Alicia Giménez Bartlett: «Petra es borde, a veces la abofetearía»

Héctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Bartlett (Almansa, 1951) admite que un libro «noir» sin caso ni investigación es un riesgo
Bartlett (Almansa, 1951) admite que un libro «noir» sin caso ni investigación es un riesgo Quique García | Efe

En la novela «Sin muertos», la autora dota de una biografía a la inspectora Delicado

26 oct 2020 . Actualizado a las 09:20 h.

La serie protagonizada por la inspectora Petra Delicado es una de las más sólidas de la novela negra española. Pues bien, 25 años y una docena de entregas después, Alicia Giménez Bartlett (Almansa, Albacete, 1951) ha decidido dotar de un pasado a su personaje. Lo hace en Sin muertos (Destino), obra en la que la policía decide darse unos días de retiro y reflexión en un convento gallego, en donde comienza un amplísimo recuento de su vida.

-¿Algún convento en particular?

-No. Pero reconozco que sería una de las ilusiones de mi vida irme una semana a un convento galego sin ver a nadie más. Será quizá una imagen idealizada que yo tengo de los conventos gallegos. Son una maravilla, algunos he visitado. Y, sí, me gustaría ir.

-Oseira, Sobrado, por ejemplo.

-Sobrado. Es precioso.

-Cuando ya debe estar un poco harta de Petra, decide que tiene que tener un pasado, ¿por qué?

-Quería hacer algo autobiográfico, y mi autobiografía no le interesa a nadie. Pensé que podía ser interesante ver a Petra desde fuera de los casos policiales. Ver cómo se ha formado su carácter, por qué se hace policía. También me interesaba contar todo ese retablo de la época. Es una manera más distante y más ecléctica... recurriendo a un personaje que tiene sus propias vivencias.

-Parece evidente que la autobiografía se va entremezclando en este libro, y generacionalmente las dos están cerca, aunque usted rehúye dar fechas concretas.

-Petra es más joven que yo, teóricamente, en los libros.

-Apenas diez años, a lo mejor.

-Sí, eso sería. Mi inicio sería el primer posfranquismo y el de Petra, el último. Pero sí que hay vivencias comunes. La universidad seguía siendo movida ideológicamente, los cambios se seguían sucediendo con mucha rapidez.

-¿Sus familias se parecen?

-No, la familia, no. Pero el colegio de monjas he de decir que es absolutamente autobiográfico. Las teresianas. ¿Por qué? Pues cuando me puse a pensar qué educación podía tener Petra, que fuera original, que tuviera puntos increíbles, narrativamente especial, pensé que no tenía que inventar nada. Porque mi experiencia en un colegio de monjas era tan sumamente surrealista en algunos momentos que la plasmé tal cual. La realidad era bastante más inverosímil que la fantasía. La superiora Juana existió, y la monja de segunda categoría que empujaba la estufa detrás de ella por los pasillos... yo lo he visto.

-¿Quién precisaba más el pasado, el lector, el personaje, usted?

-Un libro no es necesario para nadie. Y una autobiografía del personaje tampoco es un libro crucial. Pero es cierto que los lectores que han seguido las andanzas de Petra en estos 25 años acabaron considerándola como si fuera un ser humano. En mis encuentros, en las firmas de libros, me dicen cosas que me sorprenden, como: «Petra, eso, la auténtica Petra, me extrañaría que lo hiciera, nunca lo hubiera hecho». Ya era más suya que mía. Pensé que podría ser un juego divertido, metaliterario, como dicen ahora, contar al personaje en profundidad cuando hemos visto su manera de ser, en casos policiales, más superficialmente tratada.

-Habrá lectores, más de la mitad, que no esperen ni deseen este libro, que se sientan defraudados, que estarán pensando en cuándo aparecerá el muerto de una vez.

-Es uno de los riesgos. Y he sido consciente desde el inicio. Hay muchos lectores de novela negra que lo que quieren es la investigación, el desenlace y el entretenimiento que proporciona. Esos se van a quedar frustrados, pero estaban avisados ya desde el título, Sin muertos: no hallaremos un mal cadáver que llevar a la boca.

-¿Cómo se lleva con el personaje, antipático, borde y tan contradictorio, ya desde el oxímoron de su mismo nombre, Petra Delicado?

-Es borde y un poco cínica. Yo me llevo bien con Petra, porque entre Petra y Petra escribo otro tipo de libros, hábito que me ayuda a no obsesionarme, a no estar esclavizada por el personaje. De vez en cuando descanso de ella. Y, sí, Petra es borde, a veces la abofetearía. Me cae mucho mejor Garzón, aunque no llego al hastío.

-Garzón es su contrapunto, reposado y cabal, su Sancho.

-Y más realista. Ha pateado la calle, no es un teórico como Petra.

-¿No tiene en el cajón, como decía Camilleri que tenía para Salvo Montalbano, la novela en que mata a Petra Delicado?

-De momento, aún tiene recorrido. Pero es un poco subjetivo. Puede llegar un momento en que me dé cuenta de que estoy repitiendo un esquema, de que no me aporta nada, de que me cansa el personaje, de que no quiero continuar... Entonces, no sé si la mataré, siempre he dicho de pitorreo que la mandaría a un convento, pero para que muriera en él, pasados los años, no para reflexionar sobre su vida. Quizá es lo que haré. Aparte de que la visión internacional del libro se enriquecería mucho, con el imaginario español, y la mujer que se va al convento. Dirían, claro, luego afirman que no todo son monjas y toreros, pero prácticamente.

«Una novela que no sea de género es siempre más difícil»

Después de tantos libros dedicados a Petra, donde Barlett ha hablado tanto del personaje, tanto que incluso perderá referencias, matices, detalles, debe ser difícil realizar un retrato global casando todo lo que cree que ha contado y lograr una coherencia absoluta.

-Da en el clavo. Ha sido lo más difícil del libro. Porque, claro, la inventiva es libre y era un tema divertido y podías irte por las ramas. Pero no, la impronta biográfica en las personas se nota y en los personajes debe notarse. Tenía que ser coherente, las marcas que le ha dejado la vida le ayudan a ser de una determinada manera, y ahí intenté estar siempre pendiente de lo ya contado, de que no fuera una carallada [sic]. Que tuviera un anclaje en un pasado que podía ser real.

-¿Releyó lo ya escrito?

-No, si soy sincera. Es más, la traductora de italiano me llamó: «Alicia, Petra cuando habla de que se casa lleva una indumentaria distinta a la que cuentas en Nido vacío cuando se alude a su matrimonio, o lleva un traje rojo o una falda azul, decídelo». No me había parado en esos detalles. Tampoco creo que ningún exégeta de Petra lo hubiera detectado. Aun así, hubiera debido hacerlo, pero no, me aburría volver sobre mis libros. La idea genérica del carácter de Petra la tengo, pero los detalles me los he fumao [sic].

-¿La traductora estaba trabajando ya sobre la novela publicada?

-Exacto, en España está mal y en Italia estará bien.

-No son detalles sustantivos…

-Nadie va a hacer una tesis doctoral sobre eso, me temo.

-¿La novela fue más difícil que las que contienen un caso, un modelo que ya tiene definido?

-Creo que una novela que no sea de género es siempre más difícil que las de género, porque, precisamente, el género te da unas reglas que, además, en el caso de la novela negra, son muy radicales y no puedes salirte de ahí. No solo ha de ser verosímil lo que cuentas sino cierto. La libertad siempre da problemas.