Michel Franco lleva a Venecia la concelebración de una asonada popular en un México como Estado fallido

José Luis Losa VENECIA / E. LA VOZ

CULTURA

El director mexicano Michel Franco (a la derecha) y el actor Diego Boneta, a su llegada a la presentación en Venecia de su filme «Nuevo orden»
El director mexicano Michel Franco (a la derecha) y el actor Diego Boneta, a su llegada a la presentación en Venecia de su filme «Nuevo orden» ETTORE FERRARI | EFE

La realizadora Julia von Heinz quiere hablar en «And Tomorrow the Enter Land» de la extrema izquierda frente a los nazis y le sale un «Bella Ciao» de Eurovisión

11 sep 2020 . Actualizado a las 08:47 h.

Pasó por el Lido la película del mexicano Michel Franco con su anunciado golpe de Estado trufado de insurrección popular de Nuevo orden. Estamos ante un cambio de club digno de culebrón porque Franco fue desde su debut hace diez años un hijo de Cannes. Un enfant terrible que se incrustó con 29 años en la generación mexicana de cineastas de la crueldad, como hermano menor de nombres como Carlos Reygadas y Amat Escalante. De hecho, Franco ha sido triunfador nato en Cannes, donde ganó un premio de guion por Chronic y dos victorias en la sección Un Certain Regard por Después de Lucía y Las hijas de abril. Ya en esta última anunciaba una pérdida de su muy notable capacidad para provocar malestar.

Nuevo orden ahonda en el desnortamiento de Franco. No existe ya la inspiración mórbida que lo aupó en el panorama internacional. Su punto de partida es una boda de esa clase dominante que en México ha lucido arrogante frente a 50 millones de pobres. Y, de pronto, la irrupción de la miseria entre los canapés. Primero en forma de reclamación piadosa. Muy pronto como vindicación violenta. Como abrupta toma de la Bastilla. Es una ola popular, una marea verde -el filme arranca con un desnudo integral de mujer con su cuerpo tintado de ese color- que vemos como degenera en saqueos particulares, ejecuciones sumarias. Y el secuestro de la novia y su descenso a las sentinas de sangre, donde la revuelta corrompida desde su nacimiento se articula con más caos que el ejército de Pancho Villa.

La cinta se orquesta entonces como artefacto en el cual la violencia es acción mecánica. A mí, que soy muy de la causa de Franco, sin embargo me suena todo este golpe a ejercicio impostado. Esas ejecuciones sumarias, ese apelotonamiento de cuerpos desnudos y vejados sexualmente en las cárceles intuyo que quieren remedar algo del Pasolini de Saló. Pero carecen de erotismo morboso o de tanatismo alguno.

Ambigüedad ideológica

Supongo que Franco trata de vender algún pretendido discurso elevado sobre los Estados fallidos, sobre el derecho a la insurrección y la condena de esta, desde su misma raíz, por devenir terror. No lo sé. Me irrita cierta ambigüedad ideológica muy fea. No me interesa en absoluto esta pantalla entendida como patíbulo. Y me parece Nuevo orden horriblemente filmada, insolvente para provocar angustia o espanto. Porque la sientes fabricada con astucia para provocar lecturas ambiciosas cuando lo que habita en la película es el vacío que no llega ni a sádico. Pero cuidado con Michel Franco, que es otro depredador de premios.

La torpeza de Von Heinz

También quiere ser cine político el filme alemán And Tomorrow the Entire World. Lo pretende pero es nula su capacidad para articular una tesis, apenas un argumento, cuando nos sitúa en el centro de un grupo antifascista, jóvenes de extrema izquierda que confronta con el emergente movimiento neonazi.

Es extenuante la torpeza de su directora, Julia von Heinz, en la exposición. Y ya viene todo lastrado desde un guion que quiere hablar desde dentro de uno de estos grupos a través del estereotipo de una joven de familia noble que replica a su clase insertándose en la lucha callejera contra los ultras. La superficialidad flagrante del tratamiento hace que un material candente como el de la legitimidad de escrachar a los neonazis en las aceras lo reduzca Von Heinz a peleas de adolescentes caprichosos, a enredos amorosos teen, a jóvenes castores de la revolución.

En realidad, cada elemento de la película es un mal cliché. La rebelión filial frente a los padres prusianos que cazan ciervos en monterías. La vieja pugna machista en el grupo por ver quién es el macho alfa que se acuesta con las chicas de la banda. La pansexualidad a lo viva-la-gente. Un triste y ya obsceno Bella Ciao a coro, ya mercantilizado como himno de una Eurovisión o así. Piensas en la larga tradición de gran cine político radical alemán, en Alexander Kluge, Fassbinder, incluso Schlondorff. Y sientes ganas de expulsar del templo a esta Julia von Heinz que debió de salir de palacio para filmar esta baratija.

Masacres en las aulas

Y es directamente insultante el filme norteamericano sobre masacres en las aulas de EE.UU., Run Hide Fight. Una vez conocida Elephant, para tratar de este tema o se hace cine de arte mayor, obra visionaria, o se calla. Y la abierta defensa de la necesidad de las armas personales de alto calibre como solución salvífica frente a la violencia de los perturbados asesinos solitarios de este bodrio haría saltar en su tumba a los huesos de Charlton Heston. Me pregunto si la Asociación Nacional del Rifle se sumó a Campari, a LeCoultre o a Jaeger como marca de luxe patrocinadora de la Mostra.