Pedro Mairal: «El deseo nos vuelve vulnerables»

Héctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

luis villén

Tras el éxito de «La uruguaya», el argentino rescata «Una noche con Sabrina Love», con la que llega mañana a Galicia

09 may 2018 . Actualizado a las 07:32 h.

El clamoroso e inesperado éxito de La uruguaya (Libros del Asteroide, 2017), novela que ya va en España por la novena edición, ha situado en el mapa a su autor, Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970), como una de las voces más interesantes de la literatura de América Latina. Tamaño bombazo ha llevado al editor, el gallego Luis Solano, a recuperar su debut: Una noche con Sabrina Love (1998). Mairal estará con los lectores gallegos mañana en la librería Moito Conto (A Coruña) y el viernes en Cronopios ( Santiago).

-¿Hay algo en «Una noche con Sabrina Love» de novela de educación sentimental, de historia iniciática y quizá también de relato erótico?

-El título parece llevar una impronta sexual. Pero trata de un chico que primero descubre con una porno star que la sexualidad es algo muy distinto del porno con el que se había educado, y que después conoce a otra chica más real, Sofía, sin tanta asimetría: un adolescente y una porno star están en lugares distintos. Sofía le permite conocer una relación posible, algo parecido al cariño, al amor. Algo le pasa también con Sabrina, pero relacionado con el contraste entre lo imaginado y lo real.

-¿Como en «La uruguaya», también propone una demolición del amor romántico?

-No estoy tan seguro. Hay un acercamiento humano. Es tan frío el porno, alienado; puede ser muy abusivo, en particular con las chicas jóvenes. Es una lástima que la educación sexual primera, sobre todo para los varones, pase por el porno. No sé si las mujeres ven porno, pero no creo que les interese tanto ese aspecto visual, de ver, que tenemos los hombres. A los dos personajes, Daniel Montero [Sabrina Love] y Lucas Pereyra [La uruguaya], el deseo los coloca en una situación vulnerable, nos pasa a todos, el deseo nos vuelve vulnerables: se meten en situaciones peligrosas, hacen el ridículo... Pero hallan algo. Incluso Pereyra logra conocer su propia cara mejor. Los dos vuelven transformados de sus viajes.

-Retrata las crisis del adolescente y el cuarentón, de importante relación con el sexo, que muestran la cara más patética del hombre... También el lado más humano.

-Ese lado humano es lo que termina generando empatía con el lector. Los personajes se vuelven más queribles, más fáciles de entender. Me gusta cómo, en el mundo latino, tenemos una tendencia a crear ese tipo de personajes. Ya el Quijote es un tipo que uno ve, pobrecito, la distancia que hay entre su ideal del mundo de caballerías y la España polvorienta y violenta de su época. En el mundo anglosajón aparece el héroe muchas veces. Es difícil relacionarse con la figura del héroe. Sí, el cuarentón frustrado, enojado, que sale a vivir una aventura en la que uno ya sospecha que le va a ir mal, me parece un personaje más querible. Si yo hubiese puesto un triunfador estas historias no hubieran funcionado.

-«Sabrina Love» ofrece una versión o un tono, quizá por la edad, más vitalista, menos amarga que «La uruguaya».

-Pensá que son 20 años de diferencia. En Sabrina Love está el chico y estoy yo con mis 28 años escribiendo ese libro, con un entusiasmo verbal, vital, de escribir por primera vez una historia más larga. Hay una exploración de la palabra, cierto lirismo con el paisaje, vinculado a ese momento, y que, leyendo la obra dos decenios después, no quise corregir porque el cuarentón medio escéptico que soy no tiene por qué tocar la novela al veinteañero entusiasta. En La uruguaya aún tengo un entusiasmo verbal, pero está matizado el lirismo con otras cosas, quizá con un tono más coloquial que me permití en la prosa. Alguna gente ve Sabrina Love como una precuela, como si hubiera continuidad en los personajes.

-Si las dos novelas registran su evolución personal, cabe esperar que también recojan rasgos autobiográficos.

-Hay cosas, sí. No conocí a una Sabrina Love, me hubiera encantado a los 17 años. Sí es autobiográfica la experiencia en la ruta en Entre Ríos. Cuando era adolescente a veces iba solo, en ómnibus o a dedo. Esa provincia inundada, el deslumbramiento por la gran ciudad, el contraste urbano-rural... Pero es La uruguaya la más autobiográfica, o donde uso más cosas de mi vida personal. Me agarro casi como personaje. Pereyra no soy yo, pero lo soy, lo digo en broma, en un 53 %. Tengo una vida de escritor, con las vicisitudes de un tipo de cuarentaylargos, con divorcios a cuestas y frustraciones y demás.

«Con “La uruguaya” se alinearon los planetas»

Sabrina Love fue en Argentina una novela de éxito (premiada en un jurado con Bioy Casares, Roa Bastos y Cabrera Infante en el jurado), pero en España pasó desapercibida.

-No sé cuán bien elegida estaba la colección del sello Anagrama Contraseñas, donde salió en el 2001 y que acogía novelas duras, donde hay drogas, Bukowski, Trainspotting... Me parece que mi novela no pegaba mucho con eso.

-Con «El año del desierto» y «Salvatierra», por ser dramáticos, no ocurrió nada. ¿Qué es lo que tiene «La uruguaya»?

-Sinceramente, creo que son excepciones los momentos en que los libros hacen tanto ruido. No se puede planear. Yo escribo los libros lo mejor que puedo, y hay libros que tocan una vez una cuerda que salta por encima del circuito literario y se convierten en un hecho popular. Se alinearon un poco los planetas y terminó pasando esto. En La uruguaya, particularmente, hay algo muy universal con respecto al deseo de fugarse y un tono muy íntimo, de confesarlo todo, de hablar de cosas de las que no se puede hablar, infidelidad, dinero, miedo a los hijos... Pereyra no tiene filtro.

-Y el lector se reconoce...

-Sí. Y luego está su brevedad. Todo sucede en un día. Y esas son cosas que ayudan a que una novela sea popular. Sucede muy rápido, se lee muy rápido. Hay mucha tensión, uno quiere saber qué le va a pasar a ese tipo. Ya uno lo percibe cargado de tragedia, una microtragedia burguesa. Y creo que el tono confesional -él aparece contándole a su mujer la estupidez que hizo ese día, el que le cambió la vida- provoca cercanía.

-¿Solidaridad también?

-Sí. Y una especie de risa nerviosa. Hay humor y no es que yo haga chistes. El lector se ríe porque hay mucha tensión y uno percibe que las cosas le van a salir mal, que está enojado y muy frustrado.