Luca D'Andrea: «Cuando me sumerjo en mis obsesiones puedo ser el más salvaje de los salvajes»

CULTURA

A Luca d'Andrea se le ha comparado con Stephen King
A Luca d'Andrea se le ha comparado con Stephen King benito ordóñez

Tras el gran éxito de «La sustancia del mal», el escritor italiano publica un nuevo «thriller»

09 nov 2020 . Actualizado a las 09:17 h.

Su primer thriller, La sustancia del mal, se convirtió en un fenómeno editorial internacional. En el currículo literario de Luca D’Andrea (Bolzano, 1979) solo constaban una trilogía juvenil y el guion de un documental sobre un equipo de rescate alpino, que le inspiró la novela, traducida a treinta y cinco idiomas y que será adaptada como serie de televisión por los creadores de Gomorra. Ahora publica La muerte de Erika Knapp. Se define como «una persona amable que escribe cosas terribles». «Cuando me sumerjo en mis obsesiones puedo ser el más salvaje de los salvajes», asegura.

-¿Cómo surgió la idea de esta novela?

- En 1998 trabajaba en la redacción de un pequeño periódico que ahora ni siquiera existe y de manera rocambolesca me encontré en el lugar de un crimen. La foto de la Erika de la novela, con esa sábana por la que sale su pelo, es un recuerdo mío real. Me di cuenta de que no estaba contando ese crimen, sino lo que había alrededor, el cinismo, la maldad de las personas que hablaban de ello, no solo los policías o los periodistas, sino la gente de a pie. De repente, la novela me estaba llevando a otro terreno, en el que me empezaba a preguntar cómo influyen en nuestra existencia el lenguaje, las historias que leemos, la palabra. Así nació la novela.

-¿Y cómo influye entonces el lenguaje en nuestras vidas?

-El lenguaje es una máquina maravillosa, pero a pesar de que puede mover a las multitudes, no es una herramienta infalible. En la actualidad las palabras de expertos, científicos, no han conseguido convencer a la mayoría de los italianos para que se pongan una mascarilla. Todos conocemos a alguna persona a la que se le ha hundido por las palabras. Esa presión social se vivía antes sobre todo en los pueblos pequeñitos, ahora mismo vivimos en un pueblo global y todos la sentimos. Hace falta muy poquito para destrozar la imagen, y, por lo tanto, la vida de alguien, A la vez, digamos que es más fácil utilizar la palabra para herir que para curar.

-En su novela un asesinato del pasado irrumpe en el presente como en «La sustancia del mal».

-Nosotros tenemos la ilusión a menudo de ser criaturas proyectadas hacia el futuro, pero me temo que estamos destinados a seguir viviendo el pasado, aunque de formas distintas. Es muy difícil alejarte de ese círculo vicioso.

- Vuelve a situar la acción en Alto Adigio, su región natal. ¿Se siente más cómodo en su territorio?

-No es cuestión de comodidad, es que estoy convencido de que un gramo de arena, si los cuentas bien, puede ayudarte a contar el mundo entero. Las contradicciones que veo en mi tierra, el lector las puede ver también en la suya. Aquí puedo hablar a la vez de la belleza y la crueldad. Lo que busco en el pequeño mundo donde vivo es la universalidad.

-Se le ha comparado con Stephen King y su última novela con Lovecraft. ¿Qué le parece?

-Esas comparaciones son útiles para las editoriales, así indican al lector por dónde tirar. Es como si hubiera una ciudad que se llama literatura con varios barrios y el editor te señala dónde ir para encontrar el libro que te interesa. Está claro que luego es el lector el que debe decidir si quiere ir a una calle u otra en ese barrio. King y Lovecraft me gustan muchísimo, he puesto homenajes a ellos en la novela, también a Pérez-Reverte. Es bonito homenajear a quienes contribuyeron a construirte como autor, nosotros somos la suma de muchas cosas pequeñas, de las personas que hemos encontrado y los escritores que hemos leído. Mi dirección en el mundo de la literatura está en un barrio poco aconsejable, por así decirlo.

-En la novela están muy presentes los fantasmas, pero reales.

-Muchos lectores y críticos hacen hincapié en la palabra terror o fantasy al definir mis novelas. Pero no estoy de acuerdo, siempre hay un motivo racional, una razón detrás de lo que el lector cree que ha visto. La historia de Erika es una historia de fantasmas concretos y muy reales. Todos nosotros tenemos dentro fantasmas, remordimientos, alguna figura en nuestro pasado que nos atormenta.

-¿Cómo está influyendo la pandemia en nosotros? ¿Cómo saldremos de este desastre?

-Saldremos mucho más enfadados porque las personas están intentando buscar respuestas fáciles a un problema muy complejo. El covid es como un asteroide que llega y no te encuentra preparado, saca todo lo que ya no funcionaba antes, en Italia y supongo que en España. He intentado imaginarme a mi bisabuelo, que estuvo en la Primera Guerra Mundial y enfermó de gripe española, y que viera que de lo que hablamos ahora es de restaurantes, bares y vacaciones. Nuestras generaciones, no solo los jóvenes, están demostrando que no están a la altura de las anteriores. Nadie nos está lanzando bombas, nadie viene a buscarnos casa por casa con una metralleta para llevarnos a los campos de concentración; sin embargo, no asumimos nuestra responsabilidad. Este es el problema principal, trasladamos a otros nuestra responsabilidad.

«Prefiero observar el mundo sin que este me observe a mí»

«Un escritor, por lo menos en mi opinión, no es una estrella del rock ni un actor ni un playboy, sino simplemente alguien que se sienta ocho horas delante del ordenador escribiendo de manera compulsiva», asegura.

-¿Le ha sido difícil escribir tras el éxito de «La sustancia del mal»?

-Sí y no. Digamos que mi suerte fue que el éxito no me llegó con 20 años, lo que me habría hecho sentir mucha presión. Está claro que las cosas han cambiado, he tenido que aprender a protegerme de las presiones editoriales, que después de un gran éxito quieren una fotocopia del mismo. Pero, según veo yo mi trabajo, las fotocopias están prohibidas, cada libro es la foto de un momento y mis lectores han aprendido ya que son mis compañeros de viaje, me siguen en mis peregrinajes. Prefiero ser una figura en un fresco que estar en el centro y ser el foco de la atención, observar al mundo sin que el mundo me observe a mí.

-Ha dicho que hay tres escritores con mayúsculas en el siglo XX y que usted se dedica a hacer las mejores hamburguesas posibles.

-Si dentro de 500 años quisieran entender rápidamente qué fue el siglo XX, leyendo a King, Borges y Saramago lo sabrían. Dicen que yo soy el maestro del thriller, pero no soy maestro de nada, soy un alumno, sigo haciendo mis hamburguesas pero quiero que sean las mejores de mi valle, porque si no, no sería divertido hacerlas. Siempre eres un alumno, cuando dejas de serlo es que algo va mal.

-¿Se considera incluido en alguna tradición o corriente literaria?

-Las corrientes literarias se acabaron, la literatura se ha convertido en algo global. Si hubiéramos hecho esta entrevista hace cincuenta años le hubiera hablado de Calvino, Moravia, Pasolini, pero en realidad estoy mucho más cerca de autores no italianos. Andrea Camilleri fue el último escritor que formaba parte de una tradición puramente italiana, nosotros somos hijos del mundo globalizado, el fruto no solo de libros que hemos leído, sino de películas, series o cómics.