El despertar de China, visto por el arte

héctor j. porto BILBAO / ENVIADO ESPECIAL

CULTURA

«Alumbramiento apresurado», de Chen Zen, un dragón recreado con neumáticos de bicicletas
«Alumbramiento apresurado», de Chen Zen, un dragón recreado con neumáticos de bicicletas VINCENT WEST | reuters

El Guggenheim abre una muestra que relata mediante la creación contemporánea el proceso traumático que convirtió un país empobrecido en una superpotencia global

11 may 2018 . Actualizado a las 08:22 h.

¿Cómo ha cambiado China en apenas unas décadas? ¿Cómo explicar el gran salto? ¿Cómo comprender una realidad tan contradictoria a ojos de un occidental? ¿Y cómo se ha posicionado el artista ante esa realidad? El proyecto que presenta el museo Guggenheim de Bilbao, y que hoy se inaugura, es tan ambicioso como complejo. Considerado por The New York Times como una de las diez mejores exposiciones del año tras ser mostrada (desde el pasado octubre hasta marzo) en la sede neoyorquina del Solomon R. Guggenheim Museum, el icónico cilindro diseñado por Lloyd Wright, Arte y China después de 1989: El teatro del mundo plantea un fascinante relato de cómo en un breve lapso de tiempo China pasó de ser un país pobre a convertirse en una superpotencia global. Pero aquí no hay estadísticas, ni tampoco un ensayo histórico-político sobre las convulsiones en el seno del Partido Comunista. La arquitectura de esa caleidoscópica narración se sostiene (se guía) sobre los pilares (por las balizas) del arte contemporáneo. La crítica que propone el creador en su obra y su intervención en la realidad convulsa componen ese gigantesco puzle, que ocupa la planta segunda del edificio de Gehry.

Comisionada por un equipo liderado por Alexandra Munroe y que integra a Philip Tinari y Hou Hanru, la muestra toma como referencia determinante el arco temporal de dos decenios que delimitan las trágicas protestas de Tiananmen (1989) y los Juegos Olímpicos de Pekín (2008) y ordena la producción de sesenta autores y varios colectivos, en un despliegue de más de 120 obras que incluyen diferentes ámbitos como la performance, la pintura, la instalación, el vídeo-arte y las acciones socialmente comprometidas. Ese período será tan decisivo para el gremio artístico como para la propia sociedad y, por ende, el país mismo, marcado entonces por acontecimientos como el final de la Guerra Fría y el desarrollo de la globalización.

El trabajo de Munroe retrata ese despertar chino y deja claro que los artistas no fueron solo meros observadores críticos de esta transformación traumática, que dio paso a un capitalismo tan salvaje como singular, sino que fueron agentes que trataron de catalizar ese cambio. Con sus reflexiones y provocaciones, subraya Munroe, aspiraban a construir una realidad libre de ideología, a reforzar el papel del individuo frente al colectivo y a definir la experiencia contemporánea según una perspectiva universal que excediese lo particular y en el marco de una desconfianza clara hacia el consumismo y la prosperidad que el capitalismo anunciaba.

La exposición toma su nombre de El teatro del mundo, una pieza emblemática que Huang Yong Ping, residente en París, presentó en Stuttgart en 1993 y que hace cohabitar en una estructura tipo jaula insectos y reptiles vivos como una metáfora irónica de la cohabitación que implica la globalización y que se inspira en la cosmología china y en las ideas occidentales de la Ilustración sobre el control y también en la crítica de la modernidad que propugna Michel Foucault.

Sobre este eje incidió Munroe, que quiere que esta muestra contribuya a dinamitar el canon eurocéntrico y a articular una nueva historia del arte global. También quiso cuestionar el extendido lugar común sobre el peso de la censura y recordó que, entre los alrededor de setenta artistas presentes en la muestra, solo uno, Ai Weiwei, es oficialmente disidente, aunque muchos residen fuera del país.

De las bicicletas al caos de los conductores de automóviles

Una de las críticas más contundentes de los efectos de la globalización y la asunción interesada del capitalismo por parte del régimen chino la propone Chen Zen en su obra Alumbramiento apresurado (2000). Es más, se consagró como la gran imagen de la exposición de Nueva York. La pieza recrea un dragón de 20 metros de longitud colgado del techo y construido con cientos de neumáticos de bicicletas, cuyos restos metálicos conforman la cabeza. En el vientre, un relleno de cochecitos de plástico. La tradición frente a la modernidad. La metáfora alude al impacto del cambio en China, no solo ecológico, que pasa aceleradamente de ser un país de ciclistas a uno de conductores de automóviles, con su caos de tráfico, ruido, suciedad, contaminación...

Consumismo y progreso

El consumismo y el progreso introducidos, de algún modo, artificial y precipitadamente, con una proliferación de casos de corrupción, especialmente en el terreno urbanístico, son dos de los frentes más atacados por los creadores contemporáneos, que también critican el frenesí generado por la llegada de galerías, críticos, ferias europeos y estadounidenses (Documenta de Kassel y Venecia, a la cabeza). La agresiva irrupción del mercado del arte desata una carrera en el gremio de creadores por posicionarse y ser aceptados por el gusto de Occidente. Resulta reveladora la sencilla instalación de Zhou Tiehai que emite el mensaje aeroportuario grabado avisando de la salida y llamando al embarque del vuelo a Kassel.