Nacho Vegas: «Música, amor o religión aún pueden estar a salvo del mercado»

J. C. Gea GIJÓN

CULTURA

Nacho Vegas
Nacho Vegas Paula Fernández

Nacho Vegas habla de «Violética», el ambicioso nuevo álbum con el que regresa cuatro años después de «Resituación», el 8 de junio, y de todo lo que ha rodeado la compoición del disco

03 jun 2018 . Actualizado a las 09:02 h.

Desde hace unas fechas, dos canciones muy distintas entre sí -Ser árbol e Ideología- dan una pista de algunos de los límites que demarcan Violética, el álbum con el que Nacho Vegas reaparece cuatro años después de Resituación. Pero son solo dos de los registros que el cantautor gijonés despliega en el que seguramente sea su trabajo más complejo y ambicioso, a razón casi de una faceta diferente por cada una de las 18 composiciones que reúne el doble elepé y triple CD que se publicará el día 8. Escoltado por Abraham Boba, Edu Baos, Manu Molina, Joseba Irazoki, César Verdú y Luis Rodríguez, arropado por el Coru Antifascista L'Altu la Lleva y en diálogo con Cristina Rodríguez o María Rodés, entre otras colaboraciones, Vegas despliega un cancionero en el que conviven intimismo y crónica personal, fábula política, crónica negra hecha balada, ironía, desamparo y esperanza mezcladas en todos los registros posibles, desde las composiciones de aire tradicional hasta el rock electrónico o la cumbia.

-Violencia y poética, violeta y ética... Le dejas mucho margen al oyente para que entre al álbum a través de su título. Pero, ¿qué tenías en la cabeza al titularlo así?

-La verdad es que cualquiera de esas opciones es válida, pero en realidad este disco me planteé titularlo no como otros álbumes, en los que había una frase o un verso sacado de una canción, algo de alguna manera representativo de las canciones del álbum, sino que me planteé nombrarlo como quien nombra a un fíu; una fía en este caso. Hay un guiño a Violeta Parra, una de mis referentes en la música popular, y que está presente en el disco. Como ella jugaba mucho con las esdrújulas, jugué con su nombre y las esdrújulas. Es simplemente ese guiño. No quería tampoco que tuviera ningún título excesivamente significativo, sino un nombre.

-De mujer, en todo caso.

-Sí, al final quise que cayera un poco sobre la parte femenina del disco. En los últimos años, intenté aprender a escribir con una óptica, no voy a decir que feminista porque en ningún caso quiero ir de eso. En realidad, me preocupa que Violética se entienda como un título que remite al feminismo porque no quiero ir de feminista ni mucho menos. Pero sí que es verdad que, a la hora de escribir, tiendo a desmasculinizar un poco las canciones. Miguel Brieva, cuando hizo el diseño del disco, lo cargó en esa portada con ese rostro de mujer y esa mirada. Y esa parte del disco está más presente. Las colaboraciones femeninas en el disco son además de mujeres que tienen un papel importante: Cristina Martínez, de El Columpio Asesino, toma la voz de un personaje y ella misma reescribe la canción de alguna manera. Esa parte quería acentuarla.

-El punto de vista femenino, una sensibilidad que tiene mucho de sensibilidad de mujer, está presente de muchas formas en el disco, de forma muy sutil en canciones como Ser árbol, y en otras como La última atrocidad de forma muy beligerante. ¿Qué hay tras ese punto de vista? ¿Solidaridad, higiene de género, catarsis...?

-En La última atrocidad, la canción con Cristina Martínez sí que hay una especie de catarsis. Hay dos personajes: el que asumo yo, que es asbsolutamente miserable, y el otro que tiene que asumir una mujer como Cristina y una voz como la suya. Sabía que ella no iba a limitarse a cantar, sino que también iba a interpretar el personaje. Es un diálogo, casi una obra teatral a dos voces. En Ser árbol me planteé algo que me fascinaba en los Smiths. Crecí siendo fan de ellos, y una cosa que me maravillaba era el modo en que valiéndose del inglés Morrissey eludía mucho el género y hacía canciones que podían tener lecturas muy diferentes. Esa es una cosa que me ha quedado y que he ido acentuando para no hacer canciones con un sesgo de género demasiado marcado.

