Picasso pinta Basilea en azul y rosa

Toni Silva BASILEA / LA VOZ

CULTURA

Toni Silva

La Fundación Beyeler de la ciudad suiza acoge hasta el 26 de mayo los famosos períodos monocolor del artista malagueño previos a la explosión cubista

22 abr 2019 . Actualizado a las 07:32 h.

Un grupo de niños alemanes cruzan sus piernas en el suelo. Custodiados por dos profesoras, escuchan atentos a un joven que les explica al detalle el gran cuadro que tienen a sus espaldas. Es La vida, pintado por Pablo Picasso y, paradójicamente, inspirado por la muerte de un amigo. El cuadro recoge siete figuras de distinto tamaño, todas en actitud doliente y desasosegante.

Pero la palabra más repetida a los niños por parte del monitor es blau (azul), los distintos tonos de azul que marcan una etapa pictórica y vital en el artista malagueño, concretamente las obras previas al cubismo. Estamos en la Fundación Beyeler, a las afueras de la ciudad suiza de Basilea y a tiro de piedra de la frontera con Alemania y Francia. El recinto es un moderno edificio rodeado de verde y que absorbe luz natural por los cuatro puntos cardinales. Tiene 22 años de historia y está haciendo historia con esta exposición que reúne los famosos períodos azul y rosa de Picasso. La colección, con pinturas que han viajado desde todos los rincones del mundo, acaba de descolgarse a principios de año en el Museo de Orsay, en París, para trasladarse a Suiza. Casualmente, la última vez que el azul y el rosa de Picasso compartían techo se remonta al año de la construcción de la Fundación Beyeler, en 1997, entonces en la National Gallery de Washington.

La sala 3, donde encontramos a los escolares germanos, es el epicentro espiritual de la exposición. Justo enfrente de La vida, la blanca pared acoge tres cuadros que explican el origen del azul triste con el autorretrato de un Picasso melancólico, vestido de negro y con los huesos marcados de la cara, vestigios de los duros comienzos de un artista callejero. El cuadro está flanqueado por la razón de su pena, dos representaciones de la muerte de su amigo Carlos Casagemas, quien al poco de viajar a París con el artista malagueño se quitó la vida por un amor no correspondido. Era febrero de 1901 y meses después Picasso comenzó a aplicar el azul sin un pensamiento racional, simplemente era el color de la muerte de Casagemas, el color que envolvió su obra durante los siguientes años, y siempre con escenas de perdedores.

Cambiará París para regresar a Barcelona pero su paleta azul será intocable hasta 1904. Alterna su pena con su homenaje a pintores como el Greco. De nuevo en la capital francesa entra en contacto con una serie de artistas e intelectuales como Max Jacob o Guillaume Apollinaire, que le irán sacudiendo la pena existencial, con lo que inicia el período rosa, donde destacan sus representaciones de mujeres y personajes del circo como Cabeza de arlequín o Los adolescentes. Precisamente un grupo circense con el que se topó en la colina de Montmartre fue la chispa que encendió el rosa en su cerebro. Su estancia de varias semanas en la localidad catalana de Gosol estudiando los desnudos con la ayuda de Fernanda Olivier desembocarán en sus posteriores trabajos que avanzarán las primeras experiencias cubistas.

No es casualidad que esta fundación acoja el denominado acontecimiento cultural en el país helvético. Su creador, Ernst Beyeler, uno de los coleccionistas más importantes de la Europa del siglo XX, tuvo el privilegio de elegir en la década de los sesenta 26 obras de Picasso en su propio estudio.

La exposición concluye el 26 de mayo. Pero Picasso está de forma permanente en muchos rincones suizos. Merece la pena el Rosengart de Lucerna.