Arturo Pérez-Reverte: «Solo acercándose a los que lucharon, se puede entender la Guerra Civil»

CULTURA

Pérez-Reverte ha tratado de acercarse al factor humano en las guerras
Pérez-Reverte ha tratado de acercarse al factor humano en las guerras Juan Carlos Hidalgo | Efe

El escritor publica «Línea de fuego», una monumental novela narrada desde el frente

08 oct 2020 . Actualizado a las 09:12 h.

«Le digo al lector ven conmigo, esto no es una película, vas a pasar hambre, sed, te van a disparar, vas a tener piojos, quiero que veas a tu abuelo y al abuelo del otro bando, que no eran tan diferentes, quiero que vivas la guerra, zambullirte en ella y espero haberlo conseguido». Este es, según Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951), el objetivo de Línea de fuego, una novela que narra desde el mismo frente los diez primeros días de la batalla del Ebro, donde murieron 20.000 combatientes. «La aproximación a la parte humana de la Guerra Civil es lo único que nos salva del discurso partidista, irresponsable y miserable que unos y otros nos están queriendo colocar», señala.

-¿Por qué se ha decidido a hacer una novela sobre la Guerra Civil tras 35 años de carrera literaria?

-El momento me ha motivado, por el abuso que hoy se hace de la Guerra Civil, que no se le cae de la boca a muchos políticos, de uno y otro signo. La gente que hizo la guerra ha muerto, el testimonio humano ha desaparecido con ellos y está quedando solo el discurso ideológico, que está siendo utilizado con intenciones políticas. Dije que nunca haría una novela sobre la Guerra Civil, pero, al final, entre hunos y hotros, con haches unamunianas los dos, me han entrado las ganas que antes no tenía.

-En la novela pone al combatiente, con nombre y apellidos, en primer plano.

-En la Guerra Civil hubo ideología y seres humanos. Se ha perdido el contacto humano con la Guerra Civil, solo quedan las ideas, que son muy peligrosas porque se plantean globalmente, desde lejos, y son fácilmente manipulables cuando no existen testigos directos para confrontarlas. La idea está clara: República, legítima; bando franquista, ilegítimo. Eso nadie lo discute. Desde ese punto de vista, todo lo que está en un bando es bueno y lo que está enfrente es malo. Pero cuando te acercas al ser humano, a la gente que estuvo en las trincheras, no en la retaguardia o a los políticos, a esos chicos de 17 años que combatieron, a los que fueron reclutados a la fuerza, a los que estaban allí por casualidad, a los que pagaron un precio terrible, es diferente, cambia el discurso. Solo poniendo el foco en ellos, acercándose, se puede entender la complejidad de la guerra y entendernos mejor. Esta no fue la guerra de cuatro generales, cuatro banqueros y cuatro curas contra el pueblo español en absoluto, sino algo mucho más complejo. El discurso político que se está haciendo es muy simple, de buenos y malos, negros y blancos, y no fue así.

-Los combatientes podrían ser nuestros padres o abuelos.

-Así es. He querido recuperar el factor humano, devolver la memoria de nuestros abuelos, de nuestros padres. Porque es una novela sobre nosotros mismos, sobre tu abuelo, tu padre, tu tío. Es nuestra propia memoria. La generación destruida por esa barbarie, pero a los que rara vez oíamos hablar del enemigo con rencor. Ahora habla con más rencor un izquierdista o un ultraderechista del otro bando que la gente que combatió en el frente de los que tenían enfrente.

-Pero unos luchaban por defender un régimen democrático y otros por derribarlo.

-Y eso aparece en la novela. Pero digamos que hubo un 15 % de combatientes motivados, los demás fueron porque les tocaba ir. Siempre pongo este ejemplo: mi padre, mi tío y mi abuelo, que eran de la burguesía bien situada en Cartagena, lucharon con los republicanos; y mi suegro, que era un joven izquierdista aragonés, duro y curtido, luchó con los nacionales. Esa complejidad, esa ausencia de una línea que separe buenos de malos quería que estuviera en la novela.

-¿La frase del capitán republicano Bascuñana podría resumir el espíritu de la novela: «Hay un momento complicado, cuando descubres que una guerra civil no es, como creías al principio, la lucha del bien contra el mal... sino el horror enfrentado a otro horror»?

-Es un personaje muy revertiano, el héroe cansado de mis novelas. Esa frase resume bastante bien la novela y te lo dice alguien que como yo ha estado en siete guerras civiles. Es exactamente eso.

-Una de las acusaciones que se le hacen frecuentemente y que posiblemente se recrudezcan con esta novela es ser equidistante.