-También sus canciones son cada vez más polifónicas, más corales, con más personajes que no son usted mismo.¿Siente que tiene que dar cauce a más voces?

-Hace unas horas, en otra entrevista, Víctor Lenore me venía a decir algo así como que he hecho el camino inverso al que ha hecho gente como Bob Dylan, que fue del folk hacia el rock. Sí que me di cuenta de que tirando de ese hilo iba en dirección hacia los cantautores folk: no solo los cantautores en el mundo anglo, sino los folkloristas de latinoamérica, Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra misma… gente que tenía conciencia de que la música le pertenecía al pueblo; algo que ocurrió además durante siglos. Lo que pasa es que, con la música grabada, tan normal para nosotros, tan metida en nuestra vida, todo cambió; con los derechos de autor y la manera tan restrictiva como se entienden, parece que la autoría de una obra es algo intocable. Sin embargo, las canciones populares se iban escribiendo y reescribiendo según pasaban de mano en mano, según se iban difundiendo por el boca a oreja, la gente las iba reescribiendo. De esa forma, encuentras que hay diferentes canciones a partir de una misma canción tradicional según la oigas en un territorio o en otro; y es algo que me parecia muy bonito en la música popular: ese no pertenecer a nadie a pesar de que quien la interpretara le diera su individualidad y su propia impronta. Yo no quiero negar que tiene importancia eso que se llama el talento o el carisma o como quieras llamarlo de cada intérprete o de cada autor, pero sí que es verdad que lo que hacemos no parte de la nada, viene de un montón de saberes compartidos y es una cosa que hay que conocer, de la que fui consciente cada vez más.

-¿Adónde conduce esa tendencia? ¿Cada vez menos autor, cada vez más voz en un coro?

-Sabiendo que yo, por sacar discos con mi propio nombre, estoy ya colocado en un sitio, el primero de la lista, el hecho de incorporar muchas voces hace que se diluya un poco la autoría y que la canción mande por encima de los intérpretes, una cosa que siempre intento hacer con la banda: que dialoguemos sobre la canción, pero que la canción sea la que mande sobre nosotros. Es algo que yo creo que era norma en el folk: las canciones iban pasando de un artista a otro, no tenía tanta importancia la autoría. Cuando se incorporan más voces, hay detrás una concepción muy particular de la canción. Yo lo que quiero huir es de la idea del solista con banda de acompañamiento: quiero que la banda tenga un sonido orgánico, me gusta incorporar al coro para que haya más de una sola voz, pero a final sigue estando la interpretación individual que hace uno de la canción. Creo que las dos ramas de la música popular más importantes en el pasado siglo son las de el folk y a partir del nacimiento de la industria discográfica, el rock pone en marcha otro tipo de valores, que apelan menos a lo colectivo y más a lo personal, al hedonismo, al 'sexo-drogas-rock'n'roll'… Hay tendencias y discos en esa línea de los que soy muy fan, pero también me apetece recuperar esa tendencia colectiva. De hecho, ninguno de los grandes artistas del rock renegó nunca de sus raíces.

-No solo por su duración, al escuchar Violética se tiene la sensación de estar ante una especie de 'Enciclopedia Nacho Vegas' pero en versión más madura. ¿Cuánto tiene el álbum de disco-desembocadura, disco de aluvión?

-Esa fue un poco la intención, pero me di cuenta al final, cuando tenía ya las canciones grabadas. No sabía muy bien lo que había hecho. Grabamos 22 temas y no sabía muy bien qué significaban, qué tenía delante. Normalmente, cuando hago un disco espero a grabarlo y tener las canciones delante para ver lo que tienen en común. Siempre un disco son canciones que pertenecen a un momento determinado y te dicen algo sobre el momento en el que fueron compuestas. Pero en este caso pasó más tiempo y es un disco más heterogéneo que otros álbumes míos, y creo que, aunque no fuera consciente de ello al principio, la intención era juntar cosas que quería que confluyeran y que no había logrado hacer en los anteriores álbumes. Resituación fue muy criticado por ser un disco demasiado político, o no tanto  por eso como por ser un disco muy del momento: y es verdad que 2014 era un momento en el que pasaban cosas muy complejas, y que eso te provocaba una determinada urgencia. Sin embargo, yo soy de los que está en contra de escribir en caliente. Creo que hay que dejar pasar un tiempo para ver las cosas con perspectiva y cierta distancia crítica. Esa distancia me la han dado estos años.

