Muere la madre del escritor argentino Jorge Fernández Díaz, asturiana que emigró sola siendo una niña y cuya aventura nutrió el libro de su hijo «Mamá», un gran «best seller»

«Murió Carmina, mi madre. Una dulce guerrera de la vida. Gracias a todos los que nos reconfortan en este doloroso momento». Con estas palabras daba a conocer en Twitter el escritor argentino Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960) la triste noticia, que trascendió ayer, del fallecimiento, que había acontecido el pasado viernes.

La importancia de esta mujer fue clave no solo en su vida sino también en su carrera literaria. Fue ella misma la que le dio la idea feliz cuando supo por su boca que hacía llorar a su psiquiatra cuando en la consulta le hablaba del pasado y sus cuitas. «Si querés escribir una gran aventura, contá la mía», desafiaba a su hijo escritor.

Y este entendió que debía hacerlo, aunque inicialmente no era algo pensado para publicar sino un texto para consumo interno, familiar, para sus hijos, que «pertenecen a una generación con la memoria macdonalizada». Entendió que tenía que hacerles saber de dónde venían, e incluso él mismo debería ponerse al día, quizá para poder comprenderse mejor. «Me di cuenta de que no sabía nada de mi madre. Secretos familiares que desconocía, como que mi tío abuelo trató de violarla. Tracé el árbol genealógico de mi familia y me encontré con mi rostro. Somos una mezcla de los familiares que no conocimos», recordaba recientemente en una entrevista concedida a La Voz de Galicia, que puedes releer al completo continuación.

 

Tras más de 50 horas de entrevistas y conversaciones, salió a la calle Mamá, que ya era un éxito clamoroso en América cuando en el año 2003 apareció en España de la mano del sello RBA, aunque el título ha sido recuperado recientemente por Alfaguara.

Fernández Díaz cuenta la historia de una niña española, natural de un pequeño pueblo campesino, Almurfe, apenas una aldea del municipio asturiano de Belmonte de Miranda -no muy lejos de la montaña leonesa-. Su familia envía a la adolescente a la Argentina de Perón para sacarla del hambre y de la miseria, con el compromiso firme de que pronto la acompañará su familia, especialmente su madre, María del Escalón. Todo derivó en drama, cuando se vio sola, con el único apoyo de unos tíos que la trataban de forma displicente. Algo se había torcido y nadie llegó para arropar a aquella gallega en una tierra extraña y hostil. Tras mucho padecer, aceptó el destierro, se casó con otro asturiano y acabó por hacerse argentina, asumiendo la separación de sus seres queridos como una tragedia íntima, un desgarro personal. Un drama que la recesión económica y el corralito parecían abocarla a revivir en un sentido inverso, cuando sus hijos y nietos le anunciaron que tratarían de evitar la crisis y buscar un futuro en España. Fue esa situación la que la abocó a una incipiente depresión y la llevó al diván de aquella joven psiquiatra que a veces se entregaba al llanto mientras escuchaba a Carmina.

Periodismo y confesión

Entre la crónica periodística, la narración confesional y la dolorosa biografía, Mamá cautivó a sus amigos, que lo empujaron a ofrecerla a Editorial Sudamericana. Tras mucho matinar, su madre dio luz verde a la idea: «Quizás ese libro pueda servir de algo a esos incautos que toman frívolamente la idea de emigrar, que se van creyendo que se puede volver, cuando irse es irse para siempre, y no saben que la vida va jugando sus cartas y a veces es difícil volver atrás». Lo que vino después fue el éxito arrollador de lo que hoy es ya todo un best seller.

Hace algún tiempo que el mal de Alzheimer hizo presa de la mente de Carmina, que su hijo trataba de avivar poniéndole la canción de Víctor Manuel Paxarinos. La memoria quedará ahora para siempre en el libro.

Jorge Fernández Díaz se despidió de Carmina en un programa radiofónico, con un texto lleno de emotividad que también es un homenaje a los argeñoles -«esa extraña raza de mártires»-, que después colgó en su blog personal y que decía: «Se convirtió en cenizas, a su voluntad, una mujer que nació en la Asturias pobrísima. Que sufrió la orfandad y el hambre, y que llevaba en su frente el destino de la derrota y de la mediocridad. Supo, sin embargo, contrariar ese sino y salir adelante, como lo hicieron millones de inmigrantes que llegaron a estas costas: con la empecinada cultura del trabajo. Se llamaba María del Carmen Díaz. Pero todos la llamaban Carmina». Puedes escucharlo a continuación.