Las plataformas reinventan con éxito el documental de crímenes de toda la vida fragmentándolo en capítulos

En 1966, Truman Capote puso a Holcomb en el mapa, un solitario pueblo de «las elevadas llanuras trigueras del oeste de Kansas» en el que una noche de mediados de noviembre de 1959 se plantaron los exconvictos Perry Smith y Richard Hickock con la descerebrada ocurrencia de desplumar a la familia Clutter. Los planes salieron peor que mal y el robo, fallido, acabó en masacre. Al día siguiente, el periodista hojeaba tranquilamente un ejemplar del New York Times cuando, en la página 39, se topó con el escabroso suceso en una pequeña columna: «Rico agricultor y tres miembros de su familia, asesinados». Ya no fue capaz de espantarlo de su cabeza.

En un arranque de motivación, Capote se ofreció al editor de The New Yorker para hacer un minucioso seguimiento del tema. Se plantó junto a su amiga de la infancia Harper Lee en la región y, tras trastear receptivo aquella zona solitaria y tomar contacto con las gentes del lugar, asistió atento al juicio de la matanza, se hizo con las grabaciones de los testimonios y relató el escalofriante episodio, con todo lujo de detalles, en un reportaje hecho novela que hoy se estudia en todas las facultades de Periodismo. A sangre fría cambió la manera de contar las cosas: afianzó un género incipiente que ya había comenzado a recurrir a los recursos estilísticos de la ficción para hablar de hechos reales.

Los crímenes auténticos son una auténtica fuerza de gravedad. Sus negras crónicas siempre han despertado un interés singular que trasciende a la reconstrucción de los hechos. Han creado escuela por su factura, por lo general impecable, su capacidad para normalizar el deshonroso interés humano por el morbo y su talento para escarbar profundo a la hora de investigar, tanto que en ocasiones incluso han acabado apretándole las tuercas al sistema. También ahí los podcasts, con vasto terreno ganado: en el 2014, Serial generó un inaudito impacto mediático tratando un asesinato ocurrido en Maryland 15 años antes y poniendo los cimientos del fenómeno que se registraría en las plataformas años después. El género vive una segunda juventud, fraccionando el documental de toda la vida en capítulos que casi funcionan mejor que la ficción.

El caso contra Adnan Syed

Hace justo un año, HBO estrenó una docuserie que entra allí adonde Serial solo se asomó. Repasa la historia de Syed, 17 años y descendiente de una familia de inmigrantes paquistaníes que (sin pruebas concluyentes) fue acusado de la muerte de su exnovia, Hae Min. La joven había desaparecido el 13 de enero de 1999. Un mes más tarde, su cuerpo apareció sin vida a las afueras de Baltimore, semienterrado y sin señales aparentes de violencia sexual. Syed fue condenado a cadena perpetua.

A lo largo de cuatro episodios, el trabajo dirigido por Amy Berg revisita esta relación sentimental desde una perspectiva muy humana, examina la sentencia y cuestiona con sensibilidad y disciplina narrativa el funcionamiento del sistema judicial en aquel lugar y en aquel justo momento. 

Making a Murderer

Netflix. Aunque quizá le sobran horas de metraje, esta pieza sentó precedente, punta de lanza de todos los documentales basados en hechos reales que vinieron después. Su repercusión fue tal que dio para horas de conversación, para largas y tendidas reflexiones sobre el caso, pero también sobre lo ético de su naturaleza. Escrito y dirigido por Laura Ricciardi y Moira Demos, fue filmado durante diez largos años en tiempo real, paralelo al calvario judicial y carcelario que vivió Steven Avery, un hombre de Wisconsin que, tras ser acusado falsamente de abuso sexual e intento de asesinato, pasó 18 años en la cárcel. No trata, sin embargo, de la verdad, sino de la justicia. No hurga en los detalles de la odisea, recopila material del proceso y lo va disponiendo ante el espectador. Ahí, la cuestión: ¿Realmente es uno inocente hasta que se demuestra lo contrario?

