La danesa «As in Heaven», estremecedora noche de horror del rigorismo luterano

José Luis Losa SAN SEBASTIÁN / E. LA VOZ

CULTURA

La directora danesa Tea Lindeburg (derecha), junto a la actriz Flora Ofelia Hofman.
La directora danesa Tea Lindeburg (derecha), junto a la actriz Flora Ofelia Hofman. Juan Herrero | Efe

Laurent Cantet subraya su declive en las cazas de brujas en redes sociales de «Arthur Rambo»

20 sep 2021 . Actualizado a las 08:44 h.

Laurent Cantet es como autor un has been en toda regla. Curiosamente, hizo su mejor cine -el de El empleo del tiempo, Recursos humanos o Hacia el Sur, un tríptico exponencial de un sistema económico y social depredador del ser humano- antes de ganar en Cannes una de las palmas de oro más desvaídas que se recuerde, la de La clase. Y ese premio abiertamente excesivo pareció sajar el talento de su autor. Hace mucho tiempo que Cantet tocó fondo, al menos una década. La última noticia interesante de su parte fue una ferozmente feminista adaptación de un relato de la gran Joyce Carol Oates, Foxfire, que casi nadie valoró cuando estábamos ante una anticipación visionaria del tiempo de militancias de género que aún tardaría en arribar.

El realizador francés Laurent Cantet.
El realizador francés Laurent Cantet. Juan Herrero | Efe

El filme que presentó este domingo en este festival, Arthur Rambo, sin ser una debacle, sí subraya su ausencia de pulso creativo. Aborda libremente- a partir de un caso real - lo que se le viene encima a un joven escritor de origen argelino erigido en provocador intelectual ante las élites y denunciante del paternalismo neocolonial francés con los de sus raíces. De ser invitado caviar de los espacios culturales de la escuela Bernard Pivot pasa en un tris-trás a convertirse en el apestado tuitero que, con pseudónimo, se permite hacer burla de las matanzas de Bataclán o Charlie Hebdo y practicar la homofobia, el machismo y los ataques a los judíos más extremos. Ese material prometedor de partida lo malbarata Lauren Cantet con el pésimo dibujo de su personaje central. De este joven airado y novelista sometido a cacería inmediata en las redes sociales te esperas una defensa inteligente, argumentos que alimenten el debate que el filme parece proponer. Pero solo hay estulticia, desneuronadas actuaciones, un vacío que horada las expectativas de Arthur Rambo. Porque, en efecto, su avatar en Twitter hace justicia a este tipo que no parece superar el listón reflexivo de un Sylvester Stallone. ¡Cuánto más de un poeta maldito! Y, así, la acción se precipita hacia una sucesión de torpezas que adivinas paso a paso en su pobreza de ideas. Esa jornada de descenso a los infiernos de la jauría humana virtual debería palpitar desde la pantalla. Provocar asfixia, tensión in crescendo. Y lo que Cantet te ofrece es una deriva laxa, carente de ebullición. Es cine precalentado, banal.

Intensidad, fuego y palabra

Frente a la inanidad y a la pereza de Laurent Cantet y Arthur Rambo brilla aún más la danesa Tea Lindeburg, debutante que proyecta intensidad, fuego y palabra en As in Heaven. Comienza con un gigantesco remolino, como un maelstrom de sangre que secuestra el aire y no las aguas. Es el aviso de la llegada de la noche más larga. En el territorio decimonónico de una granja, la impiedad del rigorismo luterano va a imponer su tributo sacrificial. Se trata de un parto que deviene masacre innecesaria. El pago con el cuerpo reventado de una madre a la dictadura de la superstición. Y te viene a la mente L'Evenement, el reciente León de Oro veneciano donde se producía otro parto -este abortado- de aquelarre. Lindeburg comprime As in Heaven en un relato que oscila de la fiesta al espanto. Esos jóvenes campesinos danzando en la nórdica espesura semejan los agricultores de la luminosa Toscana de Novecento. Y, de pronto, la hora del lobo. Mientras su madre va desangrándose lentamente sin que nadie ose intervenir y desafiar a la predestinación divina, el rostro de su hija sostiene el tormento. Hasta su sentimiento culpable por haber extraviado un prendedor que aquella le regaló. La mirada de la joven y extraordinaria actriz Flora Ofelia Hoffman Lindman condensa en su mirada el temor de habitar ese putrefacto castillo de la pureza. Y de heredar su tortuoso destino. Merecería el premio de interpretación. Sobran en As in Heaven un par de secuencias donde se reitera lo sobrenatural y se cae en el efectismo. Pero la densidad de la luz y de la tiniebla con que Tea Lindeburg logra atrapar en sus cuadros casi pictóricos la atmósfera de cuento de horror ancestral, la mascarada del protestantismo de la crueldad, se hace acreedor del más alto mérito en este festival.

«Josefina», espléndido duelo de soledades de Emma Suárez y Roberto Álamo

Tras el inesperado y muy justo espaldarazo colectivo que aquí se ha dado a Maixabel, continúan llegando buenas noticias de la cosecha de cine español del otoño. Josefina es la opera prima de Javier Marco, quien ganó en el 2020 un Goya por su corto A la cara. Descubro en su película un duelo de soledades medidísimo entre un funcionario de prisiones y una mujer que visita a su hijo, condenado en el penal donde el otro la comienza a observar desde un monitor. Es la historia de una obsesión que va envolviendo a este tipo deshabitado. La que le lleva a suplantar otra personalidad, a reinventarse como padre de una joven presa para empatizar con la mujer objeto de su fascinación. Ella viene de padecer una oscura tragedia, la que llevó a su vástago al trullo y a su marido a un estado de vida vegetativa. Nunca se nos cuenta nada de esa hecatombe íntima. Queda inteligentemente fuera de campo como otras muchas cosas de un guion portentoso de Belén Sánchez-Arévalo. Roberto Álamo y Emma Suárez sustentan con brillantez a estos dos personajes desvalidos, un autista emocional y una mujer a la que le han volado los cimientos de lo más querido. Por eso, la estrategia de él para acercarse no posee la naturaleza de un acoso. Algunos azares llevan al acercamiento, siempre cauto, consciente del engaño. Y las citas filosóficas que figuran en los sobres de azúcar del café que él toma en el trabajo van preparando una situación del todo inesperada y que conduce a Josefina al territorio de lo mágico. Picasso decía que aquello que imaginas acaba por hacerse real. Las apariciones insospechadas e inquietantes en Josefina surgen también con suavidad en modo alguno truculentas, en un giro argumental tan abierto como percutante. Qué bello y al tiempo tormentoso ejercicio de supervivencia emocional el de estos dos seres a la deriva. Qué sutil escritura los acoge y respeta. Qué poderoso debut de Javier Marco y Belén Sánchez-Arévalo.