Santi Balmes, cantante de Love of Lesbian: «El objetivo del concierto en Sant Jordi era demostrar que la cultura es segura»

CULTURA

Dos hitos asume la banda estos días: que su disco haya alcanzado el número 1 en ventas en España y el nulo impacto en la transmisión de covid-19 entre los 5.000 asistentes a su concierto

07 may 2021 . Actualizado a las 09:02 h.

Desde hace un año, nadie en España excepto Love of Lesbian puede narrar las sensaciones de enfrentarse a 5.000 almas. Fue en el concierto en el que presentaban Viaje Épico Hacia la Nada (VEHN), el disco más vendido en España en las dos últimas semanas. Confiesa Santi Balmes que respiró aliviado cuando el estudio clínico determinó que no hubo impacto en la transmisión de covid entre los asistentes. «Las sensaciones son un poco contrapuestas porque estamos recuperando la posibilidad de hacer directos, pero a la vez la morfología del concierto es muy extraña».

-¿Tiene algo de frustrante?

-Pues no te voy a decir que no. Pero estamos en la dinámica de animar a la gente a que venga a conciertos, así que no nos vamos a disparar en el pie.

-En algún momento se os pasó por la cabeza no hacer el concierto, decir que no?

-Sí, sí que se nos pasó. El primer mes estuvimos con el no en la boca. No lo veíamos claro. Más que nada porque tú tienes un instinto de protección hacia tu banda, hacia su prestigio y estábamos a 15 días de que saliera el disco. Pero cuando vimos el nivel del personal científico que se iba a encargar del tema y la necesidad que nos transmitían desde los festivales de disponer de un argumento como el que se nos proponía, comprendimos que había que dar un paso al frente.

-Ese paso que hay que dar para ser libres, del que hablas en «Los irrompibles».

-Efectivamente. Es curioso, al final nos hemos convertido en la metáfora de nuestro disco. Es algo que ya nos ha pasado más veces. No sé muy bien por qué. Tiene un punto de magia el asunto. Es algo así como lo de El retrato de Dorian Gray.

-¿Hubo algún momento de lucha interna entre la valentía y la inconsciencia?

-Por supuesto. Es que ha terciado un año que has pasado completamente aislado, intentando ser bueno, intentando que tu banda no sea un factor que empeore la situación y, de repente, te encuentras en el ojo del huracán. Pero las medidas eran tan estrictas que no había margen de error. Y el público se comportó de manera ejemplar.

-Habéis dejado claro que es viable hacer conciertos.

-Es viable desde el punto de vista sanitario, no desde el económico. Si se quieren hacer más conciertos con este nivel de seguridad, alguien se tiene que hacer cargo de esos gastos extra. Pero bueno, el objetivo de ese concierto era demostrar que la cultura es segura. Otra cosa es si es rentable. Pero segura es.

-La foto de la portada de «VEHN» está tomada desde el fondo de una piscina vacía, pero al final se ha demostrado que había agua. No sé si más de la que pensabais.

-Había agua, sí. Pero si te refieres al concierto del Sant Jordi, la sensación de vértigo la tienes igual aunque haya agua. Fue algo nuevo. Es esa sensación de cuando estás subiendo las escaleras del trampolín.

-También me refiero a la acogida del disco, que ha llegado a número 1 en ventas.

-Tienes razón. Confluyeron muchas cosas. Había ganas por parte de la gente de escucharlo. Y había material, había contenido. Íbamos bastante sobre seguro, en el sentido de que hemos tenido tiempo de trabajarlo bien. O por lo menos de trabajar bien la incertidumbre. Porque es un disco que está plagado de incertidumbres, pero también de la voluntad de dar pasos hacia adelante, aunque sean equivocados.

—A día de hoy, ¿importa más ser número uno en ventas o estar en determinadas «playlist»?