-También están todos sus registros: el Nacho Vegas épico, el lírico y el dramático.

-Supongo que el hecho de hacer un disco largo se debió a que si hacía un disco sencillo me iba a quedar cojo por algún lado. Las canciones eran lo suficientemente heterogéneas como para ofrecer esos diferentes perfiles. He intentado condensar en este disco todas las facetas que me gustan de mi cancionero: la más íntima, la que habla de mis obsesiones, de mi vida íntima, pero no solo entendida como lo que me pasa a mí sino también al mundo que me rodea, canciones que hablan del mundo en el que vivo, con una dimensión social más marcada… y cómo esas dos líneas se funden de alguna manera. Hay canciones que parten de lo íntimo para llegar a lo colectivo, y al revés.

-También vuelve a las canciones de largo aliento, de gran desarrollo. Canciones-río en las que parece querer exprimir cada idea, cada letra hasta donde puedan llegar...

-En otros álbumes lo hice ya así, pero en los últimos intenté ser más sintético, irme menos por las ramas, porque me parecía que exprimía demasiado las canciones. En este caso me he vuelto a dejar llevar un poco más. Lo de la canción-río me gusta, la canción que se deja escribir. Si le pongo el énfasis a las letras en las canciones es porque, aunque parta de una idea musical, dejo que la letra mande sobre la melodía, y no al revés, y por eso a veces hago melodías tan retorcidas y con prosodias un poco más complejas. Huyo de la melodía perfecta. Hay gente que hace melodías pop muy bonitas, pero yo no soy capaz de ello, y además prefiero ir por este otro lado. En ese sentido, se convierten en algo que fluye, que desemboca en algo que no sabes muy bien lo que es pero que te lleva hasta el final de la canción.

-Hablando de lo popular, hay también canciones que recuerdan el romance de ciego o la balada a la anglosajona o la francesa, violentas y broncas, como Bajo el puente de L'Ará.

-Siempre me ha interesado mucho el tema de la balada tal y como se entiende el mundo anglosajón, los baladistas no en sentido en que aquí se entiende la balada, sino aquel que te cuenta historias. Y los romances y estas composiciones en las que te cuentan historias… siempre me costó escribir canciones en tercera persona, siempre pensé que no era capaz de ello, pero a fuerza de intentarlo me han salido unas cuantas, y al final cada vez más veraces. Hay una en este disco, Bajo el puente de l'Ará, que es una historia prácticamente real. Ocurrió en Riosa, donde pasé un tiempo este último año, con personajes más o menos reales.

-Es espeluznante.

-La Asturias profunda.

-Sigue muy pegado a las referencias locales. ¿Hasta qué punto el Gijón o la Asturias que inspira sus canciones se está convirtiendo en algo así como un territorio mítico, literario, incluso simbólico?

-No estoy seguro. Nunca lo había pensado así. Sí que es verdad que hay gente que me sigue que se crea un poco ese imaginario con los referentes que le ofrezco, pero a mí me gusta más pensar que la gente coge las canciones mias en las que hay referentes más concretos y simplemente los hace suyos. En el álbum anterior, un grupo de seguidores mexicanos me propuso hacer un videocollage en el que le pedían a la gente por redes que mandara vídeos de 30 segundos con imágenes de su ciudad. La gente mandó imágenes de distintos países de Latinoamérica, México, Chile, Uruguay, Colombia, y también de España. La canción para el videocollage era Ciudad vampira, que habla de Xixón y menciona bastante la ciudad, y me extrañó que eligieran precisamente esa canción que hace referencias tan concretas a ella. Cuando les pregunté, me explicaron que ellos entendían que esa ciudad vampira era su ciudad; les daba igual que los referentes fueran otros. Hay mucha gente que me dice que soy muy localista… A lo mejor es un complejo que tenemos aquí. Cuando Springsteen hizo Nebraska nadie le dijo que era muy localista.

-A ver la ballena es una cima en esa tendencia suya.

