La ópera de cine que soñó Freddie Mercury

CARLOS PEREIRO

CULTURA

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Se ha elevado como una de las composiciones más alabadas de todos los tiempos. Indispensable en la carrera de Mercury y Queen. Ahora, pone nombre a la película que tratará de llevar al cine los entresijos de su grabación y de la vida del británico. En su día fue la canción más cara de la historia. Y sigue sonando

01 oct 2018 . Actualizado a las 07:27 h.

Casi seis minutos de canción que incluyen un interludio de ópera. Aún hoy suena tan ambicioso y estrafalario que no pocos productores musicales mirarían con recelo la idea y la rechazarían ante la total imposibilidad de sonar en una emisora. Una duración excesiva, carente de estribillo, con seis cambios enormes de tempo y ritmo, pero que hoy suele encabezar las listas de mejores canciones de la historia, sea de música rock o contemporánea. Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor y John Deacon crearon una obra atemporal, vigente de la A a la Z, bajo el título de Bohemian Rhapsody. ¿Por qué ha sobrevivido a todo? ¿Por qué gusta? ¿Cuál es el secreto de su conservación? ¿Por qué Hollywood ha querido hacerla película?

«Normalmente trabajábamos las letras en el estudio, pero esta vez (Freddie) ya tenía todo en su cabeza». Son palabras de Roger Taylor, baterista de la banda, que a lo largo de la historia ha tenido que repetir en incontables ocasiones. Las preguntas sobre Bohemian Rhapsody son una constante, aún más con Mercury fallecido. Sin su creador, todo pasa por los recuerdos de los que con sus manos lograron dar forma a todo el conjunto que el cantante y compositor tenía en su cabeza.

Se dice que el esqueleto, la idea de Bohemian Rhapsody partió tras un desvelo de Mercury. Este tenía un piano en el cabecero de la cama. Sin levantarse, con los brazos del revés, atinó con las primeras notas de la famosa melodía de la introducción. Puede ser real, puede que solo una exageración. Lo que sí es sabido es que el británico quería llevar la composición rock un paso más allá, y la idea de fijarse más en una rapsodia del romanticismo que en un armazón típico de acordes roqueros le atraía sobremanera.

Seis partes

En la práctica, el tema se divide en seis segmentos bien diferenciados, a saber: introducción, balada, solo de guitarra, ópera, rock y coda. Todos son instantáneamente reconocibles y cada uno posee una fuerza melódica exultante. El solo de Brian May, por ejemplo, es tarareable de principio a fin, como una extensión vocal perfecta.

Se encuentra en mi bemol, una tonalidad sobre la que el propio guitarrista ha llegado a decir que siempre que toca en ella le recuerda a Mercury dada la asociación con la canción. Ha salido en diferentes revistas especializadas como una de las mejores ejecuciones solistas de guitarra de la historia.

No fue una grabación fácil, ni siquiera a sabiendas de que está incluida dentro del A Night at the Opera, de 1975, la producción discográfica más cara de la historia hasta la fecha. Hasta tres semanas se tardó en grabar la canción, usando como base el Rockfield Studio, para luego grabar también pistas en el Roundhouse, SARM, Scorpion y Wessex. Todo para dar con el sonido más adecuado.

Un tibio recibimiento

Tanto May, como Mercury y Taylor cantaron durante las grabaciones vocales más de diez horas al día, llegando a tener 180 tomas separadas. La creación de la parte operística suponía un desafío para la época. Ahora los estudios pueden tirar de la tecnología digital y poder abusar de una cantidad de pistas infinitas, pero por aquel entonces las cintas analógicas poseían 24 pistas. ¿Cómo añadir más? Sobrecargando estas numerosas veces, mezclando una y otra vez. El resultado es el que hoy escuchamos.

La realidad es que la canción tardó en arrancar, con alguna que otra crítica fría tras su lanzamiento, aunque pronto se alzó como un número inconmensurable, y abrió las puertas del mercado internacional a Queen, que a partir de este disco y esta canción giraría por todo el globo.

El sueño de la fama mundial había llegado a través de una letra que aún hoy se lee con varias interpretaciones, como una especie de viaje personal, en el que dos preguntas inician la aventura: «Is this the real life? Is this just fantasy?» (¿Es esto la vida real? ¿Es solo fantasía?).

En octubre llegará de nuevo Bohemian Rhapsody, pero lo hará en formato de película biográfica, o como tan de moda está ahora, biopic. Rami Malek, conocido mundialmente por su papel en la serie Mr. Robot, dará vida a Mercury y contará los entresijos de su carrera a través de la lente del director Bryan Singer, participe habitual de películas de acción, sobre todo, de la saga de los X-Men.

Es un tema peliagudo, y muchos fans están pendientes de qué se mostrará y cómo.

La vida de Mercury es obvio que da para una película pero también son bien conocidos los últimos tropezones de Hollywood en este campo, como esa horrible Jimi: All Is by My Side, sobre Jimi Hendrix.

Habrá que ver si la película está a la altura del mito.