«El método Kominsky» mejora con la edad

Beatriz Pallas ENCADENADOS

CULTURA

13 nov 2019 . Actualizado a las 19:53 h.

Puede que la moda y la televisión promuevan el culto a la juventud, pero existen series que saben cómo reflejar el poso de la edad sin perder frescura y servir momentos que inspiran para aprovechar la vida hasta la última gota. Como esa Jane Alexander de Modern Love, corriendo al trote por las calles de Nueva York. O ese intenso vínculo vital entre dos seres tan distintos como Norman Newlander y Sandy Kominsky, que no son abuelos, son personas, en El método Kominsky. La segunda temporada de la serie mejora con la edad y demuestra que el Globo de Oro a la mejor comedia que recibió la primera no fue un espejismo. En las nuevas entregas llegadas a Netflix la relación entre ambos se hace más estrecha al tiempo que lidian con nuevas parejas, hijos y altibajos vitales.

Subyace en la serie de Chuck Lorre el humor negro que destilan dos veteranos del negocio de Hollywood al afrontar los achaques de los años y reflejar sus circunstancias en diálogos que se mantienen brillantes. Ocurre cuando el ácido Norman sentencia que, a los ochenta años, acudir al funeral de un conocido es lo más parecido a hacer vida social. Y cuando ambos se sientan a tomar algo en su garito favorito de Hollywood Boulevard y un camarero senil y tembloroso consigue con dificultad llegar hasta su mesa con toda la cristalería intacta. «Haciendo excitante lo mundano», sentencian.