«Tiburón blanco»: Esperando a Macguffin

eduardo galán blanco

CULTURA

Vince Valitutti

La producción australiana, con su presupuesto ínfimo y planteamientos posibilistas, provoca un humor involuntario pese a su mala calidad

16 may 2021 . Actualizado a las 10:00 h.

Los cinéfilos, los cinéfagos más bien, tienen tendencia a las manías. Es que también son humanos, aunque casi nunca lo parezca. Desde la más tierna juventud, arrastramos una rara fascinación por los escualos. La atracción viene desde justo antes del revolucionario estreno del Tiburón de Spielberg y, seguramente, tiene su origen en una doble sesión digna de la TVE de comienzos de los setenta en la que vimos, en una tele artrítica en blanco y negro, Sombras blancas en los Mares del Sur y Tiburoneros. En fin, que en esa magdalena proustiana de la tierna adolescencia reside el motivo de tragarnos un subproducto como el que ahora comentamos.

Tiburón blanco es un pequeño engendro que, para colmo, fusila el argumento de otra película más mala todavía -Territorio escualo-. Estamos ante una astracanada fabricada con presupuesto ínfimo, casi una indie de tiburones. Los bichos «lucen» pésimamente animados pues los técnicos, para evitarse problemas vergonzantes, pronto recurren al viejo truco de la aleta que rodea el cuerpo suculento, justo antes de que la carne humana se hunda envuelta en sangre. A eso se le llama un diseño de producción posibilista. Y los actores australianos aún están peor que los escualos infográficos. Casi a la par que los animatronics.

Este es un mini género canalla, que necesita de la complicidad gamberra del espectador. ¿Cómo si no se podrían haber hecho películas en las que los tiburones se desplazan con la ayuda de tornados? Casi siempre, una bestia de dientes afilados se quiere comer a mujeres hermosas -a bellas- en bikini: Saffron Burrows, Halle Berry o Blake Lively.

Pero no todo está perdido, hay algo que podría divertirnos, nos decimos a la media hora. Encontramos un Macguffin hitchcockiano. Los jóvenes danone han llegado a un arrecife coralino -predestinado, se llama El Arrecife del Infierno-, a bordo de un pequeño -el tamaño sí va a importar- hidroavión. Encuentran un cadáver despedazado por los escualos y deciden buscar a la pareja del muerto que podría seguir viva. Así que, desde ese momento, estamos en un Esperando a Godot con tiburones. La absurda y barata estrategia del misérrimo equipo australiano, junto a la extraña morosidad de la acción, propician el humor, involuntario. Y te ríes con cada nueva maldad «existencialista». Efectivamente, también esto es cine.

«TIBURÓN BLANCO»

[«GREAT WHITE»]

Australia-Estados Unidos, 2021.

Director: Martin Wilson.

Intérpretes: Katrina Bowden, Aaron Jakubenko, Tim Kano, Kimie Tsukakoshi, Te Kohe Tohaka, Tatjana Marjanovic, Jason Wilder, Patrick Atchison.

Aventuras.

91 minutos.