Las plataformas guardan dos grandes ases en la manga a la hora de manejar el carrusel de sus menús. Uno de ellos es el hecho de que creen conocernos mejor incluso que nosotros mismos gracias al algoritmo que, con nuestras elecciones pasadas, predice las decisiones futuras. La otra baza a su favor es la de no tener que hacer públicas sus cifras de audiencia. Al no depender de la publicidad, no hay que rendir cuentas a los anunciantes. Solo hay que esmerarse en fidelizar a los abonados y en ganar nuevos clientes renovando, estirando o suprimiendo títulos, en ocasiones sin que el espectador lo vea venir.
Sorprendente es, por ejemplo, la cancelación de una serie como Reyes de la noche. Después de un gran despliegue de promoción que posiblemente se tradujo en un buen número de visionados, la pelea de gallos en la radio deportiva se ha quedado por el camino, convertida en miniserie en tan solo seis episodios. La comedia cumplía con creces su misión de construir una sátira sobre una época y Javier Gutiérrez había llegado a asegurar antes del estreno que la segunda temporada estaba en marcha. Aunque la introducción de cada capítulo insistía en despegarse de su inspiración en la realidad, sus referencias a personas con nombres y apellidos aportaban valor extra a la caricatura. Fue ahí donde la serie pisó callos que probablemente la hicieron morir de éxito.