uno está en la Biblioteca Nacional: estaba mal catalogado, como si fuera El Pelayo de Quintana, pero es el de Jovellanos. El otro es éste que acaba de aparecer, el que ahora está en la Casa Natal. Así que en más de 200 años sólo han aparecido dos copias: la de la Nacional y ésta.

-Dice que el propio Jovellanos corrigió la obra, este manuscrito ¿es la primera versión o la corregida?

-Los dos responden a la versión corregida. Jovellanos dice que al corregir cambió la escena del segundo y tercer acto del atrio del palacio a un salón, y en ambos se da esa mudanza de lugar. Desde el punto de vista filológico tiene más interés, pero aunque hubiera sido un manuscrito de la primera versión sería importante.

-Y este Pelayo llega a Gijón precisamente en 2018, para la conmemoración de los 1300 años de la revuelta de los astures liderados por Pelayo. Muy a tiempo.

-Pues sí, llega precisamente este año 2018, como si hubiera estado esperando a hacerlo en el momento propicio, cuando se cumplen 1300 años de la historia que nos cuenta. A veces hay coincidencias felices.

-¿Cómo dieron con él?

-Fue Philip Deacon, gran dieciochista, catedrático emérito de la Universidad de Sheffield y miembro del Instituto Feijoo, quien me lo dijo: que en el catálogo de una librería de Madrid figuraba un manuscrito de El Pelayo. Así que consulté a ver qué tipo de copia era -no fuera a ser un Munuza- y lo comuniqué al Ayuntamiento de Gijón. Obviamente, un manuscrito de El Pelayo tenía que estar en la Casa Natal: no sólo por ser obra de Jovellanos y tratar de la historia de Asturias; es que la obra transcurre íntegramente en Gijón y hasta son personajes en ella los «ciudadanos de Gijón», «rebeldes siempre al agareno yugo» los llama Munuza. Digamos que el manuscrito es patrimonio literario, pero también cultural, de Asturias, y de la propia ciudad de Gijón.

-¿Y por qué escribe Jovellanos una obra sobre Pelayo?

-Esto es largo de explicar, pero, como casi siempre, confluyen varias razones. Cuando la escribe es joven, tiene 25 años, acaba de llegar a Sevilla y se incorpora al círculo de Olavide: el grupo que lo rodea está involucrado en la reforma del teatro: se inaugura uno, se funda la primera escuela de actores de que hay noticia en España… Están traduciendo nuevas obras, para dotarse de un repertorio más moderno -menos barroco, si se quiere-, más acorde con la estética neoclásica y con los parámetros ideológicos de la Ilustración. Y en este contexto, Jovellanos traduce la Ifigenia y escribe esta tragedia, que es su primera obra de envergadura. Quiero decir que hay un contexto inmediato que lo anima.

-Pero además hay otros Pelayos, como el que mencionaba de Quintana.

-Hay que matizar que en la tragedia neoclásica hay un montón de Pelayos, Egilonas, Ataúlfos, Sanchos Garcías, Guzmanes o Numancias; lo que intenta Jovellanos con esta obra, y el resto con las suyas, es narrar las antiguas hazañas fundacionales para dibujar una historia nacional y poner en circulación modelos de política y virtudes cívicas: por ejemplo, recordar a la nobleza y a la realeza sus deberes políticos, discutir qué es un buen gobernante y un tirano -como Munuza-, mostrar que el buen gobernante debe poner por encima de sus intereses privados el bien común. O sea, lo que no hace Munuza, y lo que no hizo Rodrigo, que también da para buena literatura -y ahí están los romances-, pero digamos que el tema de los amores del último rey godo y la Cava y la venganza era un tema complicado para la monarquía, que no sale bien parada; para modelo, mejor Pelayo.

-Que, no obstante, es fundador de una monarquía.

En el caso concreto de Jovellanos, trata de reivindicar a Pelayo como restaurador y fundador de la monarquía española -insiste mucho en que es «de la sangre de los godos» para marcar continuidad y legitimación- y como héroe de la nación. Rodrigo es el desastre, y Pelayo el restaurador, el pacificador, el unificador, aclamado -también insiste en esto- por los suyos, como Suero, en la obra. Pep Sala Valldaura, al explicar por qué Moratín escribe la Hormesinda, que se estrena en febrero de 1770 -o sea, que es estrictamente contemporánea de El Pelayo de Jovellanos, vamos, que andan en lo mismo-, concluye que la figura de Pelayo reunía tres condiciones que requería el imaginario político para convertirlo en un símbolo, las de ser español, cristiano y godo. Esa es la cuestión.

-A Jovellanos también se debe la propuesta de la estatua de Pelayo en Gijón y la inscripción que la acompaña.

-Sí, y también lo cita en la sátira II, en contraposición a los nobles que critica, y en el Canto guerrero para los asturianos. Lo de la estatua es también en 1782, cuando se representa esta obra en Gijón, y no creo que sea casualidad. Y en el texto de la inscripción aparece también Pelayo como de la sangre de los reyes godos y como restaurador de la libertad de España. Y ese mismo año anduvo buscando la tumba, y se fue hasta Santa Eulalia de Abamia, y dice que sólo queda una losa con una espada grabada. Hay un texto muy bueno de Pedro de Silva, Los territorios de Jovino, que fue su conferencia en el congreso que organizamos en 2011 para conmemorar el bicentenario de la muerte de Jovellanos y que está publicado en las actas, Jovellanos, el valor de la razón. Pedro sabe hacerse las preguntas adecuadas, que casi siempre son distintas de las que nos hacemos el común de los mortales. La pregunta era quién era el héroe juvenil de Jovino, y la respuesta es que era Pelayo, lo que demostraba contundentemente dando un montón de referencias, y señalando certeramente como prueba primera El Pelayo. No me cabe duda de que esta clave local, cierto gijonismo, o asturianía, no sé bien cómo llamarlo, juega también un papel en todo esto. No en vano decía Clarín que Jovellanos había sido el primer asturiano, y en cierto sentido el único.