Julio Llamazares: «Las catedrales de hoy son los centros comerciales y los campos de fútbol»

CULTURA

El autor leonés culmina su gran proyecto literario sobre las setenta y cinco «rosas de piedra» españolas

16 sep 2018 . Actualizado a las 08:53 h.

«Pare, escuche, mire». Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) asegura que esta advertencia que vio un día en una señal de piedra de una vía férrea portuguesa se ha convertido en un lema «no solo a la hora de viajar para escribir, sino también vital». Es el método que ha aplicado para elaborar un monumental libro de viajes por las 75 catedrales de España. Hace diez años publicó el primer tomo, Las rosas de piedra, y ahora ve la luz el segundo, Las rosas del sur, ambos publicados por el sello Alfaguara.

-¿Por qué ese interés por las catedrales?

-Empecé por la fascinación que siempre me han producido las catedrales como edificios fantásticos, sueños de piedra, que es lo que son, que se construyeron mayoritariamente en una época muy religiosa y ahora son como barcos petrificados, varados en el paisaje de las ciudades. En realidad, el libro es la suma de cuatro pasiones, la literatura de viajes, el viaje, las catedrales y conocer el país en el que nací y en el que vivo. Más que un libro de viajes por las catedrales de España es un libro de viajes por España a través de sus catedrales.

-¿Qué nos dicen las catedrales?

-Mucho, son como las cajas negras de las ciudades que las construyeron y las mantienen, espejos de su evolución. El que ahora estén casi todas mercantilizadas y convertidas en museos tiene que ver con esta época de consumismo, sobre todo turístico, y de necesidad de rentabilizar el patrimonio. Eso hace tiempo habría sido imposible, porque eran edificios vivos llenos de gente, trabajadores, canónigos, seises, pertigueros, monaguillos y estaban integrados en las ciudades, eran su corazón, la gente entraba, salía y deambulaba por ellas. Sin embargo, a medida que he ido avanzando en el libro, las catedrales se han ido cerrando para explotarlas y esos personajes ya no existen. Ahora han puesto taquillas para cobrar la entrada y están llenas de turistas, que son autómatas que van con audioguías. Las catedrales de hoy son otras, los centros comerciales, los nuevos museos, como el Guggenheim, o los campos de fútbol, porque la religión de ahora es el consumismo. España es un parque temático para los turistas, todo se convierte en un decorado. Las catedrales se están muriendo poco a poco, o por exceso o por defecto, porque unas se han transformado en una especie de zoco o porque hay otras en las que no entra casi nadie.

-En Santiago hay largas colas para ver la restauración del pórtico de la Gloria. ¿Qué le parece?

-La catedral de Santiago es muy especial, porque es el final de un mito, el camino de Santiago, que también es una operación de márketing. De hecho, no hace mucho leí que una universidad de Estados Unidos tiene una cátedra que lo estudia como ejemplo de cómo conseguir con un señuelo legendario, la tumba de Santiago, que millones de personas vayan por el camino y se genere un tejido comercial. En mi tierra, León, si no fuera por el camino, desde Astorga a Ponferrada estarían todos los pueblos abandonados y ahora hay casas rurales y restaurantes.

-Los personajes juegan un papel muy importante en su libro.

-Sí, porque los mimbres de la literatura de viajes son el paisaje y los personajes que te encuentras, que en este caso forman un retrato colectivo de España.

-¿Qué catedrales le han impresionado más?

-Tengo debilidad por la de León, que simboliza la belleza y la fantasía de las catedrales y que fue la primera que vi de niño. Pocas emociones nos marcan toda la vida como ver de niño una catedral o el mar por primera vez. Pero también me atraen mucho las ciudades que tienen obispo y no gobernador civil, que no se convirtieron en capital de provincia a principios del XIX y se han quedado como paradas en el tiempo, flotando entre la leyenda y la realidad, como Mondoñedo, Tui, Burgo de Osma, Ciudad Rodrigo, Segorbe, Baeza, cuyas catedrales suelen ser las que siguen estando vivas. Artísticamente, tengo debilidad por las románicas.

-En su viaje afloran varias Españas.

-España es un país de países culturalmente, entre Galicia y Andalucía hay un mundo, y eso se ve muy bien a través de las catedrales. Hay varias Españas, la del norte y la del sur, la periférica y la del interior. Esto se refleja en su estado de conservación.

«No he encontrado a Dios, pero he sido feliz»

 

«Sobre las catedrales se han hecho muchas metáforas, libros de piedra, sueños de piedra o árboles de piedra; a mí se me ocurrió rosas de piedra porque lo que hago es deshojarlas como si fueran rosas arquitectónicas para llegar a la esencia de la catedral, la ciudad y la población donde está», afirma.

-Después de este peregrinaje, ¿ha encontrado a Dios?

-No. Pero, aunque no soy religioso, siempre busco el lado espiritual de la vida en sentido abstracto, y la catedrales son edificios con un origen religioso, que pretendían ser la materialización de la idea de ciudad de Dios en la tierra, pero van mucho más allá de la religión. Una catedral es una campana se cristal donde te abstraes del mundo exterior, sobre todo si no hay gente. No he encontrado a Dios, pero he sido feliz en las catedrales. Dentro de una catedral es muy fácil tener momentos de armonía por la ausencia de ruido, la belleza y el misterio. Uno de los momentos más felices de mi vida lo experimenté en la de la Seo de Urgel, cuando estaba completamente solo y me quedé mirando una virgen románica preciosa que hay en el altar. Seguramente tiene que ver con la armonía espiritual.

-¿Se puede ser viajero y no turista en este mundo del siglo XXI?

-Hay que proponérselo. La idea de viajar sin un objetivo, sino por el placer del viaje en sí es una concepción romántica. En el siglo XIX solo viajaban de esa forma los ricos o los escritores. Ahora se ha masificado el viaje y se ha convertido en una industria y eso se refleja en las catedrales. Vas, por ejemplo, a la de Sevilla y hay 2.000 personas. En el momento que el viaje se convierte en algo programado, y se elimina el elemento de inutilidad, el azar y el deseo de descubrimiento se pierde la idea del viaje como medio de conocerte más a ti mismo.

-Se habló de que los restos del dictador Franco podían ser enterrados en la catedral de la Almudena. ¿Qué le parecería?

-El traslado de los restos tendría que estar resuelto hace cuarenta años. Tener que estar discutiendo esto indica la anormalidad de este país. ¿Alguien se imagina que Hitler estuviera enterrado en un panteón grandioso construido en gran parte por presos políticos? A Franco deberían llevarlo a un cementerio que elija la familia. Si llevan sus restos a la Almudena la convertirán en el nuevo Valle de los Caídos.