La pesadilla satánica de Polanski cumple medio siglo

carmen rodríguez MADRID / EFE

CULTURA

«La semilla del diablo», estrenada hace cincuenta años, cambió el género del cine de terror

12 jun 2018 . Actualizado a las 09:58 h.

La historia del cine tiene en sus anales una larga lista de películas sobre Satán, pero fue La semilla del diablo, estrenada hace medio siglo, la que transformó esta temática con un brillante filme de Roman Polanski, capaz de crear un cuento de terror que podría pasarle a cualquiera. La película se estrenó en España cuando los «spoilers» aún se llamaban «destripes» y parece que nadie vio un problema en que desde el título en español, La semilla del diablo, el espectador pudiera sospechar de qué iba todo aquello.

Fielmente basada en un libro de Ira Levin, La semilla del diablo se estrenó el 12 de junio de 1968 y fue la primera película totalmente estadounidense del polaco Roman Polanski, que dio una lección de cómo partir de lo cotidiano para crear un opresivo clima de miedo e inseguridad.

Nada tan cotidiano como una joven pareja que se muda a un apartamento en Nueva York y decide tener un hijo, como unos atípicos vecinos ancianos demasiado solícitos o un marido capaz de todo por triunfar como actor. Pero todo se enrarece cuando Rosemary (primer papel protagonista de Mia Farrow), tras una satánica pesadilla nocturna, se queda embarazada y empieza a sospechar que una terrible amenaza se cierne sobre ella y el bebé que espera.

Polanski maneja con maestría en este filme la carta de la ambigüedad. «No quiero que el espectador piense ‘esto’ o ‘aquello’, quiero simplemente que no esté seguro de nada. Esto es lo más interesante: la incertidumbre». Y es que la imaginación es la mejor máquina de crear terror si los indicios son lo suficientemente sugerentes y en este caso lo son, envueltos en un halo de normalidad y con una obsesión por el detalle con la firma de Polanski.

«No hay nada de sobrenatural salvo la pesadilla. La idea del diablo podría considerarse como una paranoia de Rosemary durante su embarazo o por una depresión posparto», afirmó Polanski al canal de YouTube Conversations Inside The Criterion Collection. No obstante, el espectador empatiza inmediatamente con la frágil y angelical Rosemary, que se hunde cada vez más en un ambiente en el que su marido, su médico y los entrometidos vecinos le arrebatan el control de sí misma como persona y como mujer. Una fragilidad y desesperación que borda una principiante y católica Mia Farrow, quien se enroló en el filme a pesar de la oposición de su marido, Frank Sinatra -le envió los papeles del divorcio al rodaje-, o que fue capaz de comer hígado crudo siendo vegetariana. «Para ser sincero -reconoció Polanski-, no estaba entusiasmado con ella hasta que empezamos a trabajar. Entonces descubrí, para mi sorpresa, que es una actriz brillante. Este es uno de los papeles de mujer más difíciles que puedo imaginar».

Óscar para Ruth Gordon

Sin embargo, el Óscar fue para Ruth Gordon, que construye con maestría el papel de la peculiar vecina Minnie Castevet, y Polanski no logró hacerse con la estatuilla al mejor guion adaptado.

La relación del director no fue, sin embargo, tan idílica con John Cassavetes, que interpreta al marido de Rosemary, un actor con métodos muy alejados de la obsesión de Polanski por la planificación y la infinita repetición de las tomas.