«In the Earth» y «The Sandness» trasladan ya a la pantalla un feroz ADN covid

José Luis Losa SITGES / E. LA VOZ

CULTURA

El cine fantástico se muestra como el género capaz de mostrar de modo más certero las heridas de la pandemia

10 oct 2021 . Actualizado a las 17:18 h.

Decir que el film de Taiwán The Sadness se trate del primero en abordar la pandemia del covid no es del todo exacto. Porque ese francotirador visionario llamado Steven Soderbergh siempre podrá decir que él ya adelantó todo lo que iba a sucedernos en esa bola de cristal a modo de estremecedor mural vírico titulada Contagio, realizada en 2011.

The Sadness quiere responder más a la carnívora transmisión del horror psicosomático inventado por David Cronenberg que a cualquier similitud científica. Porque en este filme que dirige Rob Jabbaz, también canadiense, el virus genera dos efectos secundarios que van por libre de cualquier realidad covid: el canibalismo y la voracidad sexual en grupo. Esto es, un desconcienciado asalto al copyright de la cronenbergiana Rabia.

En la competición oficial de este Sitges que suma 38 títulos -la legendaria enormidad de este festival, de dimensiones casi inabarcable-- pasó uno de los más firmes candidatos a premio: el británico Ben Weathley -autor de títulos de culto como Kill List y Tourist- aborda también la pandemia del covid en la formidable In the Earth. Pero todo lo que en The Sadness era truculencia gore aquí deviene en sutilísimo ejercicio de cine de inmersión a través de unos efectos de sonido fastuosos y de un guion minimalista que estrecha el campo de juego a un bosque claustrofóbico donde la difuminación de la cordura es una invitación a asumir que lo que hemos vivido desde marzo de 2020 es una serísima amenaza al equilibrio mental de nuestra especie. En definitiva, a lo que asistimos ya, de un modo acelerado, es a algo tan orgánico y predecible como la inyección del ADN covid en el terreno tan propicio del fantastique y sus raíces del miedo colectivo.

En una jornada del festival presidida por el cine que lleva la explicitud de la sangre a la conmoción resulta muy estimulante Coming Home in the Dark, el revenge neozelandés de James Ashcroft, cuya impiedad brutal llegaba ya con el semáforo en rojo después de su explosivo paso por Sundance. Ese encuentro fatal en el páramo de un matrimonio y sus dos hijos con dos depredadores deshumanizados está habitado por una naturaleza de la crueldad muy al estilo naranja mecánica, ahora que se cumple medio siglo del visionario film de Kubrick. Y el dispositivo violento de Coming Home in the Dark parte de uno de los estallidos más secos, inesperados -y por ello más aterradores- que recuerdo en el cine reciente. Se estrenará en España, estén atentos los espíritus menos sensibles.