Jaime Lorente, de Denver al Cid: «Ni sueño americano ni hostias... A mí no me engañan»

CULTURA

«Con el éxito conseguí cosas, pero no era feliz», confiesa el protagonista de la serie de Amazon Prime. Enamorado de Galicia, saborea el estreno de la segunda temporada de la serie tras despedirse de «La Casa de Papel»

07 ago 2021 . Actualizado a las 15:15 h.

culEl tiempo vuela durante una conversación con Jaime Lorente (Murcia, 1991), un Cid sin armadura ni problemas para abrirse en canal. Aunque la suerte le acompaña, el actor se confiesa como «un tremendo pesimista» con dos caras: la de duro y la de ángel. «No sé si de ángel caído», bromea él, que se recuerda sumido en el infierno muchas noches. Sus carcajadas hacen que resulte difícil abstraerse de Denver, el personaje de La Casa de Papel que se lo dio todo. También sus arranques de carácter. «La fama no tiene culpa de que nadie sea gilipollas. Hay gente que no entiende que somos personas», zanja Jaime, que asegura que el amor por el que más ha luchado es el propio y que jamás renunciaría a nada por trabajo: «Yo... ni sueño americano ni hostias, a mí no me engañan».

 —La última entrevista fue por el estreno en cines de «La sombra de la ley». Anda que no pasaron cosas desde entonces...

—Buffff, muchísimas, muchas, muchas cosas. 

—Tu Cid coge más peso esta temporada, y la serie más ritmo.

—Sí, yo creo que en la primera temporada el personaje adquiere más madurez, más protagonismo, y empiezan a pasar más cosas alrededor de él, lo que va en beneficio de toda la serie. 

—Dicen que quien se expone a un personaje tan potente lo hace también a las críticas. ¿Es así?

—Es que eso no me afecta a la manera de enfrentar el trabajo. Siempre pasas nervios, pero los nervios no son por eso. Sientes nervios por hacer un buen trabajo, un trabajo digno y bien hecho. Pero cuando empieza el rodaje desaparecen, intentas dar lo mejor y ya está.

—El Cid guarda la espada de su padre como oro en paño. ¿Cuál es tu tesoro?

—Yo crecí en el respeto de mi familia, mis padres y hermanos son los que me hacen mantener los pies en la tierra, y son un poco mi amuleto. No tengo la espada, la cruz de la madre de Ruy, pero están ahí siempre. 

—¿Tu lealtad está también por encima de todo, incluso del amor?

—No lo sé... Esa es una lucha que tengo ahí viva. Es algo que forma parte de mis principios, pero a veces uno falla, ja, ja. No es tan fácil, no tenemos el contexto de la época... es complicado. 

—Bueno, se están perdiendo muchas cosas, pero se están ganando otras, ¿no?

—Sí, y otras que merecen mucho la pena también, desde luego, ¡ja, ja!

 —Tú vienes del teatro. Interpretar a un personaje de época no te resulta nada nuevo.

—Sí, totalmente. Además también suma mucho el teatro clásico, que te ayuda a la hora de representar a un personaje así. Para mí el teatro es el templo del actor, es donde mejor me lo paso, sin duda. Tienes una relación en el escenario muy bestia. También me ayuda mucho para volver al hogar, al inicio, a la raíz de todo, no sé... Me encanta intentar todos los años hacer algo de teatro para no perder la relación más pura que tengo con el trabajo.

—Tus personajes más populares son tipos muy duros.

—Sí, tengo la cara difícil, ¡ja, ja!

 —¿Tienes algo de eso?

—No... La verdad es que no soy un tío muy fuerte, ¡ja, ja! No es que no sea un tío fuerte, es que no tengo la intensidad de mis personajes, esa actitud en muchas ocasiones. Sí que es verdad que sé un poco a nivel físico lo que doy y lo que puedo provocar en pantalla, eso te condiciona mucho. Tengo una parte de duro y otra de ángel, no sé si de ángel caído, pero de ángel. Estoy ahí, je, je.

