Isabel Coixet: «Con 'Elisa y Marcela' quise hacer una historia de amor como las de Douglas Sirk»

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

CESAR DELGADO

La directora recogió el premio de la Semana de Cine de Betanzos, que proyectó su filmografía

19 jul 2019 . Actualizado a las 20:10 h.

La filmografía de Isabel Coixet (Barcelona, 1960) ha sido la protagonista de la Semana de Cine de Betanzos, cuyo premio recibió este jueves la directora. Una retrospectiva para el espectador pero que también puede invitar a la creadora a hacer balance.

-¿Qué piensa cuando ve el programa con todos sus filmes?

-Lo bueno y lo terrible es que me veo a mí. Me veo desde mis balbuceos iniciales a ese querer decir cosas y no saber cómo decirlas. Pasaron muchos años entre mi primera y mi segunda película, donde creo que aprendí a vivir, no sé si a rodar, pero a vivir sí, un poco. Y a veces pienso que realmente es muy sorprendente haber cumplido ese sueño de infancia de hacer películas. Yo solo sabía que quería estar detrás. Recuerdo un momento donde me llevaron, porque mi abuela trabajaba en un cine -era taquillera en el Texas en Gracia, que todavía existe-, a la cabina de proyección y el señor de la proyección me decía «esto es la película» y me enseñaba las latas. Y luego yo veía el haz de luz que hacía que se movieran las imágenes y ya solo esto me sigue pareciendo mágico, incluso aunque sea el digital. Lo que uno vive y respira y se muere se pueda rodar y luego poder volver a ver me sigue pareciendo algo mágico. Y que por muy accesible que sea, que ahora hay gente que ha hecho películas con el iPhone, y que además no están mal, es aquello que decía Godard: «Se puede rodar cualquier cosa, pero cualquier cosa no es cualquier cosa».

-«Elisa y Marcela» como proyectó arrancó hace más de diez años. ¿Qué condiciones había ahora para que pudiese hacerse?

-Uno de los factores que ha permitido que la película existiera es que Netflix se ha dado cuenta de que hay un público para eso. Muchos productores que la tuvieron antes pensaban que sí, que era interesante, pero muy minoritaria. Hoy puedo decir que gracias a Netflix la película se está viendo en todo el mundo. Cada día, todos los que hemos participado recibimos la respuesta de gente de todo el mundo, desde Arabia Saudí, Singapur a Líbano, Brasil… Gente que se siente tocada. Se han dado cuenta de que hay un público.

-Es una historia muy vinculada a un tiempo y un lugar, pero, en esencia, universal.

-Creo que tiene un valor clásico, universal, siempre lo vi así. Estamos en un momento en el que también mucha gente minimiza, como si te dijeran que hay otros problemas más importantes que este. Y mucha gente me dice que en la Galicia de ese tiempo, y es verdad, muchas mujeres vivían juntas y no tenían que montar ese número, vivían como «amigas». Pero ellas no quisieron eso. Siempre he dicho a quienes quieran saber todo sobre esa historia que vayan al libro de Narciso de Gabriel, que para mí fue fundamental, aunque yo quería hacer otra cosa. Quería hacer una historia de amor como las de Douglas Sirk, sobre todo porque es mi territorio. También tuvimos que hacer muchos sacrificios porque se rodó en cuatro semanas pero con un equipo entregado, uno de los mejores que he tenido nunca, con una ilusión muy grande, porque es una historia que merece la pena ser contada. Hay cosas en los rodajes que al final traspasan la pantalla.

-Emily Mortimer, que protagonizó «La librería», contó en una entrevista que había luchado porque esa película se hiciese. La del cine debe de ser una industria muy difícil para que cueste hacer un filme como ese. 

-Es una industria muy difícil si quieres hacer el tipo de cine que yo quiero hacer. Si quieres hacer Los Vengadores 7, no. Pero hay que relativizar. Es mucho más difícil sobrevivir como un científico en este país o en una granja ecológica de cabras. Todo lo que merece la pena es difícil por definición. Hay momentos que el agricultor pierde una cosecha yo he estado trabajando tres años en un proyecto, y casi me mato, y luego la película no le gusta a nadie, el productor no te paga, has estado trabajando en circunstancias muy duras, a 18 grados bajo cero, casi te quemas un pie. Y no sale nada. ¿Qué es lo peor que le puede pasar a un cineasta? A mí me ha pasado. Bueno, no, tengo un amigo al que le pasó algo peor, que se le quemó un negativo y el laboratorio no había pagado el último plazo del seguro. Todos los trabajos tienen riesgo. Lo nuestro es más vistoso, simplemente. Hay actrices, esta cosa de la premiere, la alfombra roja, que para mí está tan alejado del trabajo en sí, que lo vivo con un poco de bueno, hay que hacerlo. Pero qué tiene que ver con lo que hago. Nada.

