Ara Malikian: «Siempre criticaré mis años académicos porque no me dejaron volar y soñar»

Javier Becerra
javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Malikian reconoce que de joven practicaba el violín a diario entre diez y doce horas.
Malikian reconoce que de joven practicaba el violín a diario entre diez y doce horas. CÉSAR QUIAN

El violinista libanés actúa mañana en el ciclo de O Monte do Gozo

21 jul 2021 . Actualizado a las 09:11 h.

La pandemia obligó a Ara Malikian a pasar de lo máximo a lo mínimo. Convertido en una estrella de grandes recintos (en A Coruña, por ejemplo, tenía fecha para el Coliseo), tuvo que reinventarse en formato reducido. A la gira la llamó Petit Garage. «Cuando el verano pasado volvimos a hacer conciertos nos encontramos con una condiciones muy diferentes, con aforos limitados», señala. «Al principio teníamos miedo, pero la verdad es que una vez que empezamos a girar fue precioso». Ahora retorna al ciclo Perseidas de O Son do Camiño, en donde actuará este jueves día 22.

-¿Ha creado un planeta musical llamado Ara Malikian?

-[Risas] Yo creo que he tenido una carrera muy larga y afortunada. He tocado en muchos países diferentes y, para mí, todo ha sido un aprendizaje. Hace 40 años mi sueño era ser violinista clásico, porque era el de mi padre. Pero cuando llegué a Alemania con 15 años tenía que sobrevivir. Estudiaba de manera muy académica la técnica clásica del violín, pero luego estaba obligado a ganarme la vida tocando en bares, bodas y funerales. En el mundo de la música clásica te hacen creer que todo eso es una pérdida de tiempo y que solo la música culta te llena. Sin saberlo, todos estos trabajitos que yo hacía se convirtieron en una fuente de inspiración para el futuro. Amo a Bach, Mozart y Stravinski, pero también las músicas gitanas, las zíngaras, el jazz, el rock y el flamenco que fui descubriendo.

-¿Para usted es compatible la taberna con el palacio de ópera?

-Pues sí, ¿por qué no? No veo el motivo de no hacerlo. Igual que en el mismo programa puedo tocar a Bach, Led Zeppelin, Vivaldi y Paco de Lucía. Tocar en el Royal Albert Hall es maravilloso. Pero luego vas a un lugar pequeño y también está bien. Uno complementa al otro.

-Se ha convertido en una personaje muy popular y eso causa rechazo en parte de ese público culto que considera que vulgariza la música clásica.

-Tengo que vivir con eso y, en cierto modo, lo respeto. No puedes gustar a todo el mundo. Me encontré muchos en el mundo de la música clásica que, si te sales del camino que te han enseñado que hay que hacer, ya automáticamente te dejan fuera de ese mundo. Pues sí, nunca me he sentido verdaderamente parte de este mundo, ni ellos sintieron que soy parte del suyo. Pero a mí me gusta la música clásica. ¿Qué hago entonces? Pues la toco a mi manera. Lo que hago no tiene nada malo. No lo hago por fastidiar, ni ser excéntrico, ni revolucionar nada. No voy a cambiar la música clásica, pero lo que hago lo hago con cariño, amor y motivación.

-Sus conciertos van mucho más allá de la música. ¿Quiere hacer grandes espectáculos?

-Todo eso surgió. No estaba calculado, ni es una estrategia. Tiene que ver con el camino que cogí en mi vida. Hace tiempo que estuve en grupos de teatro y colaboré con bailarines y gente del circo. Aprendí muchas cosas. Vi que un artista no tiene porque solo preocuparse de su instrumento. En el mundo académico clásico se empeñan en eso. Pero cuando empiezas a trabajar con otros artistas escénicos te das cuenta que hay un montón de posibilidades que están olvidadas.

-¿Qué es más importante, la técnica o el sentimiento?

-Las dos son importantes, pero yo creo que el público no viene para empezar a criticar ni para decir que has fallado en tal nota. Creo que viene a verte porque quiere disfrutar, emocionarte y que la música le llegue al alma. Ahí el sentimiento es lo más importante. Pero es verdad que, si no tienes la técnica suficiente para poder hacer lo que quieres, no eres capaz. Yo siempre criticaré mis años académicos, porque no me dejaron volar y solar, pero también estoy agradecido porque en esos años aprendí disciplina y rigor. De joven practicaba diez o doce horas al día como un poseído. Hoy no puedo tocar tanto tiempo. Todavía sigo viviendo de todo el esfuerzo hecho en aquella época. Pero si dejo de practicar, en dos días retrocedo a niveles que no podría subir a un escenario.