La homosexualidad es en esta película un elemento más dentro de todo el batido que compone la trama, sin exaltarla o victimizarla
05 jul 2018 . Actualizado a las 12:08 h.Con amor, Simon podría ser una comedia adolescente más. Cumple rigurosamente con todas las claves del género, y no pretende salirse de ellas en ningún momento. Tenemos al protagonista y su familia ideal, a sus best friends forever, a su interés amoroso, una trama con culmen edulcorado vía «qué bonito es el amor y qué bonita la amistad», y un happy end de manual en lo alto de una noria. Eso sí, tratado con más solvencia (y mucho mejor banda sonora) de la que se acostumbra en la media del género.
Pero lo que diferencia esta película del montón, y la salva de caer en el olvido del consumo rápido de los devoradores de este tipo de productos, es que nuestro protagonista es gay. No estamos ante los típicos «chico busca chica» o «chico busca perder la virginidad a toda costa» que tanto se prodigan en el género. Simon es gay y no se atreve a salir del armario frente a los suyos, y el mero hecho de presentar esta situación en una comedia por lo demás al uso, es un paso más para la normalización del colectivo LGTBI.
Porque aquí no hay un drama (su entorno es tan majo que uno se pregunta por qué no da el paso ya), ni crisis existenciales (más allá de las que conlleva en sí la propia adolescencia), la homosexualidad es un elemento más dentro de todo el batido que compone la trama, sin exaltarla o victimizarla. Pero ahora el chico gay no es el amigo de la protagonista, ni el secundario gracioso (lo que, salvo excepciones, era la tónica habitual en este tipo de filmes). Y ahí radica lo positivo de esta película, y es que estamos ante un producto mainstream, hecho por un gran estudio para todos los públicos, que aboga por la integración en unos tiempos en teoría cambiantes y con una generación -se supone- más tolerante. Todo en lo que el cine ayude a ello, bienvenido sea.