-La verdad es que siempre me llamó la atención eso tan de Xixón de «ir a ver la ballena». Surgió como un relato, y cuando fui al estudio donde ensayamos había hecho varios estribilios y dije: «Vamos a ensayar esto». Lo ensayamos, salieron 19 minutos, fuimos puliendo cosas y se quedó en ocho minutos. Obviamente, está basada en el suceso que ocurrió un siglo antes del momento en el que lo sitúo; pero luego fue todo confuso, porque cuando estábamos componiendo la canción apareció una ballena en Ribadesella, y la noticia era que la gente iba a hacerse selfies con la ballena: era otra actitud, otra generación... En realidad, hay una mezcla de cosas. Porque quería partir de Gijón, pero hablar también de algo que me había estremecido mucho en los momentos en que estaba escribiéndola. La desaparición de Gabrielillo…

-Gabriel, el pequeño asesinado en Almería.

-Sí. Lo conocía a él y al padre, de cuando fui a Níjar, al Círculo de Podemos. Pasé dos semanas en Las Hortichuelas y los conocí. Y fue algo que seguí muy de cerca. Estos casos los sigues siempre un poco de lejos, por la tele, pero esta vez estuve muy cerca por mediación de gente que estaba muy involucrada, y también muy afectada. Todo ello, y la actitud tan ejemplar de los padres, frente a la actitud de la turba pidiendo pena de muerte y la certeza de que si a esta mujer la dejaban en la calle la iban a despellejar viva… todo eso me hizo pensar en una histeria colectiva en la que se basa la canción, pero trasladando todo eso a Gijón.

-La política sigue corriendo con fuerza por las canciones pero de una forma menos obvia que en Resituación o Canciones populistas. Es casi alegoría política más que canción de lucha. Como en Desborde. Pero hay declaraciones también muy frontales como en Tengo algo que decirle. ¿Influye componer canciones así en un país donde las canciones no solo se escuchan sino que, literalmente, también se fiscalizan?

-Nunca lo había pensado. Pero espero que no tenga que componer de esa manera. Sería terrible tener que componer teniendo eso en mente, jugar ahora a aquello del posibilismo y el imposibilismo de Buero Vallejo y Alfonso Sastre; quien hace la canción para que le metan por la Audiencia Nacional o quien lo hace para sortear eso. Espero que haya una respuesta. Pero no lo sé, ahora es todo terrible. Se me ocurre que no solo tendría que haber una respuesta de los músicos, sino también de los promotores y de programadores de conciertos. Pero, por lo que yo sé, se están posicionando de una manera más reaccionaria e intentando frenar cualquier cosa que pueda resultar conflictiva. Todo esto nos tiene que hacer más valientes, porque no creo que se pueda sostener algo así, una regresión y una veta autoritaria tan heavy como la que estamos viviendo. Espero que no tengamos que andar pensando en estas cosas a la hora de componer canciones.

-Hablaba de la urgencia que impulsó Resituación. ¿Cuánto hay de reflujo, decepción, desencanto respecto a aquel impulso en Violética?

-Lo hay, claro. Estos cuatro años las cosas pasaron muy rápido y hubo una montaña rusa de encantos y desencantos, de ilusionarse para desilusionarse y volver a ilusionarse para instalarse en una desilusión... Digamos que en 2014 había un horizonte de cambio que entonces esta mucho más lejos de lo que estaba entonces; pero, bueno, he ido conociendo a gente que pertenece a mi misma generación y otra más joven que tiene muchas ganas de cambiar las cosas y que están no solo en la política institucional, sino en el activismo, que son las dos cosas que tienen que dialogar. Confío mucho en el municipalismo, que es el reto que tenemos más inmediato, y sobre todo en Xixón se llegue a ver en marcha todo lo que puede hacerse desde el municipalismo.

-En Ideología hace una demoledora denuncia de la impregnación ideológica en todas las cosas. ¿Absolutamente todas? ¿Queda algo que no sea ideología en ese sentido?

-Yo creo que hay algunas esferas que podemos proteger de la ideología más perniciosa. Porque hay dos tipos de ideología: una que viene impuesta, la que viene del adoctrinamiento, y otra que es positiva, que es la que nace de la conciencia y la que hace que se entablen luchas coletivas que puedan cambiar el panorama. Pero esta otra ideología creo que está muy presente en el mundo material; y hay cosas, como la propia música o el amor, incluso la religión aunque yo no sea creyente, que están un poco a salvo del mercado. Tenemos que intentar que siga siendo así porque son cosas poderosas.