Amaia: el disco de pop más esperado del año no decepciona

Javier Becerra
Javier Becerra REDACCIÓN

CULTURA

Amaia Romero durante la presentación de su disco
Amaia Romero durante la presentación de su disco Eduardo Parra - Europa Press

«Pero no pasa nada» es el debut de la artista navarra que ganó OT 2017, un álbum notable de trazo claro y sentimental con el que inicia su carrera

21 sep 2019 . Actualizado a las 19:15 h.

La fecha permanecía marcada en el calendario de lanzamientos con rotulador rojo. Se trataba del disco de debut de Amaia, la artista que fascinó a medio país con su aparición en el programa OT. Incluso, muchos de los detractores del espacio vieron en ella una chispa única cuando se viralizó su versión del Shake It Out de Florence & The Machine. Su voz, su naturalidad y su manera de expresarse enamoró. De pronto, pasó a ser una estrella sobre la que pendía una duda: ¿ese brillo será efímero o desaparecerá como tantos otros concursantes de talent-show?

Todo ha sido diferente en esta ocasión. Primero, su constante coqueteo con el indie cuando antes lo normal en OT era abrazarse a los sonidos latinos, el pop con toques flamencos o el modelo de cantante romántico al uso. Amaia actuó sin disco en el Primavera Sound, colaboró con grupos como Carolina Durante y se alió, de inicio, con el productor Raül Refree (Silvia Pérez Cruz, Rosalía) para trabajar en su álbum de debut. Luego terminaría con Santi de El Mató a Un Policía Motorizado. Se constataban ahí claramente que esta vez iba a ser todo muy diferente a lo que en su día ocurrió con David Bisbal, Rosa o Bustamante.

Otra nota diferenciadora ha sido la lentitud con la que se ha desarrollado todo. Dos años han pasado desde entonces, lanzando solo piezas a cuentagotas y cultivando el misterio en la niebla. Ahora se disipa con la salida de Pero no pasa nada, un disco esperadísimo que, seguramente, vaya a dividir al público y a la crítica. Como ocurre con todos los fenómenos pop que trascienden a la música misma, aquí entran muchos otros factores en juego. Desde las expectativas de un público más acostumbrado a artistas decididamente mainstream a las ganas de poner puntos sobre las íes por los sectores más especializados, que consideran que se trata de una artista sobrevalorada. Ahí existe toda una gama de colores para elegir. La escala cromática ya se está alternando ahora en tiempo real en las redes sociales.

Ciñiéndose a lo estrictamente musical, Pero no pasa nada es un buen álbum que estira muchas de las cosas que Amaia había expuesto en los adelantos anteriores. Aquí se dan cita un puñado de canciones con altas dosis de sentimentalismo que se mueven por los los diferentes tonos del amor. Las comanda esa voz suya tan característica, que siempre pincha en el corazoncito del fan justo cuando estira sílabas y semeja que se vaya a romper de un momento a otro. Y estas composiciones se arman sobre el piano con majestuosidad o desde la guitarra, con una pulcra producción en la que todo está en su sitio.

Dejando a un lado aquel Un nuevo lugar, con el que inauguraba su nueva etapa (aún con Raül Refree), opta aquí por abrir con Última vez, lanzando un mensaje cifrado con una guitarra esquelética y un silbido: «El avión se va a caer / tú serás mi última vez». ¿Qué significado tendrá eso? ¿Qué querrá decir ahí? Quizá aún haya mucha bruma por clarear. Sigue con sintetizadores en un Quedará en nuestra mente. De entrada, recuerda al sonido y temple de La Bien Querida. En apenas unos segundos confirma su inclinación hacia lo indie. La interpretación sin inflexiones, los ecos a lo Phil Spector, las guitarras eléctricas limpias que podrían haber salido de un disco de Belle & Sebastian y las pinceladas electrónicas lo confirman.

El relámpago, otro de los temas ya conocidos, destaca en tercer lugar. Se trata, seguramente, de lo mejor del disco. Sobrio de inicio, emocionalmente evanescente y con un clímax definitivo. Escucharla y no pintar la canción en la mente resulta complicado. También no terminar forzando las cuerdas vocales para cantar eso de «deeeeeeeebajo del relámpago» intentando imitar esa voz: frágil y poderosa a un tiempo, de tintes aniñados y poder conmovedor. Justo en el momento en el que irrumpe el trueno, resulta normal sentir un pequeño estremecimiento.   

Nuevo verano se revela como otro de esos cortes que podría haber llegado de un álbum de Belle & Sebastian o Camera Obscura. Pop estilizado con bucles de country y versos que coquetean con el sonrojo, pero también con la cercanía («la luna se refleja en mis uñas mordidas / todas las estrellas están juntas en mi bebida»). Una pieza sobre la placidez, el bienestar («me gusta el mundo, pero tú un poco más») y esa sensación de que la vida a veces nos acaricia con su tacto más suave. También se acerca a la suave cadencia del country-pop Todos estos años, con nuevos clics líricos que seguramente fotografiarán las sensaciones de muchos de tus oyentes («Quiero imprimir todas estas fotos / quiero imprimir todos estos años»).

En medio de ambas, se encuentra la ya conocida Nadie podría hacerlo, conmovedora confesión a piano desnudo. Y Quiero que vengas, una canción con extra de electricidad y chiribitas electrónicas. Seguramente destaque en los directos de la artista aunque en el disco suena, de inicio, un tanto forzada. Ocurre algo semejante con Un día perdido, carente del gancho inmediato de sus compañeras. Habrá que ver cómo funcionan con el paso de los días y las escuchas. 

Tras Cuando estés triste, un baladón de piano y voz en pecho, el disco lo cierra Porque apareciste. Trenzados de guitarra, aroma de ranchera, voz tirando al encogimiento pero abriéndose intermitente, una mandolina de fondo y versos ardientes («Nunca amaré tanto a un hombre, nunca podré cantar igual»). También la sensación de poner un punto final a un disco que pide ser valorado como tal. Más allá del ruido, el amor incondicional de los fans, los titulares del corazón y el afán de hacer justicia de los consejos de sabios, Pero no pasa nada se revela como un álbum notable de una artista singular. Perfectamente podría tener sitio en cualquier discoteca pop que aprecie las buenas canciones, las voces que mmmm... tocan ahí y los discos donde todo, o casi todo, está en su sitio. Ni más -de acuerdo-, pero tampoco menos.