Depp, sádico militar racista en la adaptación de la obra de Coetzee

José Luis Losa VENECIA / E. LA VOZ

CULTURA

ETTORE FERRARI

«La mafia ya no es lo que era», documental de dudoso gusto

07 sep 2019 . Actualizado a las 09:44 h.

No había tenido hasta ahora suerte el Nobel J. M. Coetzee en la adaptación de su literatura al cine. La película que cerró este viernes la competición de esta 76.ª Mostra, Esperando a los bárbaros, no es obra eminente pero sí posee capacidad para atrapar esos espectros del racismo, de la necesidad de inventarse un enemigo, de la crueldad como instrumento del poder, que anidan todos en la médula de buena parte de la obra del escritor sudafricano. La adaptación bastante fiel del texto se sitúa en una de esas llamadas fronteras muertas, como la de El desierto de los tártaros de Dino Buzzati. Un lugar sin identificación geográfica ni temporal, en cuya fortaleza un funcionario mantiene la convivencia con la distante población nativa, apenas atisbada. Hasta que irrumpe el monstruo colonialista, un coronel que sirve a Johnny Depp para ofrecer otra de sus carnavaladas. Es el de Depp uno de esos roles sádicos en los que se puede reconocer la huella de la etapa final de Marlon Brando, cuando se caricaturizó en filmes como The Missouri Breaks, La isla del doctor Moreau o Los últimos juegos prohibidos. Mucho se habló de la simbólica heredad que Brando dejó a su estrecho amigo cuando ambos coincidieron y Brando se despedía en la oscuridad, en una silla de ruedas hacia el más allá, en la elegíaca The Brave.

Realmente, en esta película del realizador Ciro Guerra, Depp y sus excentricidades son presencia fugaz. Como la de Robert Pattinson. El peso del filme descansa sobre un actor notabilísimo, Mark Rylance, a quien Spielberg dio la visibilidad para que ganase un merecido Óscar por El puente de los espías. Rylance es aquí el hombre de paz que no puede detener una dinámica colonial clásica de acción y reacción. El colombiano Ciro Guerra -que lleva mejor de lo esperado el gap desde sus películas indigenistas El abrazo de la serpiente y Pájaros de verano a esta producción en inglés y con cásting estelar- deja que por este páramo se cuele la sombra del Godot de Beckett, tan presente en Coetzee. Y que se respiren secuencias de wéstern bien entendidas, porque la frontera y el enemigo nativo son la base de ese género. Y, cómo no, la posible lectura de lo que apunta Guerra en su cine anterior: una Colombia con los militares removiendo zonas enteras del país, sacrificando a población civil indígena. Todo está perfilado con elegancia, sin subrayados.

Y solo se permite el filme, con respecto a la novela de Coetzee, ese horizonte del cual -en una profecía autocumplida por la militarista escalada de la tensión- surge una ola humana que todo lo ocupa. Son los bárbaros, los tártaros, que finalmente sí están ahí porque esto no es Dino Buzzati sino un fatalista avistamiento del futuro en el cual el racismo y la sinrazón totalitaria llevan finalmente a esa justa aparición soñada por Kavafis.

 Los jueces Falcone y Borsellino

No entiendo la presencia en la competición del documental de Franco Maresco La mafia ya no es lo que era. Porque su materia esencial -la de la figura de un animador musical de la llamada canción neomelódica erigido en leit motiv y narcocorrido de Cosa Nostra- ya se nos descubría en una cinta suya vista aquí hace 5 años, Bellusconi, que era infinitamente más sugestiva. La forma en que vuelve Maresco sobre este tipo, Ciccio Mira, dedicado a orquestar la música de bodas y guateques de la mafia palermitana, y cómo convierte a este bufón de moral abominable en motor de comicidad me parece irritante. Mucho más cuando la película se ambienta en la rememorización de los 25 años que hace que los colegas de Mira asesinaron a los jueces Falcone y Borsellino.

Se comprende menos esta exaltación de un documental inelegante cuando esta Mostra ha ofrecido joyas en bruto del género: los documentos sobre Francesco Rossi y la Historia italiana del siglo XX, el dedicado al magnate del petróleo némesis de Putin, Aleksander Jodorkowski y ?sobre todo- la obra maestra The Kingmaster, que nos revela que Imelda Marcos no solo sigue viva ?como esfinge kitsch irredenta- sino que está a punto de volver al poder en Filipinas junto a temible presidente Duterte ?quien convierte, por contraste, a Bolsonaro en el Papa Francisco- han sido de lo mejor de esta edición que fue de más a muy poco.