Emilio Gutiérrez Caba: «La edad te marca, como un vino con un trozo de queso»

Virginia Madrid

CULTURA

Javier Naval

Su personaje de vecino malvado en «La comunidad» le valió su primer Goya, el segundo se lo llevó por «El cielo abierto», pero lleva más de cincuenta años encarnando vidas ajenas «para emocionar al público». A sus 75 años sigue llenando con su presencia los escenarios y confiesa: «De no ser actor, me habría decantado por ser escritor o periodista».

13 may 2018 . Actualizado a las 01:57 h.

Pertenece a una de las sagas más emblemáticas de las artes escénicas de nuestro país. Es bisnieto, nieto, hijo, hermano y tío de actores y su destino estaba ya casi predeterminado cuando nació en medio de una gira teatral. A sus 75 años, Emilio Gutiérrez Caba (Valladolid, 1942) sigue disfrutando de su oficio con pasión y entusiasmo, porque le hace sentirse vivo y porque actuar es lo que más le «gusta hacer en la vida». Hombre tímido y reservado, asegura que disfruta de las pequeñas cosas: «Echarme la siesta, tomarme un vermú y una conversación interesante con un amigo me hacen feliz». Admirado por el gran público y reconocido como un actor de prestigio, confiesa: «Lo más complicado es llegar a la edad de la jubilación. He vivido intensamente y eso te da una sensación de triunfo sobre la vida y el tiempo».

-«Después del ensayo» es su último trabajo, en el que interpreta al director de cine Ingmar Bergman y donde se aborda el paso del tiempo. ¿Se siente identificado de algún modo con las reflexiones del texto?

-Cuando se llega a una edad, lo que empiezas a valorar son cosas nada abstractas sino muy concretas. El té del desayuno, el aire cuando abres la ventana, que te va llevando a cosas... Los recuerdos son como puñetazos que te van dando constantemente.

-Esta obra es un homenaje al teatro y a los actores.

-Sí. Habla de las relaciones de un director de teatro con dos actrices, esa relación que existe entre una generación y otras y lo que ha desencadenado sentimentalmente en él ese montaje de teatro. Es una obra en la que se desvela un poco cómo es el mundo del teatro, lo que opina un director sobre los actores y deja entrever que lo que está viendo el público ese día es algo irrepetible.

-¿Y para qué sirve el teatro?

-Sirve para conocerse mejor, para conocer mejor a los demás, para darse cuenta de que hay bondad y maldad en el mundo y que todo esto es como es y no como nosotros queremos que sea. La infancia es un cuento de algo que luego va a estallarnos en la cara, que es la vida. Y eso el teatro te lo muestra en cada una de sus obras y por distintas razones cómo te estalla: a través del amor, del trabajo, de la política, de la vecindad.

-¿Qué hace usted después del ensayo de la obra de turno?

-Ir a comer, o si es por la tarde, nos quedamos un rato charlando el grupo de actores para intercambiar impresiones sobre el texto y los personajes, para conocernos mejor.

-Viviendo tantas vidas a través de sus personajes, ¿uno llega a conocerse de verdad?

-No. Uno aprende a conocerse todos los días y descubres cosas nuevas. Además, la vida te cambia y te obliga a cambiar y también la edad te marca, como lo hace tomarte un buen vino con un trozo de queso.

-¿Qué le empuja a subirse al escenario con tanto entusiasmo?

-La motivación. El sentir lo que hago, el disfrutar de mi oficio y el trabajar para poder vivir.

-¿Pesan mucho los años sobre el escenario?

-Sí. Uno se fatiga más, la limitación física está ahí por la edad, pero no lo llevo mal del todo. Aquí estoy.

-¿Ha pensado ya en su retirada? ¿En despedirse definitivamente de los escenarios?

-Como no hago la competencia a los jóvenes, sigo disfrutando y me siento bien, seguiré. No pienso retirarme todavía. Y no sé cuándo llegará ese momento.

-Dígame, ¿hoy en día qué supone para usted actuar?

-El teatro es el referente de que aún eres capaz de enfrentarte al público y conectar. Te hace sentirte vivo, porque los actores jugamos con sentimientos y emociones y eso se experimenta con gran intensidad.

