Tosar, en un enredo trasatlántico

Miguel Lorenci

CULTURA

Manolo Pavón | DPA

El director Daniel Monzón mezcla géneros en una «boat movie» sobre la codicia que explota la eficiente vis cómica del actor lugués

29 ago 2018 . Actualizado a las 08:15 h.

Daniel Monzón (Palma, 1968) y Luís Tosar (Lugo, 1961) se pasan a la comedia con armas y bagajes. El realizador balear y el actor gallego cambian de registro para ir del drama criminal a la risa canalla con Yucatán. Se estrena este viernes y está en las antípodas de El Niño o Celda 211, películas con las que acapararon doce premios Goya. Intriga, aventura, amor, humor a raudales y bastante música conviven en esta «fábula moral sobre la codicia». Un enredo trasatlántico -«transgénero», según Tosar- rodado en un crucero de lujo que en su desternillante periplo navega de los mares de Barcelona a la selva de Yucatán pasando por Casablanca, Tenerife o Recife.

«Es una boat movie, un nuevo género alternativo a la road movie», plantea risueño y feliz su director, advirtiendo de que encierra «un buen puñado de géneros». «Me gusta retarme. Tras una tragedia y un thriller, tenía el cuerpo de comedia, que me planteo como un regalo para el espectador», dice Monzón, que escribió junto a Jorge Guerricaechevarría esta «comedia canalla» con música de Roque Baños (el dj ferrolano Carlos Jean compuso la canción principal). «No es una comedia superficial», advierte. «Junto a su carga de humor y entretenimiento, hay una fábula moral, conmovedora, como en las películas de Frank Capra», plantea el cineasta, que se mira en clásicos como El apartamento o Con faldas y a lo loco. «Habla sobre la codicia, de cómo puede convertirnos en seres miserables, en auténticas ratas», explica el director y antiguo critico, que ha seguido el consejo de George Bernard Shaw -«hacer reír para decir las cosas más serias»- y que mezcla «en el mismo cóctel» misterio, drama, thriller, aventuras y comedia romántica. 

Duelo entre tramposos

Tosar es Lucas, estafador al que da la réplica Rodrigo de la Serna en el papel de Clayderman, pianista y desalmado buscavidas que competirá con su antiguo socio para desvalijar a Antonio, el panadero al que encarna Joan Pera y que ha ganado 161 millones de euros en el Euromillones. Compiten también por el amor de Verónica, el personaje de Stephanie Cayo, que se pasa de los culebrones a la gran pantalla encarnando a la bellísima bailarina que hizo perder la cabeza a este par granujas y dio al traste con la alianza entre profesionales del engaño a la caza de los ingenuos turistas que realizan cruceros de lujo. Pactaron que Lucas trabajara en el Mediterráneo y Clayderman en el Atlántico, pero la atracción del dinero lleva a Lucas a irrumpir en el barco de su exsocio. La exótica travesía deviene en un encarnizado duelo de tramposos sin reglas y con muchos golpes bajos.

El actor gallego disfrutó «a fondo» con su papel, de vuelta a un género que no tocaba desde que rodó en el 2004 Inconscientes. En las antípodas de Malamadre, canta, baila y toca el ukelele en un cambio de registro «refrescante».

La maldición del dinero, «la que hace que nueve de cada diez ganadores de grandes premios acaben asesinados, arruinados o en la cárcel», es el motor de esta película que demuestra «que la pasta no siempre procura la felicidad». «Necesitamos el dinero, pero si tu objetivo primordial en la vida es conseguirlo, se acabó», plantea Monzón. Su película quiere mostrar «que hay cosas más valiosas, emocionantes enriquecedoras y humanas que el dinero». «Es un canto a la vida, una invitación a disfrutarla mientras dure», resume Monzón.

«Todos los personajes realizan un viaje emocional», dice el director de una comedia que «quiere ser grande» y probar la «buena salud del cine español».