Vacas con licencia para calzar Manolos

Martín Bastos

CULTURA

11 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

No podrán decir que no cumplo mi palabra. Ayer les prometía una noticia jugosa, y láctea, y allá va. Pero antes, para contextualizar, he de remontarme a mayo del 2000, cuando desembarcó en España una «provocativa serie» que HBO había lanzado en Estados Unidos justo dos años antes. Detrás estaba la creadora de Sensación de Vivir y Melrose Place, producciones que habían fascinado a toda una generación de teenagers. Entonces algo tenía que tener aquel nuevo producto anunciado a bombo y platillo. El estreno fue en Canal +. Fue colocada en la parrilla justo después de otra serie de culto para mi gusto, Los Soprano. Fue llegar y besar el santo porque las chicas de Sexo en Nueva York conquistaron al público femenino de un modo que, creo, no ha hecho ninguna otra serie posterior. Por mucho que ahora se empeñen en criticarla, por machista. Y fue una de aquella chicas, Carrie, interpretada por Sarah Jessica Parker, la que popularizó los zapatos de un diseñador canario, Manolo Blanik, que calzaba la gente más top de la ciudad de los rascacielos. Pero como por aquel entonces no había ni Instagram, ni influencers, ni blogueras, ni farrapo de gaitas, en este lado del Atlántico no nos enteramos de lo fuerte que pisaban los Manolos hasta que nos los contó Carrie. Eran sus favoritos.

Pues bien. Después de todo este discurso nostálgico, he de decirles que no muy lejos de Nueva York, en Litchfield, en el estado de Conneticut, hay una granja de vacas con licencia para calzar Manolos. No es broma. Bastaría con que sus dueños rogaran al diseñador canario que adaptara unos estiletos para las pulcras pezuñas de estas vacas para que estas pudieran calzárselos. No cabe duda que no lo hará porque las reses no estarían cómodas. Son vacas. No tienen un peso apto para tacones. Aunque la primera orden que George Malkemus y Anthony Yurgaitis, los dueños de esta granja con nombre de orquídea (Arethusa), dan al que llega a trabajar a los establos es que las vacas «son damas, hay que tratarlas como tal». Para que no lo olviden, la leyenda está impresa en las paredes de esta inmaculada explotación de la costa este.

La pregunta que se estarán haciendo ahora es quiénes son estos granjeros con tanto amor por estos bovinos. En realidad son ganaderos de productos lácteos a tiempo parcial porque su principal ocupación está en Manolo Blanik. Porque son presidente y vicepresidente de la compañía para el norte y el sur del continente americano, respectivamente. Cómo llegaron hasta este lugar de Conneticut es fácil de explicar.

Como recogía hace unos años un artículo publicado en The New York Times, en 1996 compraron una granja de caballos al otro lado de la carretera. Para que los desarrollos urbanísticos no estropearan las maravillosas vistas que tenían enfrente adquirieron en 1999 una granja en riesgo de extinguirse fundada en 1869 por la familia Webster que se extendía a lo largo 350 acres de terreno (141 hectáreas). Fue dos años más tarde cuando llegaron a Arethusa las primeras cabezas. Fueron unas holsteins, las vacas que reinan en los establos de leche de Galicia. Las jerseys llegaron poco después, justo antes que las brown swiss.

La granja va viento en popa. Las «damas» duermen en camas de heno en establos totalmente inmaculados por los que no hay que quitarse los Manolos, pastan en los verdes prados de Conneticut... Todo para producir leche, helados, varios tipos de queso para las tiendas gourmet más top del país. Hasta han abierto varios restaurantes.