- Más de cincuenta años de carrera dan para mucho. Cuando echa la vista atrás, ¿qué reflexión hace de su trayectoria?

-Pues según el día, pienso que ha estado bien, regular o que ha sido un desastre. Pero siempre que salgo al escenario, lo hago con la intención de emocionar, de hacer disfrutar al público, de conmoverlo, porque actuar es lo que más me gusta hacer en la vida.

-El actor, ¿nace o se hace?

-Hay un poco de todo. Aprendes a lo largo de la vida, porque vas asimilando el día a día, pero solo en los escenarios, sino en la vida. No hay camino exacto para ser actor.

-El público le admira y es reconocido como un actor de prestigio. ¿En qué momento se da cuenta de que ha triunfado?

-Nunca te das cuenta, porque triunfar, no triunfas nunca.

-¿Entonces, lo más difícil entonces es permanecer?

-Sí. Lo más complicado es llegar a la edad de la jubilación. He podido hacer cine, teatro y televisión, porque me han permitido hacerlo y me siento satisfecho. He vivido intensamente y eso te da una sensación de triunfo sobre la vida y el tiempo.

-Tras haber rodado más de cien películas, ¿qué personajes le han dejado una huella más profunda? ¿Por cuáles siente cierta predilección?

-Al vecino terrible de La comunidad, el Don Diego de El sí de las niñas y el de Olvida los tambores los recuerdo con especial cariño. Fueron grandes personajes.

-¿Y alguno que se haya quedado pendiente?

-Coriolano, de Shakespeare. Pero los mejores personajes son los que están por llegar y te sorprenden.

-Precisamente, por su personaje de «La comunidad» ganó el Goya al mejor actor de reparto.

-Sí. Aquella noche fue una de las más felices de mi vida, porque reconocieron mi trabajo en esta película y mi hermana Julia también se llevó el Goya por You Are The One. Fue una noche inolvidable.

-La estirpe teatral continúa con su sobrina Irene Escolar.

-Pues sí. Es una magnífica actriz. Da bastante placer pensar que hay otra generación que continúa y más si es una mujer la que toma las riendas.

-¿Siempre quiso ser actor o le marcaron el peso de los genes y la tradición familiar?

-Fíjate, yo empecé trabajando como técnico de revelado a color en un laboratorio de cine y revelé películas en las que actuaban actores que después fueron compañeros míos. Cosas de la vida. Pero en algún momento pensé: ¿por qué no hacer teatro?

-¿Cómo recuerda aquellos años de niñez entre ensayos y giras?

-Con emoción y mucha ilusión. Los veranos eran estupendos, porque como mis padres hacían giras, pues iba con ellos y eso significaba viajar, ir a la playa, ver otras ciudades, vivir los ensayos en otros teatros… fueron años estupendos.

-Y si no hubiese sido elegido el camino de la interpretación, ¿qué le hubiese gustado hacer?

-Me habría decantado por ser escritor o periodista. Ser un buen literato y escribir una buena novela habría estado bien.

-¿Qué le queda por hacer?

-Escribir, dirigir, ver películas, tomar una cena rica. Tantas cosas...

-Tiene fama de ser un hombre tranquilo que huye de los focos y los flashes.

-No huyo de los focos. Soy un hombre tímido, algo que heredé de mi madre y mi tía. Y cuando acudo a un estreno sale a relucir mi timidez. No me siento cómodo ante tanta exposición.

-¿Qué le hace feliz?

-Las pequeñas cosas como echarme la siesta, tomarme un vermú, una conversación interesante con un amigo. Soy de buen conformar.

-¿Y qué le llena de ilusión?

-Los viejos amores y las antiguas pasiones que ya no se alcanzan, pero se recuerdan con emoción.

-¿Qué le borra la sonrisa?

-Los traficantes de armas y de personas, la gente que pasa hambre, sed y frío y la falta de trabajo me llenan de indignación.

-Un deseo.

-Que el mundo sea un poco mejor y que cada uno de nosotros pongamos un granito de arena para lograrlo.