Muti y los filarmónicos vieneses reivindican la música como misión

César Wonenburger

CULTURA

El concierto no contó con público presente en la Sala Dorada
El concierto no contó con público presente en la Sala Dorada DIETER NAGL | Efe

Los aplausos virtuales a la sala vacía del Concierto de Año Nuevo llegaron también desde Galicia

01 ene 2021 . Actualizado a las 18:54 h.

No podía imaginarse Riccardo Muti el delicado encargo que le habían transmitido los filarmónicos vieneses cuando hace justamente doce meses se anunció que el maestro italiano sería el elegido para hacerse cargo del Concierto de Año Nuevo del 2021. Sin embargo, nadie mejor que él, como ahora acaba de probarse, para desempeñar tal responsabilidad en unas circunstancias como las actuales, en medio de una pandemia, con la mayor parte de la actividad cultural desmantelada, esa gran caja de zapatos que es la sala dorada del Musikverien vacía por imperativo legal...

Muti posee doble auctoritas: musical, por cuanto a sus casi ochenta años ha demostrado de sobra ser unos de los escasos verdaderamente grandes maestros que aún quedan en activo; y también moral, como ayer mismo volvió a representar durante su vibrante, improvisado discurso previo al Danubio Azul al reivindicar de nuevo el poder de la música y de la cultura, asimiladas por los necios gobernantes de hoy a un mero entretenimiento, para lograr un mundo mejor. «Señores, no» , vino a decir Muti. «La salud es lo primordial, pero la salud mental también, y para poder disfrutar de esta, la música es imprescindible». Con una inversión mucho mayor en educación y cultura, el gasto farmacéutico de los países disminuiría sensiblemente.

Muti reivindicó el papel de la música y la cultura
Muti reivindicó el papel de la música y la cultura DIETER NAGL | Efe

El concierto arrancó algo desangelado, la visión de la sala vacía remitía lógicamente a otras ausencias cercanas, era inevitable que un cierto desasosiego recorriera la cita. Pero a medida que el programa se fue desgranando, y los wiener volvieron a demostrar toda su grandeza galvanizados por la batuta rectora, todo un torrente de elan, ese mensaje de ilusión y optimismo al que hizo mención el representante de la orquesta, Daniel Froschauer, lograba imponerse simple y llanamente a través de la música, con su fuerza arrolladora.

Puede ser que el acopio de fuerzas durante el descanso, con los restos del espumoso de la noche anterior, también hicieran su efecto, por supuesto, pero lo cierto es que con la vitalidad de un crescendo rossiniano la segunda parte fue aumentando en emoción hasta la Marcha Radetzky. Seguramente no fue fruto de la casualidad, después de casi toda una vida dedicado al oficio, Muti sabe cómo crear programas. A partir de la estupenda obertura de Poeta y campesino, con esa melancólica introducción a cargo del violonchelo que a Muti le ha de recordar la del inicio de una de sus obras preferidas, el monumental Guillaume Tell de Rossini, ya no hubo vuelta atrás, y hasta los aplausos virtuales enviados por la audiencia planetaria (algunos incluso desde Vigo, según se dijo en la retransmisión televisiva) parecían disimular las obligadas ausencias.

Obra mayor

El clímax musical llegaría con otra obra mayor, el vals de El Emperador, en el que el director napolitano no temió medirse con los recuerdos de Karajan o Kleiber, el primero casi mentor, el segundo buen amigo. La interpretación de los wiener, plena de sutilezas, de claroscuros, el sentido del rubato, el refinamiento desplegado por el maestro obraron una interpretación sencillamente prodigiosa, qué habría de repetirse en un Danubio azul más melancólico que en otras ocasiones.

Tuvo Muti también su momento, algunos dirían, patriótico, en la reivindicación de los reconocibles fragmentos operísticos de Traviata, Rigoletto, Trovatore y hasta La hija del regimiento que Strauss hijo evoca sin tapujos en su Nuevas cuadrillas.... Pero aquí convendría ir a las páginas del magnífico libro de Orlando Figes, Los europeos, que nos recuerda cómo esa cultura internacional que los habitantes de este continente hemos sido capaces de fraguar es lo que verdaderamente nos une, nos identifica y nos explica en el mundo, lo que Burke resume en la célebre frase: «Ningún europeo puede ser enteramente un exiliado en ninguna parte de Europa». De todo lo cual este concierto, seguido en todo el mundo, resulta una prueba más, muy relevante a decir de las millonarias audiencias. Convendría no olvidarlo porque como bien ha expresado Muti, la música no es una profesión, es una misión. Y a otro misionero de buena ley, notable humanista, le tocará la tarea de volver al Musikverein, ya sí con público, el año próximo. Daniel Barenboim será el director en el 2022.