The Keepers

Netflix. Siete episodios que indagan en la extraña desaparición y muerte de una joven monja en Baltimore, en el año 1969; su cuerpo apareció sin vida junto a un vertedero cercano a la escuela femenina en la que impartía clases. Pero el crimen, que quedó en el aire, no es el asunto que acaba importando en este documental, sino la escandalosa trama de abusos sexuales a menores por parte de un religioso que destapó su investigación. No es explícito visualmente, pero no por ello es menos siniestro, con un relato elegante, poderoso y turbador. Pone los pelos de punta.   

Muerte en León

HBO. Porque este tema nos resulta familiar. Por lo lunático de un crimen en el que hay paranoia, obsesión, venganza y ambición. Y por lo que removió este trabajo audiovisual: un meneo a los cimientos de la investigación que acabó obligando a reabrir el caso.

«Quise hacer algo sobre el brutal asesinato de Isabel Carrasco [presidenta de la Diputación de León] desde el primer momento que leí la noticia por una razón básica: no entendía nada», explicó Justin Webster, director de la miniserie de cuatro partes que Movistar+ estrenó en el 2016 y que, imprevisiblemente, se convirtió en un trabajo de culto.Revela detalles que entonces no llegaron a trascender y arroja luz sobre un delito que parecía muy claro, señalando los flecos que quedaron en el aire. Cuestionárselo fue aquí una buena decisión.

The Staircase

Netflix. ¿Fue un accidente o fue un crimen? Sobre esta duda orbitan los 13 episodios que recuperan el caso de Michael Peterson, seguido por el documentalista francés Jean-Xavier de Lestrade (Murder on a Sunday Morning) primero en el documental El caso de la escalera (2004) y después en The Staircase 2. The Last Chance (2013). La última y más completa versión, que se puede ver en Netflix y que aúna estas dos piezas, incluye tres capítulos originales más que dan cierre a la historia.  

El tema es que el 9 de diciembre del 2001, el escritor y veterano de guerra encontró a su esposa muerta al pie de la escalera de su mansión de Durham, en Carolina del Norte. El matrimonio acababa de compartir una animada cena regada con generoso vino. La autopsia concluyó, sin embargo, que la víctima de 48 años había sufrido varias laceraciones en la espalda y en la cabeza, consecuencia de un golpe con un objeto contundente, y que había fallecido tras haber perdido una tremenda cantidad de sangre. La investigación sobre el incidente sacó además a la luz detalles íntimos de vida de Peterson, acusado de asesinato: su primer matrimonio, sus prácticas sexuales y un extraño accidente durante la guerra. Es una historia fascinante que pronto tendrá su adaptación de ficción protagonizada por Harrison Ford.

Gregory

Netflix. El 16 de octubre de 1984, el pequeño Grégory Villemin salió a jugar y nunca más volvió. Tenía solo cuatro años. Su tío recibió una llamada en la que se aseguraba que había sido secuestrado y lanzado al río Vologne, en el noroeste de Francia; poco después se encontró su cadáver, atado de pies y manos, con un gorro en la cabeza. Hoy la incógnita sigue en el aire: nadie sabe qué le pasó a Grégory. «No se conocerá jamás la verdad», avisó el primer juez que instruyó el caso, Jean-Michel Lambert, antes de quitarse la vida en el 2017.

Gilles Marchand coge una historia que ha obsesionado a todo un país y, a lo largo de cinco episodios, recorre el camino que la investigación siguió desde entonces hasta ahora, disparando una interesante y reveladora foto de la Francia más ofuscada y profunda, plagada de prejuicios. 

Amanda Knox

Netflix. Amanda Knox tiene algo que nos fascina: una Erasmus norteamericana muy mona recién llegada a Italia, ojos fríos y familia de pasta, veintipocos años, instalada en Perugia, un novio local, mucha fiesta, sexo y alcohol. Además, de repente, entra un cadáver en la ecuación, el de su compañera de piso Meredith Kercher, violada en su propia habitación y apuñalada hasta la muerte. Corría el año 2007. 

Este trabajo, que se puede ver en Netflix, vuelve a aquel asunto que tantos titulares brindó a la prensa amarillista. Rod Blackhurst y Brian McGinn retoman el suceso desde la mirada de Knox, condenada junto a su pareja de entonces, Raffaele Sollecito, y Rudy Guede, un traficante marfileño, a 26 años de prisión. Tras cuatro entre rejas, la estadounidense fue liberada. ¿Qué pasó en ese cuarto? ¿Sabía Amanda más de lo que dijo? Su ambigüedad invita a la reflexión. Ella misma lo plantea ya en el cebo: «O soy una psicópata con piel de cordero, o soy como tú».