—¿Ángel caído por qué?

—Aaah, porque bueno, a veces estoy más en el infierno que en el cielo, pero...

 —En el infierno a veces también se está muy bien, ¿no? ¿O eres de los que siempre lo hacen todo bien?

—No te creas, yo soy un fiel seguidor del infierno, ¡ja, ja!

—Veamos si eres como el Cid... ¿Qué poder has conquistado, qué amor has luchado y qué guerra has ganado?

—Pues mira, cada vez conquisto más el poder de la paciencia. He sido un impaciente siempre, toda mi vida, y es una cosa que me ha hecho sufrir bastante, pero creo que lo estoy conquistando. ¿Qué amor? Buah... Creo que el amor propio, el más importante casi, y el más difícil de ganar. Lo estoy luchando. Y guerra, yo creo que no he ganado ninguna todavía en mi vida. Supongo que seguir trabajando y seguir queriendo disfrutarme cada día más, teniendo mis objetivos. Pero creo que todavía no he conquistado ninguna guerra importante, ja, ja. Es un poco triste.

—Pues anda que no has conquistado cosas, personas... de todo en los últimos años.

—¡Ja, ja!

—Una de esas cosas fue «La Casa de Papel», de la que ya te has tenido que despedir y estamos esperando el estreno de esa última temporada. ¿Cuántas veces te desbordó ese éxito tan brutal?

—Todas, todas y cada una de ellas. Me sigue desbordando. Es una cosa que obviamente, por supuesto, me siento absolutamente agradecido por todo lo que me ha regalado, pero también siento que ha hecho que mi vida sea otra, ¿no? Es lo que digo. A mí el ser actor no me ha cambiado mi cotidiano, mi diario, mi forma de ser... mi día a día. La fama, sí. La fama es la consecuencia. No la he elegido yo, nunca me apunté a una escuela de fama. Me apunté a una escuela de arte dramático, pero para eso no te preparan ni eres consciente. Los sueños que tienes o que tenía yo en ese momento...

El éxito de ‘La Casa de Papel’ me desbordó, y me sigue desbordando

—¿Cuáles eran?

—Yo llegué a Madrid y no quería hacer nada de tele, quería hacer teatro, es lo que siempre he querido. Y de repente pasa esto, y la hostia que te dan en la cara es importante. Pero bueno, ahí estoy yo, he intentado sacar lo positivo, que es muchísimo. He intentado también hacer mis producciones de teatro y mis cosas, reconocer que la gente ha tenido muchas muestras de amor por el trabajo que hemos hecho...

—Tu día a día no ha cambiado, pero hemos visto que la fama tiene cosas como que una vecina te haga fotos en tu casa por el balcón durante el confinamiento y las venda.

—Efectivamente. Pero la fama tampoco tiene culpa de que nadie sea gilipollas. Hay mucha gente que se acerca a ti y te dice cosas preciosas, te agradece el trabajo... O no, o simplemente quiere sacarse una foto contigo, aunque lo hace de forma educada. Pero hay otra gente que no entiende que somos personas.

—¿Qué estás rodando?

—Es «Tin&Tina», la ópera prima de Rubin, con Milena Smit. Estamos felices.

—A ti la pandemia no te paró.

—Bueno, el confinamiento primigenio me dio un buen guantazo, como supongo que nos dio a todos, ¿no? Pero gracias a Dios el trabajo se ha ido manteniendo. Es una suerte tremenda, no todo el mundo puede decir lo mismo.

—También haces música y escribes poesía. ¡Haces un montón de cosas!

—¡Je, je! Ya no sé ni lo que hago.

—Tu poemario, «A propósito de tu boca», lo escribiste en secundaria. ¿Qué pasó ahí?

