El petroglifo que añade otra pieza a la historia de Asturias

Carmen Liedo

CULTURA

Petroglifo
Petroglifo

La arqueóloga Esperanza Martín descubre por casualidad una piedra con un grabado soliforme en el valle de Arbas, cerca de una de las fortificaciones que se están excavando en La Carisa

16 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Los petroglifos, también llamados grabados rupestres, son diseños simbólicos grabados en rocas, realizados desgastando su capa superficial. Muchos fueron hechos por los hombres del período Neolítico y son el más cercano antecedente de los símbolos previos a la escritura. Su uso como forma de comunicación se remonta a miles de años antes de Cristo y pueden llegar hasta los tiempos modernos en algunas culturas y lugares. Pues bien, quiso la casualidad que la conocida arqueóloga asturiana Esperanza Martín descubriera por casualidad hace unos meses un petroglifo que estaba sin documentar un día que se encontraban en la zona de excavaciones de La Carisa y la niebla invadió todo de un momento para otro. Fue al tratar de volver, en un momento en el que ella y el resto del equipo se sentían perdidos, cuando providencialmente se fijo en una gran piedra y al acercarse observó lo que parecía un grabado con forma soliforme, es decir, un sol del que se desprenden rayos. En un principio, a Esperanza le pareció increíble «porque habíamos pasado mil veces por ahí», cada vez que acudían a las excavaciones romanas, y nunca se habían percatado. Para la arqueóloga fue todo un descubrimiento, un petroglifo que «no estaba documentado» y que para ella significa una pieza más con la que conformar el complejo puzzle histórico que tiene la Montaña Central astur-leonesa, en la que se confirma cada vez más que hubo presencia humana desde el Neolítico.

La misma precisa que este grabado en la roca se encuentra concretamente en el alto del valle de Arbas, en una zona que pertenece a León, aunque muy cercana al límite con Asturias, y que al encontrarlo recordó las teorías que había leído en muchas ocasiones de que ese tipo de piedras con inscripciones enigmáticas y dibujos fueron «hitos señalizadores del paisaje» y elementos fundamentales «para la vida de aquellas personas, de aquellos pastores».

Esperanza Martín está convencida de que en el entorno de ese petroglifo seguramente habrá otros que todavía no han descubierto y que otros pudieron ser destruidos por la intervención más reciente de las personas. En este sentido, ha recordado que en el cercano pueblo de Pendilla (León) en los años 70 fueron encontradas y documentadas por dos expertos un total de 17 rocas con numerosas inscripciones y grabados que, sin embargo, no se conservan en la actualidad porque fueron destruidas por la ampliación de una pista para usos ganaderos y mineros.

El caso es que ella considera «una maravilla» la existencia de petroglifos y ve interesante poder llegar a documentar todos los que haya en una zona y que se puedan hacer rutas para contemplar símbolos con un pasado de hace más de 5.000 años.

Esperanza Martín reconoce que le hizo «mucha ilusión» descubrir la roca grabada pese a haber pasado tantas veces por allí y asegura que ahora no puede evitar fijarse cada vez que vuelve a la zona. Matiza que igual la clave para divisar el petroglifo con tanta claridad aquel día en que la niebla la pilló cuando trataban de volver al coche fueron «unas condiciones lumínicas concretas en un momento determinado del día», aunque añade que «ahora lo vemos siempre perfectamente».