El veneno de la fiebre del oro

Xesús Fraga
xesús fraga MADRID / ENVIADO ESPECIAL

CULTURA

Joaquin Phoenix (izquierda) y John C. Reilly interpretan a los hermanos Sisters
Joaquin Phoenix (izquierda) y John C. Reilly interpretan a los hermanos Sisters magali bragard

Jacques Audiard lleva al cine la novela de Patrick deWitt «Los hermanos Sisters», un wéstern que plantea la tensión entre barbarie y civilización en el Oregón de 1851

10 may 2019 . Actualizado a las 16:23 h.

A Jacques Audiard (París, 1952) no le importa reconocerlo: el wéstern nunca le ha llamado demasiado, ni como espectador ni como director. «No soy un gran aficionado al género», aclara. «Siendo francés, mis mitos son otros: la Revolución, las novelas del siglo XIX... seguro que Thom sabe más de wéstern que yo». Thom es Thomas Bidegain (Mauléon-Licharre, 1968), el guionista con el que Audiard ha filmado películas clave -Un profeta, De óxido y hueso, Dheepan- y cuya colaboración se repite en Los hermanos Sisters, que hoy llega a los cines. De hecho, el filme, que adapta la exitosa novela del canadiense Patrick deWitt, nació como un encargo de uno de sus protagonistas, John C. Reilly -el reparto lo completan Joaquin Phoenix, Jake Gyllenhaal y Riz Ahmed-, pero Audiard ha envuelto en algunas de las claves del wéstern -los Colt, los caballos, los pueblos polvorientos, los saloons y el whisky- una historia compleja, con varios niveles de interpretación.

Oregón, 1851. Los hermanos Sisters, Charlie y Eli, trabajan para el Comodoro. Su último encargo es dar caza a un empleado fugado, un químico que ha descubierto una fórmula que, al verterla en los ríos, hace brillar el preciado metal tan codiciado durante la fiebre del oro. Un período clave en la historia de Estados Unidos, que construye, de un día para otro, a veces a golpe de gatillo, su presente y su futuro. La clave, según explica Audiard en la sede madrileña de la Academia de Cine, es que «esas personas brutales van a dejar su pistola a la entrada de la ciudad cuando llega la democracia».

Esa tensión entre la barbarie y la civilización planea sobre la película y se encarna en la divergencia de los hermanos protagonistas: mientras Charlie se entrega a sus instintos, Eli aspira a otra vida, aunque a ambos los ata el mismo temor, el de no ser capaces de escapar al historial de violencia que han heredado de su padre, una «sangre sucia» que corre por sus venas como veneno. «Esa es la gran pregunta», confirma el director: «Cómo acabar con la violencia de sus padres». Una violencia que, por extensión, es la de «los padres fundadores» de la nación. 

Ambición y utopía

Bidegain habla de Los hermanos Sisters como un «wéstern prehistórico»: en 1851 aún quedaban ocho años para que Oregón se constituyese en Estado. Todo estaba por hacer, el futuro por determinar. El filme toca aspectos como la avalancha migratoria que llevó al Oeste la codicia por el oro, donde convivían tanto ambiciosos sin escrúpulos para enriquecerse a toda costa, como utópicos que planeaban la fundación de comunidades que naciesen puras, sin maldad.

Entre esta agitación y ausencia de ley -se impone la del mejor pistolero- se mueven Charlie y Eli. Los hermanos, rudos, descreídos, criados en la violencia por su propio padre, también son seducidos por la promesa del oro y una fórmula milagrosa que bien podría funcionar o quedarse en uno de esos crecepelos tan propios del Oeste, pero con consecuencias nada inocuas, sino venenosas. «Son como críos: tienen 40 años, pero son como niños», explica Audiard, quien enfatiza la transformación irreversible que opera la historia en sus protagonistas. «Son como preadolescentes», añade Bidegain. Quizá en buena medida su inmadurez se deba a que su madre sigue siendo la única mujer en sus vidas. «Es que no están maduros para esa relación», incide el cineasta.

Los hermanos Sisters trae desde el pasado ecos de problemas a los que Estados Unidos se enfrenta cíclicamente. Las consecuencias de las armas o la emigración, por ejemplo. También la toxicidad -otra vez el veneno-, en especial para la naturaleza, de la avaricia humana. Cuestiones que la película plantea a los espectadores de hoy a través de una historia de hace 150 años. A pesar de las buenas críticas cosechadas, Audiard y Bidegain reconocen que para los descendientes de aquellos pioneros, crecidos, ellos sí, en la mitología del wéstern, es una «película rara». Quizá haya que esperar al juicio definitivo: el Twitter de Trump. «It’s a shit!», anticipa Audiard, entre sonoras carcajadas.