Laura Restrepo: «No quería hechos, me interesaba saber cómo piensa el agresor»

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

ZIPI | Efe

A partir del crimen de una niña de 7 años, la autora colombiana novela un caso parecido al de La Manada

30 may 2018 . Actualizado a las 07:29 h.

«La escoge a ella, a la Niña-niña, precisamente por ser la criatura más indefensa del universo. La más vulnerable. Precisamente por eso. Él es hombre, ella, mujer. Él, adulto, ella, una niña. Él, blanco, ella, de piel oscura. Él es rico, ella, paupérrima. Él es el más fuerte, ella, la más débil. Él, amo y señor. Ella, criatura del extrarradio». Es un pasaje, podría ser el resumen, de Los Divinos (Alfaguara), la nueva novela de Laura Restrepo (Bogotá, 1950). Es una ficción escrita a partir de un crimen que conmovió Colombia: el de una niña de 7 años. Fue cometido por uno de los cinco componentes de «los Tutti Frutti, cinco hombres jóvenes de la clase alta bogotana», describe la escritora, y que recuerdan mucho, aunque «escribí el libro sin conocer el caso», a lo ocurrido en Pamplona con los integrantes de La Manada. Restrepo estará hoy, a las 20 horas, en A Coruña, en la Fundación Luis Seoane, conversando con Javier Pintor sobre su nuevo libro, dentro del ciclo Somos o que lemos.

-Ha pasado de «Pecado», su anterior novela, a «Los Divinos», ¿por qué ese título?

-Los Divinos es un grupo de muchachos, niños bien, -en este caso, quise que fueran hijos de mamá, que es la que tiene el dinero-, arquitectos, guapos. Ellos lo tienen todo. Uno comete un crimen, pero la gente los llama así porque tiene la sospecha de que al asesino no lo van a tocar y eso genera indignación.

-Parte de un caso real...

-Hay un crimen que es real y a partir de ahí elaboro una ficción. En este caso la víctima es absolutamente limpia, no se le podrá culpabilizar, es de lo más inofensiva y contrasta con el agresor todopoderoso. Así no hay manera de seguir esa tendencia infame de culpabilizar a la víctima y a partir de ahí hago la radiografía de la sociedad en la que vivimos.

-¿Por qué recurre a la ficción en lugar de la investigación?

-No tenía interés en informar sobre los hechos. Me interesaba saber cómo piensa el agresor, un ciudadano libre de toda sospecha, hacer una indagación con su mundo interior, más que con los hechos, de una cultura tan hedonista, de una persona que le molesta que le contraríen en sus deseos, que piensa que nadie le dice lo que no puede tener.

-Los amigos del criminal tienen un pacto desde el colegio para apoyarse, ¿cómo reaccionan?

-Sin desvelar la trama de la novela, ellos se ven reflejados en el criminal. Muñeco, que así se llama, lo ha hecho por el infinito desprecio hacia la mujer, igual que los demás: es un trato de matonería, de patonería, pero hay un margen de tolerancia social. El Duque, que es el más estirado del grupo, tiene a su novia como un elemento decorativo.

-En la novela hay muchas expresiones colombianas...

-El libro está escrito en Bogotá y el lenguaje tenía que ser la jerga bogotana, un desdoblamiento del castellano, pero los lectores españoles lo entienden. Me ayudó mucho mi hijo, Pedro, que es el primero que lee todas mis cosas, es implacable conmigo y me corrige las expresiones porque los protagonistas son gente de su edad.

-La historia la cuenta uno de los Tutti Frutti, un hombre, ¿por qué?

-Necesitaba un narrador que fuera parte del grupo y un poco distinto para poder esconderme detrás de él. La historia está contada a través del narrador masculino porque me pareció que mirar los hechos desde los varones era más innovador.

«La gran novela negra delata el maltrato»

Laura Restrepo alude varias veces durante la conversación a la idea de «ponerse en los zapatos del otro».

-Es curioso que en la novela también menciona eso del cambio de zapatos en varias ocasiones...

-La novela está hecha de detalles, de pequeñas cosas, menudas, algunas que asustan mucho. Los protagonistas son muchachos y no hombres porque uno de sus rasgos es el del infantilismo. Tu te pones a conversar con ellos y son simpáticos, amenos, amables pero por debajo mantienen una relación bastante torcida con la vida, con su propio yo; construyen un altar en el que ellos son el centro de todo. Este hombre, Muchacho, entiende que no mató a nadie en el sentido de que la niña no era nadie, era inexistente y su muerte fue fruto del azar.

-Alude también al silencio en los casos de feminicidio.

-Es otro elemento clave, en las mujeres, en las familias, el temor a la deshonra que lleva a ese silencio. Es algo que ayuda al victimario.

-Novelas como esta, ¿cree que ayudan a hacer frente al feminicidio?

-La presenté en Bogotá y me sorprendió la conexión con la juventud, que la compraban y se interesaban por ella. Es algo que también he visto en Madrid o Barcelona, donde he estado en debates y se ve que la gente está muy abierta al debate y que hay un profundísimo rechazo y una enorme reafirmación de que el no es no. En Escandinavia, la gran novela negra delata el maltrato, las torturas y lo cuentan las mujeres. Es un lugar de esos que siempre se ponen de ejemplo pero que ahora también está estremecido por la ola de denuncias que sacude el mundo.