Lorenzo Silva, escritor: «Con los guardias civiles hace diez años era imposible hablar»

CULTURA

BENITO ORDOÑEZ

Lorenzo Silva no quiere jubilar a Bevilacqua, a quien ve «trabajando en lo suyo, resolver homicidios, en el entorno de la pandemia»

19 sep 2020 . Actualizado a las 11:14 h.

Con 80.000 ejemplares editados y la sexta edición a la venta, Lorenzo Silva ha sido el protagonista del verano librero español. La nueva aventura de sus incombustibles Bevilacqua y Chamorro, El mal de Corcira, es ya su mejor novela.

-Diez novelas como protagonista, 25 años desde su primera aventura y ahora, por fin, nos deja descubrir cómo fueron los inicios de su carrera como guardia civil. ¿Bevilacqua se prepara para la jubilación?

-No de forma inminente. Pero sabe que su tiempo en este mundo está contado y también lo está el que le queda para seguir usando la placa. Desde la conciencia de la finitud, se aprovecha y se apura mejor el recorrido que a uno aún le resta.

­-Esta novela tiene trampa, parece un «thriller» pero es, en realidad, un retrato de una época de España muy dura, sobre la que hasta hace poco nadie hablaba. ¿«Patria» y «El mal de Corcira» se completan?

-Thrill significa en inglés emocionar y estremecer. Alguna emoción hay en estas páginas, en forma de intriga y de instantes de riesgo, pero preferiría transmitir en algún momento el estremecimiento que el terrorismo produce a quienes lo sufren. Novelas sobre ETA hay desde hace tiempo (recordemos la ya antigua Lectura insólita de «El Capital», de Guerra Garrido), pero quizá ahora, con el arco de su historia ya cerrado y la posibilidad de acceder a episodios y vivencias antes inaccesibles, sea posible entrar más a fondo y con más perspectiva en unos hechos que es ineludible narrar. Patria es hija del empeño y el talento -considerable- de su autor. Esta es mi apuesta, y es cierto que parte de otro ángulo, muy poco presente en aquella: el de quienes asumieron la carga de poner más muertos y dejarse la piel para que ETA no pudiera seguir matando.

-Son 500 páginas con un minucioso trabajo de investigación. ¿Se basa en testimonios reales de guardias civiles?

-De guardias civiles, de sus familias, de vascos que vivieron en medio del fuego cruzado, de otros abiertamente no nacionalistas, de aberzales moderados e inmoderados e incluso de gente que pasó por ETA. Cada testimonio tiene su afán, con todos hay que establecer el puente que permita la comunicación y la confianza, y luego no traicionarla. Por eso no desvelo en el libro los nombres de casi ninguno, ni lo haré. Con los guardias civiles, sobre todo los que me interesaban para recrear la experiencia de Bevilacqua, los que estuvieron en el corazón de la lucha antiterrorista, hace diez años era imposible hablar. Desde que ETA quedó inoperativa, fue más fácil que se abrieran y confiaran.

-Bevilacqua es un guardia civil atípico: muy erudito. Hoy en día los militares españoles tienen un perfil técnico con formación en ingenierías. ¿La cultura clásica queda ya solo para las novelas?

-Voy a sorprenderla: uno de los lectores de esta novela es un viejo marino de guerra, y me dijo que conocía por autores anglosajones de ciencia militar la obra de Tucídides, que los ingleses y estadounidenses estudian con fruición. Hace seis años estuve una semana en la base de Herat, en Afganistán, y no solo me encontré una muy bien provista biblioteca donde tenían varios libros míos, sino unas cuantas decenas de lectores. En una cabeza bien amueblada, y no olvide que para entrar en una academia militar hay que sacar nota muy alta en la EvAU, hay sitio para ciencias y letras.

-Además del País Vasco, la novela también hace algunas incursiones en el tema catalán y las policías autonómicas. ¿En Cataluña hay mucho mal de Corcira enquistado? 

-El mal de Corcira, en dosis mayores o menores, está tan enquistado en Cataluña como en Madrid o Galicia, y lo malo es que los infectados se retroalimentan con ahínco, ante la desazón de quienes intentamos sustraernos a él, sabiendo de los destrozos que ha causado a lo largo de la historia esa idea nefasta de hacer de tu vecino tu enemigo, de tu conciudadano la fuente imaginaria de los males que derivan de tus propias torpezas.

-La novela retrasó su salida por la pandemia. ¿Cómo  ha pasado el confinamiento? ¿Cree que puso en valor la necesidad de la cultura y su papel en nuestras vidas?

-No me puedo quejar y no voy a hacerlo. Lo he pasado en una casa espaciosa y pudiendo desarrollar mi actividad profesional como siempre, a diferencia de tanta gente que ha perdido su trabajo, no digamos ya la que ha enfermado o muerto. Dicen que los índices de lectura han aumentado, supongo que habrá quien haya visto ese valor y quien haya preferido sin más evadirse de otra forma. A mí me ha hecho recordar por qué leo y escribo: dondequiera que un lector esté con un buen libro, es libre y es bello el mundo.

- Usted hasta regaló una novela...  ¿Cómo surgió esa idea? 

-De mi impotencia al estar encerrado y sin poder aportar, por falta de formación y pericia, lo que en ese momento hacía falta: las habilidades de los sanitarios, los transportistas, los policías. Resultó que tenía una novela inédita, que estaba tratando de colocar sin prisa bajo seudónimo, como un experimento. Pensé que de pronto perseverar en mi experimento valía mucho menos que poder regalarle eso que tenía, que era mío y fruto de mi trabajo, a quien pudiera servirle de algo en su encierro.

- ¿Ha escrito un diario de confinamiento? ¿Habrá un Bevilacqua contra el covid? 

-Sí, escribí un diario -cosa rarísima en mí-, lo publiqué en mi blog, me ayudó y, como tuvo algún lector al que también pareció servirle de algo, este otoño será un libro. En cuanto a Bevilacqua pienso más bien en él trabajando en lo suyo, resolver homicidios, en el entorno casi irreal de la pandemia. Homicidios ha habido, y compañeros de Bevilacqua investigándolos. Alguno, por cierto, enfermó por ello. Pero no será lo próximo. Es mejor dejar antes que esta historia recorra también su arco completo.