Diez discos para definir el pop de la segunda década del siglo XXI

Javier Becerra
javier becerra REDACCIÓN

CULTURA

Desde el «My Beautiful Dark Twisted Fantasy» de Kayne West al «Ghosteen» de Nick Cave, hacemos un repaso por alguno de los álbumes más importantes del pop del último decenio

23 dic 2019 . Actualizado a las 08:43 h.

Fragmentada en mil pedazos y aparentemente sin referencias indiscutibles a la altura de los grandes mitos del pasado, la música pop se ha desarrollado en el último decenio con el empuje de la música negra, la cristalización del bum latino y los logros de genios aislados. Estos son, dispuestos de manera cronológica, algunos de los discos más destacados editados entre el 2010 y el 2019.

  

-KAYNE WEST “My Beautiful Dark Twisted Fantasy” (2010). El quinto álbum del rapero americano inauguró la década dejando claro que la música negra iba a marcar uno de los caminos más imaniginativos de la música pop. Este disco grandioso lo confirmaba como el Prince de esta generación. Mezclando todo lo mezclable -del heavy al hip-hop y del rock sinfónico al soul- trazó la que probablemente es la travesía sonora más excitante de la década. Uno de esos discos que se reverenciarán dentro de diez (y cien) años.

-ARCADE FIRE “The Suburbs” (2010). Cuando los canadienses habían dejado boquiabiertos a todos con su sentido de la épica de festival y su facilidad para fabricar himnos, desinflaron el pecho. El cambio se concreta un disco semiconceptual sobre el evolución de la vida y como algunos dejan un ancla en un pasado del que cuesta desprenderse. En su caso, esa juventud de bicicletas en los suburbios de la gran ciudad. Con ecos de Springsteen o de New Order a partes iguales, trenzaron una obra maestra.    

-ADELE “21” (2011). Imposible no sucumbir a la fuerza de una canción como Rolling In The Deep. Con ella haciendo vibrar los cristales, Adele expulsó los demonios del desamor con una grandiosa pieza de soul que la mostraba como una de las mejores voces de su generación. Con hechuras de artista mainstream y alcance para todos los públicos, lo cierto es que 21 se trata de un disco magnífico lleno de temazos y culminado con una de esas canciones, Someone Like You, que se cantarán toda la vida.

-PJ HARVEY “Let England Shake” (2011). El cambio de década transformó totalmente el sonido y la estética de la otrora roquera británica. Quitándose de la portada del álbum y renovando por completo su arsenal instrumental (aparece el autoarpa, saxo, trombón, cítara, xilófono o violín), escribe un disco en el que profundiza en el carácter bélico de Inglaterra. El resultado es una obra totalmente aparte en la que la artista pasa a ser una rara avis, totalmente al margen de todo. 

-WAR ON DRUGS “Lost In The Dream” (2014).  Cuando en el rock parece que ya está todo inventado, solo queda mezclar elementos aparentemente inconexos y reinvidicar sonidos sin prestigio, pero con sustancia. Este álbum es una estupenda muestra de ello. Diez temas que entremezclan el kraut-rock con el Springsteen ochentero, que funden a Neil Young con la seda de Fleetwood Mac y que parecen invocar a My Bloody Valentine desde una óptima campestre. Todo jugando con elementos familiares que sorprenden precisamente al entrar en contacto unos con los otros. Pero que nadie se confunda: acogen canciones enormes que brillarían igual en cualquier otro formato.

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-DAVID BOWIE “Blackstar” (2016). Lo era ya el día que se editó. Pero jornadas después, cuando la muerte del Duque Blanco le otorgó una nueva dimensión, se convirtió en la última jugada genial de un artista único. Heredero del frío de su etapa berlinesa, imbuido en un jazz del siglo XXI y con un tono de decadencia vital que, en realidad, estaba escribiendo su propio fin, Blackstar es uno de esos álbumes que supera a la obra en sí para convertirse en algo que te deja sin habla. La secuencia de escucharlo, entenderlo y, finalmente, estremecerse ha sido uno de los hitos de este decenio.  

-BEYONCÉ “Lemonade” (2016). En un momento donde faltan las figuras carismáticas y arrolladoras de otra era, Beyoncé se mostró como la estrella pop más poderosa de todas. Vilipendiada en el pasado como producto con algunos singles afortunados, aquí da un segundo golpe de autoridad sobre la mesa -antes estuvo Beyonce, brillantísimo también- y ofrece un disco apabullante. Con sus problemas maritales de fondo y la necesidad de empoderarse, Lemonade no contiene ni un solo segundo de desecho. Temas como Hold Up, Don’t Hurt Yourself, Foward o la estratosférica Freedom callan a cualquiera. 

-ROSALÍA “El mal querer” (2018). El fenómeno pop más deslumbrante que se recuerda en la música nacional en décadas se hizo gigante con este disco y la llevó a la gloria internacional. La receta se ha requeestudiado. Esa mezcla de músicas urbanas y flamenco ha sido objeto de estudio por parte de musicólogos y fans. En ella brota un talento arrebatador que se hace sitio entre detractores, aduladores y demás folclore digital. Sabe que está en otro nivel. Que va más allá del consumo interno. Y que se trata de una artista sin límites.   

-J BALVIN “Vibras” (2018). Despreciado por zafio, obsceno e insustancial de la misma manera que se despreció el rock and roll en los cincuenta y el punk en los setenta por las generaciones anteriores, el reguetón y todas las músicas urbanas surgidas en Latinoamerica conquistaron público y más público al margen de los críticos y especialistas abriendo un nuevo camino. Quizá sea este estupendo álbum el primero que se ha tomado en serio gracia a la irrupción de Mi gente, un himno irresistible. Fresco, vibrante e increíblemente imaginativo, en él late parte de la música más excitante del presente.

-NICK CAVE “Ghosteen” (2019). Podría figurar Skeleton Tree (20016) en lugar de este, pero quizá sea aquí, extendiéndose a un formato doble, donde Nick Cave lleva a lo magistral su obra con un disco que, como el Blackstar de David Bowie, trasciende a lo habitual. Asumiendo la pérdida de su hijo cuando tenía 15 años, aquí se plantea un trabajo que parece abrir una puerta hacia un más allá jamás escuchado en la música rock. Minimalista, solemne y doliente, este álbum golpea por su belleza malsana y deja casi sin respiración.