Cueva Voronia, la expresión del mal

Y. Vázquez GIJÓN

CULTURA

Un momento de 'Voronia', de La Veronal
Un momento de 'Voronia', de La Veronal Edu Pérez

La Veronal de Marcos Morau, uno de los platos fuertes de la XVIII edición de Danza Xixón, exhibe dramaturgia de corte filosófico y literario en el Jovellanos

22 oct 2018 . Actualizado a las 08:43 h.

l mal supremo es la ausencia total de bien; es ahí, en esa casa, donde se aloja toda la danza de la obra Voronia (2015) de la compañía catalana La Veronal, dirigida por Marcos Morau (Valencia, 1982), que se presentó el pasado viernes ante un buen puñado de aficionados en el teatro Jovellanos de Gijón dentro de la actual edición de Danza Xixón. Voronia es una pieza de redonda brillantez sobre la idea del mal en el hombre, su cultivo y su razón de ser. Desarrollar el mal en todas sus vertientes, no acabar nunca en ningún límite, apostar siempre por la maldad, llevarla a todo lugar, a todo pensamiento y a toda forma de hacer y vivir es el camino elegido por el autor catalán, presente en la representación de Gijón.

Y cómo mostrar todo ese mal y hacerlo sereno, que no moleste, comprendiéndolo para entender que también es nuestro, esperando de él el siguiente capítulo (en la coreografía, digamos, marco, cuadro: hay dos); y que en algún momento hasta podamos verlo como algo proyectivo, que siempre avanza, que no recula.

La respuesta está en los dos aspectos esenciales de la obra, al margen de la potente y muy acertada escenografía: en el cuerpo de la danza y en la selección de la música. Es todo tan común, tan normal hablando de barbarie, que bien podríamos estar viendo algo que en el fondo, aun siendo profundamente macabro y doliente, es tan necesario conocer como exponer. La dramaturgia de la obra se nutre muy conscientemente de dos nichos: por un lado, el de la funcionalidad, sentido y significado de las religiones para el hombre (el religare) y, por el otro, el del impacto que aún causa la Divina comedia de Dante.

Así que la pieza presenta dos partes, dos zonas, bien diferenciadas, no delimitadas por actos, pues es una composición continua, de unos 60 minutos de duración. La primera zona muestra el hecho biológico del tránsito humano, desde el nacimiento hasta la muerte; la segunda, la que incluye el descenso al Inferno, aquí metafóricamente representado por una cueva situada en el Cáucaso y denominada Voronia, para demostrarnos cuánta flexibilidad hay en nosotros a la hora de ejercer como esencia maligna. Y ese discurrir se muestra bastante infinito. E inexpugnable.

Y no es pesimismo (ni siquiera especulativo), es demostración; y de eso se encarga la música, de decir al espectador que no. Música sacra para la primera mitad de la mano de Bach o Tavener y música coral; y ópera para el aura maléfica en los avernos de la mano de Verdi (Nabuco, La Traviata…) y Wagner (Tristán e Isolda), entre otros.

Al lado de estos universales trozos de pentagrama acontecen los cuerpos contorsionados, incluso desmembrados, del elenco de La Veronal. Morau siempre ha planteado su danza como algo que se inmiscuye en el propio cuerpo más que salir de él. Una inyección intramuscular de la que se sale expresando un derroche de movimiento uniformemente contorsionado, podríamos decir. Y a la vez rutinario: el contrapunto de la música, pero sin salirse de ella. De ahí la danza.

La rotura de las articulaciones, el código inverso de la danza clásica (en la pieza se sitúa en los brazos) y las piernas de los bailarines en corchete (un movimiento repetido hasta la saciedad) entronizan las secuencias de pasos, a veces, obtusas y cerradas, con las que se engalanan la danza y los cuerpos de los bailarines, que evolucionan en escena a modo de caudal aleatorio. Por todo ello, nada que decir de la forma física de la compañía. Bastante ejemplar.

Por cierto, un elenco que se vio acompañado por figuración asturiana, escogida al punto para la representación, amén de algún que otro bailarín como Lucas García. Hay que decirlo: bien por los nuestros. Y bravo por el equipo del Jovellanos que ha encajado a la perfección una producción y una puesta en escena compleja, llena de cambios, de sutilezas móviles en cuanto a aparataje escénico. En su justa medida, como pasa con la fórmulas químicas bien hechas.

Ficha artística:

Compañía La Veronal

Voronia, 2015. Coproducido por Grec 2015 Festival de Barcelona, Hessisches Staatsballett / Staatstheater Darmstadt & Hessisches Staatstheater Wiesbaden, Tanz im August Berlin, Théâtre National de Chaillot París y Mercat de les Flors Barcelona.

Dirección: Marcos Morau

Coreografía: Marcos Morau en colaboración con los intérpretes

Dramaturgia: Roberto Fratini y Pablo Gisbert

Diseño de escenografía: La Veronal & Enric Planas

Diseño de iluminación: Albert Faura

Diseño de sonido: Marcelo Lastra

Bailarines: Ángela Boix, Julia Cambra, Lorena Nogal, Marina Rodríguez, Rober Gómez, Manuel Rodríguez, Nuria Navarra y Shay Partush.

Elenco asturiano: niño, Oren González; Alejandro Hidalgo, Rodrigo Alba, Lucas García, Daniel Franco y Jaime González.

Música: Varsovienne ? Tradicional / The Red Army Choir; Die Meistersinger von Nürnberg. Act III - "Wach auf! Es nahet gen den Tag” ? Wagner. Messe de Nostre Dame: Introitus. Gaudeamus omnes in domino - Guillaume de Machaut. Funeral Canticle - John Tavener. Suite 2 - Prelude - J.S. Bach. Plainte Instrumentale 1 (Drums and Duduk). Cavalleria Rusticana: Act: Intermezzo sinfonico ? Mascagni. Nabucco / Act 3: Coro: Introduzione - "Va pensiero, sull’ali dorate” ? Verdi. La Traviata, Act III: Prelude ? Verdi. Tristán und Isolde, Act I: Einleitung (Orchester) ? Wagner. Dies Irae - Requiem - Giuseppe Verdi.