—Casi todo es de cuando era adolescente, menos el texto que divide el libro en dos partes. Es que somos cinco hermanos, y empezó porque mi hermana mayor era una enamorada de la poesía. La descubrí a través de ella. Y yo era un niño a nivel mental muy, muy inquieto. Me gustaba más pensar que hacer. En la poesía encontré una manera de darle forma a todo lo que no la tenía. Me sentía muy bien, me ayudaba a colocar las cosas que me pasaban. Cuando eres adolescente te ocurren muchas cosas por primera vez que intentas encajar, y con la poesía pude encajarlas de una manera sencilla, poética, y me hizo ver el mundo de una forma también diferente. Siempre lo he dicho, yo hubo muchas noches que lo pasé muy mal, y que incluso me ha gustado pasarlo mal.

—Haces muchas veces referencia a esos momentos malos, como si pesara más en ti la parte mala de las cosas. Al menos es la sensación que da al hablar contigo.

—Sí, es así. Bueno, también te digo que siempre he sido un tremendo pesimista, un pesimista por naturaleza. Pero no por... A ver, soy un tío muy feliz, bastante feliz, disfruto muchísimo las cosas. Pero siempre entiendo que hay más gente mala que buena, que las cosas pueden de forma más sencilla salir peor que mejor. Aunque eso tampoco me paraliza, no me bloquea. Sigo haciendo las cosas con la misma confianza y con las mismas ganas, pero sí, soy un poco así.

—¿Desconfiado? ¿O es un mecanismo de autoprotección?

—Sí.

—Pareces sensible.

—Muy sensible, eso sí que lo soy, eso sí, ja, ja.

—¿Entonces, la vida va siempre primero?

—Sí, absolutamente. Además confío plenamente en eso, eh. No quiero supeditar mi felicidad al trabajo en ningún momento, porque entiendo que si eso sucediese, en el momento en el que el trabajo no va bien, o pasa algo, tampoco voy a estar bien. No quiero que sea así.

—¿No sacrificarías nada por trabajo?

—No, absolutamente nada. Es una cosa que tengo bastante clara además, bastante clara. Creo que también he sacrificado mucho. Yo recuerdo cuando llegué a Madrid, que estuve dos años sin tener casi vida social. La relación con mis amigos se tambaleó, descuidé a mucha gente cercana porque estaba totalmente comprometido con lo que yo consideraba que me iba a hacer muy feliz... Y no era verdad, no lo era. Con el éxito conseguí cosas, pero no, no era feliz.

—A veces tienes un objetivo muy marcado y cuando lo consigues, después de emplear tanta energía, dices...

—¿Ahora qué? ¿Solo es esto, nada más que esto? Sí, justo. Este fin de semana estuvieron aquí unos amigos en la casa de Sevilla en la que estoy rodando. Es una casa preciosa, un sitio maravilloso, de verdad. Pero se fueron ayer y la casa perdió todo el sentido. Las cosas son al final para compartirlas, y yo me he dado cuenta de eso. A mí me encanta ayudar a mi gente, soy mucho más feliz ayudando a un amigo mío que subido encima de un escenario, también te digo.

—Vaya, que no te irías a Hollywood.

—No. Si a mí me quieren llamar y me ponen un guion que me parece interesante y que me motive, iría, grabaría, y me volvería. Pero yo... ni sueño americano ni hostias, a mí no me engañan, ja, ja.

—Eres muy de tu Murcia también.

—Sí, sí, sí. Intento ir todo lo que puedo, disfruto mucho de mi tierra. Uno cuando vuelve a su lugar como que se tranquiliza, siempre lo digo. Allí los problemas siempre son menos problemas.

—Y tú también eres más tú en casa.

—Totalmente. Hay cosas que se conectan de forma automática y te sale ahí tu esencia más pura.

—¿Y por Galicia cuando te veremos? La última vez comentaste que aquí hubo déficit de marisco por tu culpa.

—Pues mira, me encantaría subir, porque Galicia me fascina, me fascina. No sé cuándo lo haré, espero que sea por motivos teatrales, y así aprovecho una función por ahí y me paso un fin de semana, pero tengo muchas ganas de volver. La conocí por el rodaje de La sombra de la ley, y ya me enamoré. Luego estuve otra vez en Ourense en un teatro precioso. Es que eso es precioso.