Yvonne Blake, el hilo invisible que cosía una película

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Fernando Villar | Efe

Ganó un Óscar y cuatro Goyas por su vestuario para Hollywood y el cine español

18 jul 2018 . Actualizado a las 09:18 h.

Siendo una adolescente en su Mánchester natal, Yvonne Blake fue al cine con su madre a ver Una cara con ángel. El personaje que interpretaba Audrey Hepburn despertó en ella la vocación del cine, pero, en vez de querer ser actriz, como habría dictado el tópico, Blake lo tenía clarísimo: entusiasmada por el carisma de Hepburn y el glamur de sus vestidos de Givenchy, había decidido que quería dedicarse al diseño de vestuario.

Aquella temprana muestra de clarividencia fue un rasgo destacado de una personalidad singular en el mundo del cine, capaz de alternar las gigantescas producciones de Hollywood con películas de autor en Francia y España, donde se asentó y cuya Academia de Cine aceptó presidir en un momento complicado que asustó a muchos. El ictus que sufrió en enero la apartó del cargo y, pese a la mejoría de los últimos meses, este martes se conocía la noticia de su fallecimiento, lamentada por colegas y cinéfilos.

Blake estudió diseño en Mánchester, pero fue su paso por la firma Bermans de Londres su verdadera escuela. Aprendió al lado de Cecil Beaton y en 1966 se estrenó a lo grande, vistiendo a Sophia Loren en La venus de la ira. Fue el inicio de una carrera que la llevó del Truffaut de Fahrenheit 451 al Óscar de Nicolás y Alejandra, un trabajo del que no se sentía especialmente satisfecha, pero que la consolidó entre los diseñadores más demandados. Siguieron hitos como Jesucristo Superstar, Los tres mosqueteros de Richard Lester o el Superman encarnado por Christopher Reeve. De nuevo, un traje de inmensa popularidad era analizado con flema por Blake, que lo consideraba un silly costume. Se hicieron más de 25 versiones, debido a los arneses que permitían al actor simular el vuelo. En entrevistas, Blake apuntaba que había disfrutado más vistiendo al padre del superhéroe, Marlon Brando.

Y finalmente pudo trabajar en Robin y Marian con su admirada Audrey Hepburn: sus austeros hábitos conventuales quedaban lejos del embrujo de Givenchy, pero Blake debía asegurarse de que, ropa de trabajo al fin y al cabo, debían resultar cómodos. Esa meticulosidad caracterizó su visión: en los filmes de época, los que le dieron más premios, insistía en que hasta la ropa interior debía armonizar con el conjunto, pese a no verse en pantalla. Con su vestuario, Blake cosía con hilo invisible la coherencia de la película, garantía de su credibilidad ante el espectador.

Robin y Marian se rodó en España, donde Blake había empezado a trabajar con cierta frecuencia. Se casaría con el cineasta Gil Carretero, su traductor ocasional, y firmó numerosos trabajos para directores españoles, cosechando cuatro Goyas: Remando al viento, Canción de cuna, Carmen y El puente de San Luis Rey En el 2016, tras la dimisión de Antonio Resines, asumió la presidencia de la Academia de Cine. Apaciguó las aguas revueltas y sumó nuevos apoyos para la institución. Feminista convencida, apoyó las reivindicaciones de igualdad y dignidad, que entendía bien: con 24 años la violó un poderoso productor norteamericano.