Sr Chinarro: «No digo que toda, pero el 50 % de la gente sí es tonta»

CULTURA

Por su voz grave, su gesto adusto y su áspera ironía lo han llegado a llamar «el Eugenio de la música». El sábado actúa en el TerraCeo de Vigo

19 jun 2021 . Actualizado a las 10:44 h.

Ya no se hacen artistas como los de antes. Y si te sale uno, lo disimulas. No vaya a ser que te digan que se parece a Sr Chinarro. O que se ría de sí mismo, el condenado. A Antonio Luque (Sevilla, 1970) aún le cuesta convencer a su familia y a sus parejas de que es artista. Mas vaya si lo es. En toda su grandeza. Un artesano de la palabra como pocos en su generación. A veces críptico, a veces absurdo, pero nunca exento de lúcida ironía. Contenido en sus emociones pero de una poética desbordante, Antonio Luque es ese personaje que toda cultura musical debería enorgullecerse de tener.

-Su último disco lo tituló «El bando bueno». ¿Cuál es?

-Creo que la historia nos ha dado suficientes pistas, ¿no? Pero, si ni siquiera aprendemos de la historia, es que ya no vamos a aprender nunca. Entonces, ¿quién soy yo para intentar enseñarle a nadie?

-Sí que señala algunos caminos por los que no deberíamos seguir.

-Sí, por lo menos, no deberíamos ser muy hijoputas. Solo un poquillo, o algunos días... Pero no continuamente y haciendo ostentación de ello. Eso me parece despreciable. Y hay mucha gente que está en ese plan ahora.

-«Quienes cogemos la guitarra no hacemos daño», proclama. ¿Se ha sentido en algún momento demonizado como artista?

-A ver... La gente no considera ni siquiera que esto sea un trabajo. Yo lo he vivido incluso en la familia, en parejas... Es como «bueno, pobrecillo». Y les dices «no, no, si ya no tengo ni hipoteca». Es lo mismo: «Pobrecillo igual». La gente lo ve así. Supongo que es porque ven que llevamos una vida mucho más libre, cambiamos más de pareja, tenemos 50 años y todavía vamos a bares de copas... Eso, la gente que con 30 ya se casa y se aburre y se pone gorda y amargada, tomando antidepresivos, pues nos ve como un peligro. Claro, porque hacemos lo que ellos no tuvieron el valor de hacer. Y luego está el que somos gente que dedicamos tiempo a pensar en esas cosas en las que los demás no quieren pensar. Por miedo, por incapacidad, por cobardía, por pereza, por comodidad... Y además las decimos y las cantamos. Entonces, también hay una serie de personas, normalmente políticos, a quienes no les interesa que haya nadie cantando las verdades del barquero. Ni siquiera de un modo ambiguo, poético o metafórico. Y ya se encargan ellos de potenciar a los que no dicen nada o dan mensajes estúpidos. Ahí tenemos, por ejemplo, la potenciación que se hace del reguetón, con sus letras supermachistas. Obviamente, a los poderes nos les gusta el discurso feminista, entonces, vuelven a vender entre la juventud los mensajes machistas del reguetón, los ponen hasta en la sopa y consiguen que eso, que es una basura, le guste a la gente joven. Del mismo modo que la gente joven todavía fuma. Porque hay quien se encarga de venderle cualquier mierda a los tontos. Y yo no digo que toda la gente sea tonta, pero por lo menos el 50 % sí es tonta. Y eso hoy que estoy optimista.

-Le he visto muy crítico con los festivales. «Campos de concentración musicales» los ha llegado a llamar.

-A mí me encantan los festivales, he tocado mucho en ellos y les debo mucho del dinero que he podido ahorrar. Es verdad que a veces son un poco incómodos, que repiten mucho el cartel, que han pervertido un poco las inquietudes artísticas de los músicos, que casi han acabado con el modelo de canción lenta o medio tiempo, porque todas tienen que ser como de animadores de cruceros, y que hay mucha gente en ellos que no va por la música. Pero los sigo viendo mucho mejor que la romería del Rocío. ¿Que hay algún festival que con su política impide que en su ciudad haya conciertos en salas? Pues eso sí que ya lo veo mal. Pero bueno, de eso solo he oído rumores (se ríe).

-¿Le inspira más la tragedia o la comedia?

-Bueno, ya sabes aquello de tragedia más tiempo igual a comedia. Lo que pasa que yo tiendo a abreviar y a veces me echo a reír con una cosa que en ese momento aún es una tragedia. Pero hay que ahorrar tiempo. La vida pasa muy deprisa.

-¿Se considera travieso?

-Sí, sí... Y caprichoso... Bueno, ya sabes..., los poetas somos así.

-¿Y eso no se pierde con la edad?

-Yo cuando noto que lo estoy perdiendo doy un volantazo, me salgo de la carretera.

-Dijo que una cosa buena que le trajo la pandemia es que ya no tiene que dar dos besos para saludar.

-Mentí, ya he vuelto a darlos. Es que en las primeras entrevistas que hice durante el confinamiento dije unas cosas que luego, con lo larga que ha sido la pandemia, cambiaron radicalmente. E incluso un tipo así, aparentemente distante como yo, salió con muchas ganas de abrazar gente, con ganas de fiesta... No soy de piedra, como ya cantaba en un tema del disco anterior.