-No es culpa mía que la gente no sepa ir al diccionario y ver la diferencia entre ecuanimidad y equidistancia. El problema es que en España nadie quiere escuchar al adversario, se le quiere ver no vencido, exterminado, aniquilado, borrado, enmudecido, amordazado. España padece una enfermedad histórica grave e incurable, el momento de la cura ya pasó. Solo la podría haber curado la cultura y hace mucho tiempo que perdimos esa oportunidad. España no será nunca un país intelectualmente culto, no hay más que ver los planes de estudio y quiénes están planeando el futuro de nuestras generaciones jóvenes. Sin esa lucidez crítica, sin un ciudadano formado intelectualmente para debatir y escuchar, no hay solución. Por tanto, quien tenga la fuerza de hacer callar al otro lo hará. En las televisiones italiana, francesa o inglesa, cuando se debate un tema importante llevan a historiadores, economistas, gente de prestigio. En España siempre son los mismos periodistas que valen para todo y barriendo para quien les llena el pesebre.

«La clase política española carece de base intelectual»

Pérez-Reverte acusa a los políticos de haber reabierto las heridas de la Guerra Civil, que sus protagonistas quisieron dejar cerradas.

-¿Cómo y por qué lo han hecho?

-Es un goteo, una acumulación que va creando una situación. En España hay un problema fundamental, la clase política actual carece de base intelectual. Como no tiene una base intelectual sólida se maneja a base de tuits y consignas muy facilonas y simplistas. Y la Guerra Civil es perfecta para esto, buenos y malos, rojos, comunistas y separatistas, o fascistas, meapilas y banqueros. Como ahora. Cualquier analfabeto de Podemos o de Vox puede usar perfectamente ese discurso y quedar estupendamente. Se va a lo fácil, el debate, la complejidad de nuestra guerra, que tiene mil matices, desaparecen. La Guerra Civil se ha recuperado porque es una herramienta política magnífica, fácil, no tienes que dar explicaciones y con cuatro frases ya está resuelto.

La palabra ecuanimidad no existe en España.

-En la novela las mujeres juegan también un papel importante.

-Ninguna mujer republicana cruzó el Ebro y las milicianas estaban retiradas desde hacía tiempo del frente, pero necesitaba mujeres en la novela. Quería contar la historia de unas mujeres formadas, disciplinadas , cualificadas, y decidí crear la unidad de transmisiones compuesta por 18 mujeres. La mujer tenía que estar porque fue la gran perdedora de la Guerra Civil, en tres años perdió un siglo de progreso, de avances, de modernidad, dejó de ser mujer libre, dueña de sí misma para volver a ser esclava sumisa de confesores, maridos y biempensantes. Quería mujeres que supieran lo que se estaban jugando, perder lo que habían ganado en tres años.

«Con lo que podría saber entonces, habría combatido en uno de los bandos»

¿Qué habría hecho Pérez-Reverte si en 1936 hubiera sido un joven en edad de combatir? ¿Habría defendido la República con las armas? «No lo sé, pero supongo que, llegado el momento, y con lo que podría haber sabido entonces, habría combatido en uno de los dos bandos», responde. «Dependería del entorno, de qué amigos, qué familia, qué novia, que maestros hubiera tenido», explica. «Pero estoy seguro de que, con lo que hoy sé, me habría ido de España, como Chaves Nogales», concluye.

-¿Qué puede aportar una novela como esta que no hagan los libros de historia?

-Yo no soy historiador, soy un novelista que cuento una historia de ficción. Lo que aporta es un rigor documental exhaustivo, una experiencia personal como reportero de guerra durante muchos años y los testimonios familiares. Esos tres núcleos de información, la memoria documental, personal y familiar, crean la novela.

-Pero, ¿en qué se diferencia de otras novelas sobre la contienda?

-Aporta algo diferente. He leído todo lo que se puede leer de la Guerra Civil, tanto historia como literatura. He releído del lado franquista a García Serrano y a Agustín de Foxá y del bando republicano, a Sender, Barea, Max Aub y Chaves Novales. Hay novelas muy buenas e interesantes sobre la guerra como las de estos magníficos escritores, pero en ninguna se da la visión global de los dos bandos, están escritas desde un lado de la trinchera. No conozco ninguna que esté hecha desde una perspectiva ecuánime, no equidistante, de lo que fue aquello. He pretendido que cuando el lector lleve cien páginas le dé igual narrativamente si el personaje es republicano o nacional, que sea el ser humano y su peripecia lo que le interesen.

-¿Por qué muere la gente en las guerras?

-He visto morir a muchísima gente, pero nunca por la bandera, la República, la patria o por Dios. Los he visto morir por rencor, por miedo, por un sorbo de agua, por un cigarrillo, por dignidad, por coraje, porque tengo que ir junto a mis compañeros, porque han matado a mi amigo y lo quiero vengar. Siempre por razones humanas, nunca ideológicas.

-¿La Guerra Civil española tiene características propias?

-Es muy española en todo. La guerra civil rusa o las que yo he cubierto no tienen nada que ver. Hay un factor que es el carácter del español, que tiene cosas buenas y malas. Ese humor negro, esa mala leche, esa manera de cantarle coplas al adversario de trinchera a trinchera, ese saber a quién estás matando, es muy español.