The Confession Killer

Netflix. Poco se ha hablado de esta serie documental basada en hechos reales que se estrenó a finales del año pasado. De nuevo, un asesino y ¿muchas? víctimas. Esta vez, la mirada se detiene en el homicida, orgulloso de serlo, tanto que cultiva su fama de criminal cruel asumiendo la autoría de cientos de asesinatos perpetrados por todo el mapa de Estados Unidos. 

Los cinco capítulos dirigidos por Robert Kenner y Taki Oldham se aproximan a la figura de Henry Lee Lucas, a su personalidad y a su hazaña, poco moral pero meritoria: aquí los guardianes de la ley no tuvieron que atar cabos, sino desatarlos, desenmarañar una madeja de datos muy concretos y detalles brutales para ver con claridad. Y, despejada la situación, asumir la cantidad de contradicciones que había sobre la mesa. 

El proyecto Williamson

Netflix. Vaya por delante que a John Grisham, todo un figura del thriller literario, le entusiasmó tanto este complejo caso que lo volcó en un libro de no ficción -prefirió ser riguroso y no novelarlo- para señalar sin pudor las grietas del sistema penal estadounidense. Esta serie documental, integrada por seis episodios, se inspira en este bestseller para contarnos la historia de Ron Williamson y Dennis Fritz, dos hombres acusados de golpear, violar y asfixiar hasta la muerte a Debbie Sue Carter, una camarera de 21 años de un pequeño pueblo de Oklahoma llamado Ada. Los hechos sucedieron en 1982. Dos años más tarde, una empleada de una tienda de la misma localidad desapareció sin dejar rastro; otros dos vecinos del lugar fueron sentenciados por el crimen. Como muchas, esta pieza planea sobre la idea de que la justicia, quizá, no es tan robusta ni tan noble, planteamiento que no por sobado es menos interesante. Conviene conocer más casos, aunque solo sea para tener presentes las cloacas. 

The Jinx

HBO. No nos cansamos de recomendar esta joya dirigida por Andrew Jarecki, pero cuidado, no busquen en Internet sobre el tema. Porque la historia es relativamente reciente y un titular puede estropearles la tensión del relato y, sobre todo, la sorpresa final. Llegar virgen a esta crónica audiovisual de logradísima estética merece la pena; la impresión es importante, la que provocan los diversos acontecimientos que se van encadenando, la que genera la mirada del protagonista, el impasible y astuto millonario Robert Durst, y la del revés final, sus maneras para llegar a él. 

The Jinx nos cuenta la historia de un hombre que tanto puede ser víctima como verdugo, pobre niño rico él. Su madre se suicidó con él presente cuando apenas levantaba un palmo del suelo, en 1982 desapareció su mujer y en el 2000, una de sus mejores amigas fue asesinada. Alternando imágenes de archivo con recreaciones de los sucesos, y más cerca de una serie de ficción que de un documental, sus seis capítulos, ganadores de un Emmy, culminan con una revelación que difumina los límites entre periodismo e investigación. No defrauda.  

Wild Wild Country

Netflix. Salvaje se queda corto para definir esta pieza, que da cuenta de una realidad todavía más bestial. Wild Wild Country se estructura en seis capítulos en los que los hermanos Maclain y Chapman Way diseccionan la estrambótica secta de los Rajneeshees, liderada por el gurú indio Bhagwan Shree Rajneesha, y su éxodo a Oregón. El documental retrata aquel fascinante asentamiento, hordas de hippies vestidos de rojo que levantaron una ciudad en toda regla en medio de la nada. Poco había allí de campamento de retiro y, claro, los lugareños de las pedanías vecinas empezaron a torcer el morro. Hubo mucho conflicto, fruto del miedo y del mosqueo, y todo acabó como el rosario de la aurora.

Aquí, a diferencia de todas las anteriores, no hay cuerpo del delito, pero sí crímenes que en ningún caso son menores: abusos físicos, tráfico de armas, conspiraciones, acoso, intentos de asesinato y chantajes, material suficiente para cualquier crónica de género negro.