Christo: el velo como manifiesto artístico

x. f. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Christo y Jeanne-Claude, ante una maqueta del Reichstag envuelto
Christo y Jeanne-Claude, ante una maqueta del Reichstag envuelto PEER GRIMM | Efe

Fallece a los 84 años  el creador que se hizo célebre por envolver símbolos como el Reichstag

03 jun 2020 . Actualizado a las 09:03 h.

Nadie le pudo negar a Christo su perseverancia. Sus proyectos más famosos necesitaron décadas de gestación. El más celebrado, la acción de envolver el Reichstag, llevaba en su título la coletilla «1971-1995». Instalar sus telas color azafrán en el Central Park neoyorquino, 26 años de gestiones. Envolver el Pont Neuf parisino, una década. Ideas de largo recorrido que luego apenas tenían unos días de vida, pero que fascinaban y movían a la reflexión. Porque en la ampulosidad de su gesto y en el gigantismo de las propuestas -solo el Reichstag necesitó 100.000 metros cuadrados de material y 90 operarios- habían sin embargo, una apuesta radical: la de usar el velo como un manifiesto artístico, haciendo posible la paradoja de dar visibilidad a un objeto a la vez que se ocultaba.

Christo nació en la Bulgaria comunista y se formó en los postulados del realismo soviético impuesto a los artistas. Pero un viaje a Praga le abrió los ojos. Desde allí se escapó a Viena, para luego recalar en París, donde conocería a su esposa y colaboradora -él insistía en que sus obras eran a cuatro manos-, Jeanne-Claude Denat de Guillebon. Juntos iniciaron una serie de intervenciones, como atrancar una calle parisina con barriles y elegir el título Telón de acero. Una denominación nada casual, ya que aunque Christo prefería no acentuar un mensaje político -«Lo que yo hago no tiene ninguna función», decía-, su biografía condicionaba su trabajo. Cuando se mudó a Nueva York lo hizo en condición de inmigrante ilegal durante los tres primeros años y desde allí proclamaba que las relaciones Este-Oeste, Occidente-Oriente, no le eran ajenas.

A base de tesón, Christo y Jeanne-Claude hicieron frente a todas las negativas y transformaron en realidad proyectos que hoy se consideran pioneros del land art. Colocar unas pasarelas coloristas en un lago italiano para caminar sobre el agua -en un juego de palabras evidente- o apilar más de 7.500 barriles sobre una plataforma flotante en el Serpentine londinense. A estas alturas, Christo había transitado de las negativas a las solicitudes, como la que se le cursó desde Lugo en el 2000 para que envolviese la muralla, invitación que finalmente declinó.

Empeñado en ir contracorriente, Christo afirmaba que no aspiraba a la inmortalidad, y todas sus obras fueron concebidas como efímeras. «A mí no me gusta dejar nada. Creo que es algo que requiere valentía», afirmaba. Pero aún queda una última obra, el envoltorio del Arco de Triunfo parisino, que se llevará a cabo en septiembre.