—Creo que estar en determinadas playlist te puede llevar a situaciones más favorables. Pero una cosa y otra pueden convivir perfectamente. La compra de discos ya obedece a un hecho generacional. Mis hijas, por ejemplo, son generación playlist. Pero lo que realmente me preocupa es el contexto coyuntural de todo. Hoy, para un chaval es complicado hacerse a la idea de que The Kinks fueron de una época y Oasis de otra. Pueden llegar a pensar sin problema que los Beatles fueron imitadores de Oasis. Ellos escuchan esas playlist que son un tutifruti y para ellos todo es siglo XX. Sin embargo, para nosotros ubicar cronológicamente a cada grupo y cada tendencia era algo fundamental.

—En el 2018 me decías que el algoritmo era tu gran enemigo. ¿Lo sigue siendo?

—El gran algoritmo de ti mismo es el verdaderamente complicado de gestionar.

—«Él soñó con ser nada y con ser nadie», dices. ¿Qué soñabas con ser tú?

—Yo soñaba con tener una vida emocionante. Lo que más ilusión me hacía era burlar la rutina y al hombre gris kafkiano al cual estaba abocado a convertirme. Yo quería huir de eso. Quería que, por lo menos, al final de la partida pensara que había sido quizá el doble de intensa de lo que estaba previsto que fuese mi vida.

«Cuando la vives con intensidad, la vida te pasa mucho más rápido. Joder, ha adquirido todo una velocidad del demonio»

—¿Y vas por el buen camino?

—Sí, sí. Lo único que cuando la vives con intensidad la vida te pasa mucho más rápido. Joder, ha adquirido todo una velocidad del demonio. Veo fotos de hace diez años y a veces pienso si no habría sido mejor un punto menos de intensidad y vivir con más lentitud algunos momentos.

—Decía David Beriain que lo que salvará al periodismo es conocer su pasado. ¿Puede pasar algo parecido con la música?

—Sin duda. Al final, en lo que se tiene que basar todo es en la antigua usanza. Ese tiene que ser al abecé y el código ético de todo lo que haces. Por ejemplo, antigua usanza sería hacer una colaboración sin pensar en la cantidad de engagement y retuits que puedes llegar a tener. Pero no, resulta que últimamente son esas las cuestiones que se miran. Esa es la nueva manera de hacer las cosas. Pero bueno, a mí ya no me van a encontrar por ahí.

—En este disco hay referencias ochenteras, poco frecuentes en la trayectoria de LOL. Desde la épica de Simple Minds al frescor electrónico de New Order.

—Correcto. Eran unas referencias que todo el rato estábamos abordando. En este disco, hemos querido ser muy sinceros con nuestras influencias. Es que ya no nos planteamos eso de intentar ser los más modernos del barrio.

—¿Cómo te llevas con tu inconformismo emocional?

—Bien, bien... Voy dosificándolo, pero tampoco lo mato.

—¿Y con los «idiotas de la policía moral»?

—Mal, con esos mal. A ti te puede gustar mucho un músico porque hizo una canción en los 80, pero su opinión sobre la pandemia te la puedes pasar por el culo sin ningún problema en un momento dado.

« Sigo condicionado por la opinión de los demás. No tanto, pero aún estoy lejos de escapar del que dirán»

—¿Cuándo dijiste basta al qué dirán?

—Ahhhh... Yo creo que no lo he dicho aún. Eso es más un desiderátum que una realidad. Sigo condicionado por la opinión de los demás. No tanto, pero aún estoy lejos de escapar del que dirán.

—¿Por no pecar de radical?

—¡Uf! Es que es imposible posicionarte en el centro todo el rato. A mí me está costando cada día más. A los músicos se nos pide cada vez más el estar ahí, posicionándonos políticamente, pero la experiencia te demuestra que los políticos que te han pedido eso son los primeros que luego dan un paso atrás y te dejan tirado.

—Hace un par de años decías que el cuerpo te pedía hacer un disco muy político. ¿La pandemia te atemperó los ánimos?

—Hay política dentro de Viaje Épico Hacia la Nada. Hay canciones como Eterna revolución o Catalunya bondage que son una queja. Pero una queja desde la emoción, desde algo que me ha calado dentro, no desde la indignación sobre un tuit.

—«Romanticismos, los justos», dices ahora. ¿No los aconsejas?

—¡Ja! No, romanticismos..., para según qué momento. Un polvo rápido también está muy bien. Va con los tiempos.