Imanol Arias: «Del principio de 'Cuéntame' solo conservo mis 70 kilos»

CULTURA

Alf | EFE

Imanol sigue siendo un soldado a las órdenes de cualquier director, pero este año le ha tocado subir de rango como sargento en «Sordo» y como coronel en el teatro. «No sé por qué me toca tanto, porque yo ya hice la mili», bromea el intérprete, al que tras 44 años de trayectoria aún le quedan balas para rato

22 sep 2019 . Actualizado a las 17:20 h.

Con doble estreno vestido de militar, a Imanol Arias (Riaño, 1965) se le suma el de la temporada veinte de Cuéntame, a la que le ve el final todos los años. «Queda mucho por contar, pero lo que no sé es cuánto tiempo va a durar este contar», señala el actor, que lleva desde el pasado viernes en taquilla con Sordo, un wéstern en el que, una vez más, le toca hacer de buen hombre. A este dulce momento profesional le añade una gran etapa personal: «Prefiero ser feliz que tener razón todo el tiempo», asegura.

-Esta película te llegó como una bala.

-Sí, ja, ja. Me llegó como una bala, así fue, me llegó con un pen drive en forma de bala con toda la historia. Fue un regalazo porque me encantó el proyecto y me gustaba quién me la ofrecía, aparte de la productora, porque fue Asier Etxeandia.

-Te tocó estar en el banquillo como un buen segundo. ¿Lo disfrutaste?

-La película es preciosa y está hecha con mucho corazón, entonces era algo maravilloso estar sentado y viendo cómo los demás personajes iban desarrollando su historia, y asistir a ese rodaje. La película se consigue porque nada estaba demasiado preparado en ella.

-También se publicó el videoclip del tema de Asier para la película, «Simplemente perfecto». Salís todos.

-Sí, nos apuntamos a todo, es como una llamada a la gente. Es que tenemos un intérprete que canta fantásticamente y aporta muchas cosas.

-Va de uniformes la cosa, también estrenas en octubre en el teatro «El coronel no tiene quien le escriba».

-Sí, no sé por qué me toca tanto porque yo ya hice la mili, así que ya cumplí con mi obligación de soldado. Pero bueno, parece que este año viene de sargentos y coroneles. Es una coincidencia también en cuanto a que son personajes que tienen algo en común, esa dignidad, esa especie de sensación de que hay una posibilidad siempre a estas alturas de la vida de hacer algo, ¿no? De poner en práctica lo que has aprendido.

-El coronel espera una pensión que no llega. ¿Qué harás tú con la tuya?

-Pues nada, utilizarla, pagar mis gastillos. A ver si da para vivir, ja, ja. Y esperar que algún director joven diga: ‘Uy, ¿esto estará Imanol para hacerlo? Me han dicho que aún anda, que tiene buena memoria y está con ganas’. Ja, ja. Así lo viviré, y tirando un poco de esos ahorros que uno pueda tener. Lo que quiero es vivir con calma, con tranquilidad.

-Podrías cobrarla, ¿no? Ya van 44 años desde que empezaste en esto.

-Sí, sí, es verdad que yo tuve buena suerte e incluso al principio los trabajos estaban registrados en la seguridad social, que no era algo común, no existió siempre eso, pero así se ha dado. Y cuando llegue el momento la dejaré ahí, porque habrá otra gente que la necesite y mientras tenga, seguiré trabajando. Yo quiero trabajar.

-Volviendo a «Sordo», el sargento Castillo es un héroe tierno y patético, un buen hombre.

-Es patético porque está en unas circunstancias que le sobrepasan al pobre, y es un buen hombre porque ha pasado mucho y además tiene buena voluntad. Pero sobre todo es que ha pasado por todos los sitios, está un poco con ganas de que se acabe la guerra, porque ya es mayor y se enfrenta a todo con una visión más conciliadora. Eso es lo que le hace un héroe. Entrega además su vida con la convicción de que todo se tiene que terminar y no hace falta ese escarnio. Esa es la dignidad de este hombre, porque vive en el pueblo e intenta pacificar algo que no es pacífico, es una invasión. Pero él es mayor y tiene el conocimiento de que la guerra es dura, es tremenda, angustiosa, y piensa que tiene que terminar ya.

-Tiene un lado tierno también, es humano dentro de la barbarie.

-Es que en las guerras civiles son hermanos contra hermanos, eso ya ha pasado y ya lo ha vivido, no quiere vivirlo más. Y al vivir en el pueblo con los personajes que sufren todo eso, la aparición de los maquis hace que también estalle una situación dentro del pueblo, y él no deja de ser de allí.

