Sedienta sedente

CULTURA

21 jun 2021 . Actualizado a las 08:58 h.

Un movimiento tan leve en la comisura de los labios que quizá nunca ha estado ahí, presidiendo ese primerísimo primer plano que irrumpió mil veces rubicundo y ahora, tan lavado de dramas, pinta de ocre, amarillo y azul helado la burocracia desalmada que la esperaba en el muelle de otro país.

La sed. Una sed insaciable que es imposible saciar con el servicio de habitaciones, los abrazos rotos de los seres una vez queridos y ese círculo terapéutico en el que mujeres quebradas se cosen unas a las otras llagas profundas con hilos endebles incapaces de cortar la hemorragia. A pesar de los esfuerzos, de las ganas, el perdón no llega ni el dolor se mitiga. A pesar de todo, la sangre no deja de fluir.

Exhaustas, resuellan en un régimen que las sigue utilizando como arma política. Por mucho que beban, la sed sigue ahí. Una sed tan intensa que ni siquiera calma la madera cálida de un gélido tribunal en el que resuena el relato monocorde de una tortura continuada que no ha terminado, porque la niña sigue allí.

Los ojos fríos de una June Osborne sedente y ese guiño tan suave que parece involuntario. Que quizá no signifique nada o puede que sea la señal para lo que está por venir. La criada que, sedienta, exige venganza y entre dientes escupe que si la rabia se ha desbocado, ¿por qué no habríamos de dejarla salir?