Surrealismo y mujer objeto: la exposición sobre los revolucionarios del siglo XX

NÚRIA MARTÍNEZ MADRID

CULTURA

La muestra del Palacio de Gaviria de Madrid contiene obras de Dalí, Duchamp y Magritte

23 jul 2018 . Actualizado a las 08:54 h.

Como un claro ejemplo de cultura patriarcal, el Manifiesto surrealista (1924) de André Breton rezaba: «¿Acaso lo esencial no es que seamos dueños de nosotros mismos y, también, señores de las mujeres y del amor?». En Duchamp, Magritte, Dalí. Revolucionarios del siglo XX, exposición que acoge el Palacio de Gaviria de Madrid -que reúne 180 obras-, se puede observar cómo los surrealistas concebían a la mujer como un objeto. Abierta hasta el 29 de julio, en la muestra se ve cómo el cuerpo femenino se convirtió en el elemento central de muchas obras de los autores más famosos: idealizado y mitificado, o destruido y fraccionado. Un ejemplo es una de las muñecas de Hans Bellmer, en que aparece fragmentado.

«Los surrealistas son muy contradictorios en todos los sentidos: hay muchas mujeres con un papel importante dentro del movimiento», apunta la catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona Lourdes Cirlot, que denuncia, no obstante, que ellos, «que son la mayoría», despreciaban a la mujer. Una de las surrealistas más conocidas fue la pintora mexicana Frida Kahlo. Para Cirlot, los surrealistas le dan a la mujer un rol especialmente erótico. Concretamente, se sentían atraídos por la figura pasiva de la femme-enfant (la mujer-niña). El caso es que en un momento de eclosión de los regímenes totalitarios y del fascismo, el deseo y la libido se convirtieron en los protagonistas de muchas de las obras surrealistas. Además, usan las teorías de Freud sobre la sexualidad como punto de partida.

Otro de los ejemplos del papel de mujer-objeto es la fotografía que Philippe Halsman hace a Salvador Dalí, junto a una figura de una calavera formada por mujeres desnudas. También aparece la imagen de Dalí como Mona Lisa, en la que se ve la Gioconda con el bigote del pintor de Figueras. «Dalí es uno de los pintores surrealistas más importantes y nunca dejó de serlo», explica Cirlot, que apunta que en París «lo recibieron como a un Dios». Sin embargo, a los surrealistas les molestaba cómo el pintor mostraba su anhelo de ser un hombre rico. A sus fans les gustará saber que en el Palacio de Gaviria encontrarán (y se podrán fotografiar en ella) la reproducción (obra de Óscar Tusquets) de una de las instalaciones surrealistas más icónicas: el Retrato de Mae West que puede utilizarse como apartamento surrealista (1934-35) del museo de Figueras. También podrán hallar Ensayo surrealista, obra en la que se puede apreciar el clásico reloj daliniano deshaciéndose y un paisaje que recuerda al entorno de Cadaqués. Además, muestra fotogramas de Un perro andaluz, corto de Luis Buñuel que contó con la colaboración de Dalí.

Uno de los autores más famosos dentro del movimiento dadaísta que se puede encontrar en la exposición es Marcel Duchamp. Siguiendo la máxima de que cualquier objeto cotidiano puede convertirse en una obra de arte, se expone la famosa Rueda de bicicleta. «Duchamp coge un objeto ya fabricado y lo descontextualiza: pone la rueda de la bici encima de un taburete de cocina», relata Cirlot, que considera que el autor «ve las cosas desde un punto de vista muy distinto». En este sentido, explica, es precursor de «tendencias muy diferentes».

En la parte final de la exposición el visitante hallará el famoso cuadro de Magritte Castillo de los Pirineos, que muestra un paisaje onírico. «Las asociaciones de Magritte son libres y parecen evidenciar el transcurso de un sueño», apunta Cirlot para admitir: «Cuando estamos durmiendo y soñamos salen cosas rarísimas». Para la catedrática, es como si Magritte representase estos sueños. «Es una asociación fuera de la razón y tiene un vínculo muy claro con el onirismo», reivindica. Castillo de los Pirineos -obra que protagoniza el cartel de la exposición- es una clara muestra de ello.