-De pueblo como Antonio Alcántara, que a pesar de todas las cosas que le han pasado sigue haciendo bandera de Sagrillas.

-Como dice el rap, soy Antonio Alcántara, vengo desde abajo. Antes era bedel y ahora empresario del año, ¡ja, ja! Realmente Alcántara es un pueblerino listo, se ha amadrileñado muy bien.

-Lo va a tener difícil con Merche, ¿no?

-Eso está fatal, fatal, porque han estado mucho tiempo juntos y se echan mucho de menos, pero cada uno mantiene su postura. Yo quiero verlo en clave de humor, porque uno se pone en situaciones tan ridículas pero tan necesarias en esas circunstancias... La reafirmación de uno, la reafirmación de su vida… Al final tengo lo que quiero, pero estoy más solo que la una, ja, ja. Además Antonio trabaja en pleno meollo; esa plaza, ese barrio, sigue siendo el epicentro. Y como la decisión es de ella, al que le toca sufrir es al hombre, que no se ha enterado de lo que se le venía encima.

-Veinte temporadas ya... si seguís así llegáis a las bodas de plata.

-Tendríamos que hacer muchos saltos, seguimos estando a 29-30 años de diferencia, estamos en el 91. Lo que pasa es que en la época, en el 90, hubo una transformación hacia una modernidad y una forma de entender el humor y de hablar. Las circunstancias políticas del país también hicieron que parezca menos histórica la serie, que parezca que está más cerca, pero en realidad estamos todavía preparando la Expo de Sevilla y la Olimpiada, ese momento en el que en España nos sentimos un país poderoso, con imaginación, con sentido del espectáculo. Queda mucho por contar, lo que no sé es cuánto tiempo va a durar este contar, pero de momento estamos ahí.

-¿Pero seguís sin verle el final?

-Todos los años le vemos el final. Como trabajamos año a año, cada año pensamos que a la serie no le queda mucho. Pero por el cambio audiovisual, quizás. O a lo mejor sí, porque los espectadores llegan y la serie cumple sus objetivos. Pero la pretensión es que esto no es eterno, porque hay que cuidar la forma en la que se llega a esta etapa. El reto es encontrar formas de contar que, siendo las mismas, no sean repetitivas.

-¿Lo único que mantienes desde el primer capítulo es tu peso?

-Sí, mis 70 kilos, y ha habido etapas de menos. Pero ya ni el pelo, ni nada. Todo este tiempo he cambiado mucho, pero sí, esa sería la nota característica, y la mantengo desde el año 80.

-¿Y cómo se hace eso?

-No tengo ni puñetera idea, ja, ja.

-¿Sigues fumando?

-Hago intentos de acabar del todo y no lo consigo, pero creo ya no es un problema que tenga que abordar inmediatamente.

-Después de tantos éxitos, ¿sigues teniendo miedo a pinchar?

-Está dentro del contrato, se fracasa o se medio triunfa continuamente. Esto no es una carrera ni una competición para tener éxitos. Es una forma de vivir y un trabajo que tiene que ver con que vayas pasando etapas. Hay historias preciosas que tienen mucho éxito, otras no tienen tanto y se quedan en el recuerdo. Pero al final es una actividad que se revisa, por tanto el tiempo va colocándola en su sitio, y esa sensación de que este igual no es el mejor año siempre está. Lo que hay que hacer es convivir con ella, no angustiarse y aceptar que uno no puede ser el centro de atención total de todo, ¿no?

-Tus hijos parece que quieren seguir con la profesión. Jon estrenó «Instinto».

-Jon está trabajando mucho, y parece que quiere trabajar en esto y que le gusta. Al pequeño todavía le queda, tiene que cumplir la mayoría de edad y definirse, aunque supongo que lo querrá hacer. Tiene esa tentación, lo que pasa es que intentamos mantenerle en la línea educativa lo máximo posible. Ya tendrá tiempo para lo demás.

-A tus 63, ¿estás como un niño con zapatos nuevos?

-Estoy bien. Bien de salud, paso los días entretenido… Me encuentro razonablemente feliz, prefiero ser feliz a tener razón todo el tiempo. Prefiero estar equivocado y estar tranquilo, que tampoco es que esté equivocado, pero vivo tranquilo. Se trata de intentar vivir sin generar guerras ni conflictos, aunque no siempre se consigue.