-En «La librería» la novela «Lolita» de Nabokov desempeña un papel importante. Aún sigue suscitando polémica, igual que ahora se examinan muchas obras en función de un supuesto mensaje moral, llegando en ocasiones a pedir su prohibición o retirada. Se podría aplicar la frase de Penelope Fitgerald que ha incluido en la película: «Escribe biografías sobre personas a las que admiras, pero ficción sobre los que se han equivocado o son malvados».

-Es todo parte de la naturaleza humana. En el caso de Lolita, pienso que la duda que tiene que el personaje de Florence [la librera del filme] es legítima, porque va a hacer una inversión en este libro. Es curioso, como para mí de todas las lecturas que he hecho a los años de Lolita la novela ha cambiado para bien. Porque creo que está claro, al menos yo lo siento así, el punto de vista de Nabokov. Pero hay otras cosas, otras obras, que a pesar de que no sé a ciencia cierta qué pensar de su autor... el otro día lo comprobé viendo Manhattan, que siempre he adorado. De repente, la relación del personaje de Woody Allen con la niña de 16 se te hace cuanto menos extraña. De hecho, no pude acabar de verla. Es curioso, la primera vez todo te parece bonito, no te planteas nada, y ahora con las cosas que sabes o que no sabes, porque creo que nadie en este caso nadie sabe realmente qué ha hecho o no, hay algo que cambia en ti. Ver aquella niña inocente con un señor de 42 años y que a todo el mundo le parezca normal, pues no es normal. No lo es y no lo puede ser. No es madura. Yo no digo que la experiencia de la vida no haga entender mejor las cosas, pero sí que hay un poso a partir del cual puedes opinar o sentir o vivir, cuando tienes 16 por muy madura que seas, no me vale.

-Si alguien tuviese que rodar un filme sobre los últimos años en Cataluña, lo ve más como un «thriller» político de Pakula o en el estilo de los Monty Phyton?

-Yo creo que me inclino más por el Dúo Sacapuntas [risas]. No sé si tenemos sentido del humor suficiente para poder hacerle justicia al tema. Desde hace bastante intento no saber, la verdad. Es la primera vez en mi vida que prefiero leer cualquier cosa en la que no haya un suplemento de lo que pasa en mi tierra porque veo una especie de día de la marmota del que no sabemos salir. Y al final, como ciudadana, quiero otras cosas. Que la energía de los políticos se gaste en otras cosas, pero veo el brexit o a Salvini, por no decir todo lo que pasa en Hungría... Todos, como ciudadanos, queremos unas cosas muy básicos y luego hay alguien que inventa deseos que me parecen antinaturales. La supremacía es para mí antinatural: creerte mejor que el de al lado. A partir de ahí creo que no se puede crear nada bueno, pero esa es la historia de la humanidad. A lo mejor al final las cosas mejoran, ¿no?

Entre una serie para HBO y un documental del Holocausto

El último proyecto de Coixet no es una película, sino una serie para HBO. Foodie Love, protagonizada por Laia Costa y Guillermo Pfening, es «una historia de amor entre dos personas de treinta y pico, inteligentes, sensibles, complicados y que van acercándose, alejándose», según la directora. «Durante mucho tiempo me resistí a hacer una serie de televisión, quizá porque hay series que me gusten pero que no me enganchan. Esto de sentarte y ver cuatro horas seguidas, no. Puedo leer un libro de una sentada, pero no una serie, no sé por qué. Me imagino que son cosas generacionales. Me habían pedido en el pasado que hiciera dos capítulos de Homeland, o dos de True Blood, o de estas series. Entrar en un proyecto que tiene una trayectoria, en el que al final eres un artesano, con todo mi respeto a los artesanos, pero de alguna manera eres sustituible, intercambiable. No me hacía ilusión. Surgió el proyecto de HBO, que me ofreció la posibilidad de crear algo desde cero. Les presenté algo que llevaba mucho tiempo pensando y que me parecía que no era una película, con una estructura que me parecía cercana a la de las series cuando yo nunca había escrito una. Y les gustó la premisa», recuerda.

A Coixet también le gustaría hacer un documental sobre el libro Todas las cosas que me han preguntado sobre el holocausto, escrito por una superviviente de Auschwitz. «Ayer [por el miércoles] cumplió 96 años. Está lúcida, pero frágil», describe la cineasta, consciente de que el tiempo apremia. «¿Cuánto tiempo me queda para hacerlo?», se pregunta. «¿Y por qué quiero hacerlo? Porque me parece que la gente olvida muy rápido y hay que recordar las cosas que pueden pasar y que los juicios y palabras que emitimos, por mucho que queramos evitarlo, van perforando. Está comprobado que cada vez hay más gente que niega el Holocausto, a pesar de la literatura y el cine que se ha hecho sobre él».