Miguel Ríos: «Tengo pelo, no he engordado, conservo la voz y aquí estoy»

CULTURA

JAVIER SALAS

A sus 77 años, un gran disco como «Un largo tiempo» lo ha subido de nuevo a los escenarios. El 2 de agosto actúa en las fiestas de A Coruña

02 ago 2021 . Actualizado a las 18:00 h.

Dice con humor Miguel Ríos (Granada, 1944) que parece que es «un embustero compulsivo» por estar de nuevo sobre los escenarios. En el año 2009 anunció su retirada con una gira de despedida. Su intención entonces era dejar su carrera ahí. Sin embargo, empezaron a sucederse llamadas para colaboraciones y participaciones en eventos benéficos. Y en el 2016 lo retaron a reeditar la gira El Gusto es Nuestro. «Hasta ahí iba engañando la adicción con pequeñas dosis, pero eso ya fue una cosa seria», se ríe. Todo se encaminaba a un nuevo trabajo. Y ha llegado de manera notable con Un largo tiempo, una inspirada colección de canciones que nada tiene que ver con los ejercicios de nostalgia o revisionistas que se podían esperar. El de Granada está ahí, con mucho que decir. El 2 de agosto actuará con The Black Betty Trio en las fiestas de A Coruña.

­-Tiene 77 años y su disco certifica que está en racha. ¿También en el escenario?

-Tengo una sombra alargada, la verdad, y me encuentro bien. Aún tengo pelo, no he engordado, todavía conservo la voz y aquí estoy. ¿Por qué no seguir?

­-Oyendo su trabajo resulta inevitable pensar en los álbumes que hizo Johnny Cash con Rick Rubin. ¿Hay conexión?

-Es una referencia que todo el mundo me menciona. Pero Johnny Cash ahí hacía casi todas versiones y lo mío es material propio. Esa colección de discos de Cash me la regaló Quique González hace muchísimo tiempo y me pareció algo estupendo. Pero la verdad es que aquí la referencia es más lo que fue surgiendo: crear un espacio para la voz y, por supuesto, tener canciones. Trabajas, te llegan y, de pronto, te salen buenas sin que sepas por qué. De hecho, cuando quería dejarlo, era porque no me salían. Estaba estirando el chicle y perdía sabor.

­-«Un largo tiempo» se enmarca dentro de esos discos crepusculares que todavía son algo nuevo en un rock en el que todo parece inventado.

-¡Es que nunca había habido viejos en el rock! Bueno, Mick Jagger sigue ahí queriendo parecer un tío joven, teniendo hijos con 80 tacos [risas]. La edad también es algo cultural. No tienen nada que ver mis 77 años con lo que yo veía de mi padre a los 62, cuando murió como un anciano. Es otro tiempo, otras condiciones y otra espiritualidad. Hablas de ese tipo de cosas porque algo te obliga. Yo, cuando escuché el último disco de Bowie, me quedé absolutamente asombrado. ¿Por qué tenía que escribir esas cosas? Y no es que hubiera un mandato ni nada, pero las ganas son irrefrenables. Te ves ahí, te ha tocado la china y lo tienes que contar.

­-Hay una profundidad en esos discos que se ve en su trabajo. Un tema como «Esplendor en la hierba», por ejemplo, trata sobre el trayecto final de la vida.

-Sí, totalmente. Pero, curiosamente, ese tema se remota a cuando vi Esplendor en la hierba por primera vez. Recuerdo a Natalie Wood recitando el poema de William Wordsworth de «la gloria en las flores» y todo eso, al final. Yo tendría la edad de la actriz, pero vi ahí una señal que tenía que ver con la madurez, como una anticipación de lo que podía pasar. El poema habla de lo que sientes si has llegado a vivir ese esplendor, esa sensación de sentirse inmortal que es lo que sueles pensar cuando eres joven y las hormonas hacen esos grandes juegos malabares dentro de ti. Para mí es todo un canto a la vida hasta en el último suspiro.

­-Resulta particularmente emocionante «Memphis-Granada», que habla sobre cómo llegó el rock a España. ¿Salda ahí su deuda con lo que le aportó la música?

-Esa canción la he repetido varias veces, por ejemplo en Todo se lo debo al rock and roll. Lo que ocurre es que la síntesis que hemos logrado con la música y el texto es especial. Es el punto de partida del disco para hablar de «libertad y rock and roll» justo cuando otros estaban usando la palabra libertad de una forma que no sabían. O más bien, lo sabían perfectamente [risas]. A nosotros oír a Elvis Presley en los billares o ver la portada de aquel disco de Hound Dog nos dejó eclipsados. Los mapas del tesoro estaban ahí. Veía a El Dúo Dinámico o Enrique Guzmán tocar y esa emoción irrefrenable del rock me hizo pensar que yo también podía. Era como una epifanía que te decía: «¡Sal corriendo y apúntate a esto ya!». Es lo que quería expresar ahí, esa deuda con una tabla de salvación que supuso la cultura popular americana en ese momento.

­-Visto en perspectiva, cuesta entender cómo el Gobierno de la dictadura permitió eso en España.

-Porque no se enteraron y, cuando lo hicieron, lo intentaron. Pero ya era demasiado tarde para hacer nada con las suecas en Torremolinos. Si no, lo hubieran hecho. Nosotros estuvimos en el Price un tiempo, haciendo matinales, en el 63. Cuando vieron que la gente salía bailando por la calle, lo pararon. La censura la pasábamos constantemente y de una forma muy cruel. Si detectaban una letra, aunque no tuviera ningún tipo de intención política que yo no la tenía entonces, algo que les molestaba o les mosqueaba te lo paraban. Pero había cosas que se les colaban. Esto del rock n' roll y los matinales los tuvieron ahí sin darse cuenta que se estaba armando una buena. 

-Otro tema del que se habla mucho es «El blues de la tercera edad», en el que parece querer capturar la esencia del momento. ¿Qué le movió?

-Pues fíjate que no es una canción que habla tanto de este momento. El disco lo teníamos planteado antes de la pandemia. A finales de 2018 ya teníamos varios temas encartados. En tiempo pandémico solo se hizo La estirpe de Caín. Esta es una canción sobre una idea que yo tenía desde hace tiempo que quería llamar el Rock de la tercera edad. En inglés suena muy bien: Third Eye Rock n' roll. Cuando yo fui notando el blues de la tercera edad en mí mismo, que es la soledad y este rollo de que se van abriendo huecos a tu alrededor, cuando la gente que está en la rampa de salida contigo se va antes, te hace pensar. Tenía ganas de escribir esa canción por una deuda generacional a las mujeres de mi generación. Han hecho un camino muchísimo más largo que el nuestro. Quería hacer un retrato costumbrista. 

-Llama mucho la atención que versione a Pearl Jam. Le da un tratamiento de clásico a músicos que son más jóvenes que usted. 

-[Risas] Pues si te cuento la anécdota que pasó cuando le mandamos la canción a Eddie Vedder.

-¿Qué ocurrió?

-Javier Bardem es amigo de él y yo siempre le decía «cómo canta ese tío». Y Javier le mandó un mensaje diciendo que había un tío en España que hacía una versión suya pero sin especificar quién era. El tío le dijo: «Es muy joven verdad» [Risas]. Me dijo que conocía el Rock and Ríos y se deshacía en elogios. Y Javier le decía: «¡Puede ser tu padre!». El se llevó una sorpresa de que fuera un ancianito el que hacía la versión. A mí la suya me parece una voz prodigiosa y la canción, Comes Then Goes, me parece acojonante.