Coque Malla: «Me habría encantado participar en el disco de C. Tangana»

CULTURA

Juan Pérez-Fajardo

Reconoce haber sido un ingenuo respecto al final de la pandemia. Y confiesa su error en «El crac universal», su nuevo tema, en el que vuelve a mostrar su vertiente más áspera y rockera. Se lame las cicatrices y apuesta por huir hacia adelante, porque «de las crisis siempre nos han sacado los valientes»

02 abr 2021 . Actualizado a las 10:23 h.

Sentado al borde del abismo, con los pies colgando, Coque Malla, se aventuró el pasado verano a determinar un inminente «estallido de felicidad y placer», un final de pandemia envuelto en ensoñaciones «lisérgicas y lascivas». Allí mismo se sentó a escribir y nació El crac universal, una canción compleja y profunda que no forma parte de ningún disco pero que, además de testimoniar su error de apreciación, sirve de tránsito hacia un Coque más roquero, que afila sus uñas y deja de lado a aquel otro, aterciopelado, que lucía sombrero con lazo rojo y agujero.

—En «El crac universal» ha conseguido condensar y reflejar en cinco minutos todos esos estados de ánimo por los que hemos pasado durante la pandemia: recogimiento, ira, esperanza, hastío...

—Me alegra que lo veas así. No tracé un plan para que musicalmente la canción transmitiera todo eso. Pero es cierto que es una canción larga, muy descriptiva, con mucho desarrollo y que pasa por muchas partes. Se podría decir que son casi como tres canciones en una. Sin embargo, la escribí muy rápidamente. En mis dos últimos discos, el proceso de creación de las canciones tenía un desarrollo muy largo. Pasaba mucho tiempo entre que ideaba el boceto, trabajaba la estructura y la melodía y, finalmente, escribía la letra. Pero esta no. Esta fue una vomitona casi inmediata.

—¿Es un adelanto representativo de lo que está por venir o es una canción puntual hecha en un momento muy especial y en unas condiciones muy determinadas?

—Intuyo que quizá sí que tenga algo que ver con lo que vaya a hacer en el futuro. Estoy empezando, con muchísima calma y con mucho tiempo por delante, dadas las circunstancias, a bocetar algunas canciones. Y sí que veo conexiones estilísticas con El crac. Sí que intuyo que me va a volver a apetecer hacer un disco rockero, sencillo, garajero, que podamos grabar en directo en una semana. Y ahí sí veo conexiones con El crac universal, que es una canción que me devuelve al rock y al sonido de banda.

«Me he tenido que reponer como todo el mundo, a base de tortazos»

—¿Se ha repuesto ya del chasco de que las cosas no fuesen como creía que iban a ser?

—No me queda más remedio. Me he tenido que reponer como todo el mundo, a base de tortazos. Pero fue muy duro, porque después de tantos años peleando y trabajando duro y bien, por fin la gira de 2020 iba a ser la gorda. Teníamos el equipazo, el caché, éramos cabeza de cartel en muchos festivales, llenazos en todas partes... Era como: por fin, la gira. Pero como para quejarse... A todo el mundo le pasaron cosas parecidas e incluso muchísimo peores. Yo, en condiciones muy humildes, aún pude trabajar todo el verano. Además pasa otra cosa. En mi caso, esta situación lo que ha hecho ha sido retrasar lo que teníamos previsto, pero no frustrarlo para siempre. Seguro que hay un montón de grupos emergentes para los que 2020 era su momento y al haberse frustrado es probable que no les vuelva a pasar. Lo mío es distinto. Estoy en pausa, pero todo indica que el año que viene podré hacer la gira que no pude tener en el 2020.

—¿Qué se le pasó por la cabeza el otro día, cuando vio las fotos del concierto de Love of Lesbian?

—La historia ha demostrado que de las crisis siempre nos han sacado adelante los valientes. Yo me acordé de la película La aventura del Poseidón, cuando tras el naufragio hay un grupo de los que quedan atrapados en el salón de baile que quiere trepar e intentar escapar por arriba hacia el exterior y otro que piensa que eso es muy arriesgado y prefiere quedarse y esperar a que los rescaten. Bueno, pues yo soy de los que me iría para arriba. Y de una manera simbólica, para mí el concierto de Love of Lesbian representó eso. ¿Tiene riesgos? Claro que los tiene. Pero creo que de estas situaciones se sale así.

«¿Fui un ingenuo? Claro que sí. Pero también fui un poco feliz...»

—Ha confesado que fue un ingenuo cuando escribió «El crac universal». Pero, a estas alturas de la vida y cuando a uno le han acusado de cierta pedantería o de estar de vuelta de todo, ¿no mola sentir que aún conserva ese punto de ingenuidad?

—Yo estoy seguro que en esta situación inédita, hasta el sabio más sabio de los sabios del planeta ha cometido muchísimas ingenuidades. Nos equivocamos todos. Constantemente. Y yo también, por supuesto. Tras el palo que supuso tener que cancelar la gira, cuando me dijeron que íbamos a hacer conciertos, aunque fuesen en acústico, me dio un subidón y empecé a fantasear con esa explosión de placer y un verano lascivo y hedonista. ¿Fui un ingenuo? Claro que sí. Pero también fui un poco feliz.

—Le devuelvo las dos preguntas que lanza en «El crac universal»: ¿Dónde van las lágrimas? y ¿dónde va el dolor?

—No tengo ni la más remota idea. Por eso lo pregunto. No se trata para nada de preguntas retóricas. En el trasfondo de esas dos preguntas está el saber si seremos capaces de construir algo positivo cuando salgamos de esta. Y no tengo la respuesta.

—¿Tiene al menos alguna sensación?

—Creo que va a haber de todo. Va a haber consecuencias nefastas que se van a quedar para siempre en el espíritu de la gente. Quedarán heridas, resquemores, miedos, desconfianza... Y es que a veces parece que la única supervivencia noble es la supervivencia al virus. Eso me pone de muy mala hostia. Para mí es igual de noble y legítima la supervivencia económica y la emocional. Sin embargo, mucha gente criminaliza a quien defiende su derecho a sobrevivir económicamente porque hay personas que mueren a causa del virus. Ese chantaje emocional me parece infame. Y esas heridas van a quedar. Pero también creo que cuando tengamos la sensación de que realmente esto se ha terminado, sí que vamos a vivir una buena temporada de muchísima felicidad y de aprecio por la vida. En eso soy optimista.

«Es tremendo, estúpido e inútil censurar el arte. Porque es todo mentira. Es como pretender censurar los sueños»

—O sea que eso que dice de que saldremos de esta «sin rastro de antiguos chantajes, miseria y temor»...

—Bueno, para eso están las canciones, para engañarse a uno mismo (se ríe). Por eso es tan tremendo, tan estúpido y tan inútil censurar el arte. Porque es todo mentira. Es como pretender censurar los sueños.

—En «El crac...» cita también aquello de «sexo, drogas y rock and roll». ¿Le devolveremos la vigencia tras la pandemia?

—Bueno, hay muchos que nunca se la quitamos (se ríe). Sí, sería estupendo. O por lo menos que no se emitiese un juicio moral sobre esa manera de entender la vida.

«Soy un poco abuelillo. Todavía encuentro muchos tesoros ocultos en la relectura de los grandes clásicos»

—¿Qué tal se lleva con la música de las nuevas generaciones?

—Estoy absolutamente desconectado. Muy mal hecho por mi parte. No lo digo con ningún orgullo ni con ningún desprecio. No es que no escuche música de gente joven porque no crea que se haga música buena, sino porque tengo mucho que releer. En ese sentido soy un poco abuelillo. Todavía encuentro muchos tesoros ocultos en la relectura de los grandes clásicos. No te sabría decir cuánto hace que no me asomo a la más rabiosa actualidad musical... Pero es algo que tiene más que ver con una incapacidad mía que con la falta de talento entre, por ejemplo, los traperos o los reguetoneros, que seguro que lo hay. Otra cosa es que yo no conecte con ellos o no los entienda. Pero de la misma manera que tampoco entiendo a un alemán. No lo entiendo porque yo no sé alemán, no porque él sea un gilipollas.

—¿Habría colaborado en el disco de C. Tangana si se lo hubiesen propuesto?

—Por supuesto. De hecho, me sentí muy ofendido cuando vi en él a Drexler, a Kiko [Veneno] y a Calamaro (se ríe). No, en serio, me habría encantado. Esa podría ser una manera de empezar a entender ese mundo que ahora no entiendo. Y además, este chico, que es listo, no ha devorado a sus colaboradores ni los ha llevado a su terreno. Se ha aproximado a ellos con respeto. Hasta el punto de compartir con ellos la autoría de las canciones. Sí, sin duda, me habría encantado participar en ese disco.

—Da la sensación de que su carrera en solitario ha adquirido ya tal entidad que le ha permitido por fin liberrase del estigma de Los Ronaldos.

—Creo que hace ya tiempo que la sombra de Los Ronaldos pasó a ser más pequeña que la mía. Lo que me está pasando a mí en los últimos años nunca le pasó a Los Ronaldos. Ni de lejos. Lo que pasa es que con la distancia y el tiempo todo se mitifica. Los Ronaldos no llenaban estadios, ni de coña. Estadios entonces solo los llenaba Mecano. Nosotros tocábamos en fiestas de pueblo. Éramos como orquestas de lujo. Eso que yo viví en febrero del año pasado, de meter 5.000 personas en el Wizink pagando una entrada, con Los Ronaldos nunca lo conseguimos. Como tampoco conseguimos esta unanimidad que se está dando conmigo entre público, crítica y gente de la profesión. Yo creo que el éxito que yo estoy viviendo ahora es mucho más rotundo que el que vivieron en su día Los Ronaldos.

—¿Llegó su pasado a suponerle un lastre?

—Al principio me entristecía ir a tocar mis canciones en directo y que la gente esperase los éxitos de Los Ronaldos. Pero eso hace tiempo que ya no pasa. Ahora si toco una de Los Ronaldos el público lo agradece, pero la gente paga la entrada por escuchar La señal, Me dejó marchar, Berlín..., y no Guárdalo o Adiós papá. Definitivamente, ya no nos hacemos sombra unos a otro.